PUNTA DE MATA, Venezuela—Esta deteriorada ciudad petrolera tiene un misterioso brillo nocturno, iluminada por decenas de pozos que queman precioso crudo y gas porque el equipo necesario para procesarlo no funciona.
Las columnas de humo de Puerto Mata crecen cada mes, un despilfarro asombroso en un momento en que Venezuela, el país con las mayores reservas petroleras del mundo, necesita con desesperación el dinero de cada barril de crudo para importar alimentos y medicinas. En este caso, los yacimientos queman dinero, casi literalmente.
Por si esto fuera poco, por cada barril de crudo liviano que se quema en los pozos de Punta de Mata, Venezuela tiene que gastar dólares para importar un barril de diluyente que mezcla con el petróleo pesado producido en el sur del país.
El estado decrépito de campos como los de Punta de Mata, de donde proviene el grueso de los ingresos del país, es una de las principales razones por las que la producción del país cae más rápido que la de cualquier otro productor importante salvo Nigeria, donde el gobierno enfrenta una insurgencia.
La producción venezolana de crudo cayó 11% interanual en septiembre para alcanzar 2,3 millones de barriles al día, según cifras oficiales. La consultora Medley & Associates prevé una aceleración del descenso en los próximos 12 meses. A menos que repunten los precios del petróleo, el repliegue de la producción puede sumir a Venezuela en una crisis aún más profunda.
Lea completo este reportaje de Anatoly Kurmanaev en The Wall Street Journal