Publicado en El País
Hace tan solo 15 meses nadie habría dado un níquel por el futuro de Nicolás Maduro como dictador de Venezuela. Hoy puede decirse que nunca antes, desde que fue ungido sucesor de Hugo Chávez en diciembre de 2012, había contado Maduro con mejores bazas para perpetuarse.
Los partidos de oposición, al contrario, vienen de vivir una infernal temporada en la que llegaron a vislumbrar una salida (mil veces descrita por sus voceros como “electoral, pacífica y constitucional”) a la interminable crisis política venezolana. La ocasión pareció estar a su alcance, pero escapó de sus manos en cosa de semanas merced a una increíble cadena de tropiezos y errores.
Ni el Gobierno ni los partidos de la oposición parecen sentir los apremios de la descomunal crisis humana que cada día mata de hambre y de mengua a centenares de venezolanos desde comienzos de 2014. Ambos factores se aprestan parsimoniosamente para una nueva ronda de conversaciones en República Dominicana, como anticipo de unas elecciones presidenciales que si lucen ya inexorables es porque Maduro las ha anunciado.
Los diálogos se reanudarán el 15 de enero, tutelados por José Luis Rodríguez Zapatero, el Gobierno de la isla y un pequeño grupo de cancillerías latinoamericanas.
Aunque es difícil imaginar con puntería qué podrá salir de todo ello, prevalece en los muchos críticos de la MUD (Mesa de Unidad Democrática), el organismo electoral opositor, la desconsoladora idea de que la cita en Dominicana será por completo inconducente.
Una razón para el escepticismo está en que pocos en el bando opositor parecen saber con certeza qué rayos pretenden obtener, pese a la inconmovible lista de cuatro puntos presentada por la MUD. Su equipo negociador incluye, inquietantemente, a dos políticos de oposición, ambos militantes de Un Nuevo Tiempo, partido señalado por la suspicacia criolla, y no sin motivos para ello, como claqué colaboracionista del Gobierno. En la esquina madurista, el taimado Jorge Rodríguez, y Delcy, su hermana.
Los hermanos Rodríguez y el otro Rodríguez, Zapatero, forman el protervo trío que conduce, desde el año pasado, la política de liberar un preso político como apaciguadora concesión graciosa y, al mismo tiempo, encarcelar diez activistas “para que no se piense que somos huevones y aflojamos”.
En los mentideros caraqueños se asegura que Jorge Rodríguez, jefe de la delegación chavista, encarna el policía malo en la charada de las liberaciones. El policía bueno es Rodríguez Zapatero, quien hace de facilitador neutral. A sus gestiones se atribuyen las medidas de “casa por cárcel” y las oportunas excarcelaciones preelectorales, como la de Yon Goicoechea. Llegados aquí, se hace irresistible una digresión.
Goicoechea, otrora rutilante joven ficha del partido de Leopoldo López, salió de la cárcel donde se le retenía ni más ni menos que como rehén, con el tiempo justo para desertar de su agrupación y ofrecerse como candidato a una alcaldía suburbana de Caracas, apoyado por Avanzada Progresista, integrante de la MUD, pese a ser ostensible micropartido pelele de Maduro.
Los dirigentes de Avanzada Progresista dicen representar una oposición moderada (posibilista, digamos), muy distinta de la que encarna, por ejemplo, María Corina Machado, tan incómoda para la MUD.
Goicoechea y otros candidatos comparsas buscaban romper el boicot, inexplicable para su electorado, que la MUD quiso hacer a las elecciones municipales de diciembre pasado. Inexplicable, sin duda, sobre todo luego de haber participado la MUD, entusiastamente, con prisa de notario y solo semanas antes, en la hecatombe que para ella fueron los comicios estatales que siguieron a la fraudulenta elección de la madurista Asamblea Constituyente, en julio pasado.
Los cuatro gobernadores electos por la oposición en julio, todos ellos del partido Acción Democrática, liderado por el dicaz Henry Ramos Allup, se juramentaron ignominiosamente ante la Constituyente de Maduro. Demasiada gente lo notó.
Este frívolo y macabro vaivén, después de que fuesen asesinados más de 130 venezolanos por reclamar a instancias de la MUD un referéndum revocatorio, es lo que el suspicaz electorado castiga hoy con su indiferencia por los diálogos de trastienda dominicana y por quienquiera pueda ser el candidato presidencial opositor en 2018.
El diálogo se escenificará en Santo Domingo cuando Venezuela habrá registrado 26.000 homicidios a manos del hampa común (ocurridos solo el año pasado), mueren de hambre y de mengua decenas de niños y ancianos cada día, la corrupción petromilitar va en crescendo y se recrudecen los crímenes de Estado de Nicolás Maduro.
Sin una amenaza creíble con que acudir a Santo Domingo, la MUD reclama, con el sombrero en la mano, un canal de ayuda humanitaria y elecciones limpias. Los hermanos Rodríguez piden con sarcasmo lo que saben bien que la MUD no puede otorgar: el levantamiento de las sanciones económicas estadounidenses. Maduro ha amenazado, tercamente, con que ningún partido que haya boicoteado las municipales podrá participar en las presidenciales.
Entre tanto, ¿qué esperan los millones de electores de oposición que en 2015 rescataron para la MUD la Asamblea Nacional? La respuesta corta ya la dan las encuestas: nada.
Cada día son más los venezolanos, pobres y de la menguante clase media, que han comprendido que la vía electoral, que alguna vez pudo acorralar a Maduro, se ha agotado gracias a la torpeza y cortedad de la MUD. Vergonzantemente o no, muchos compatriotas míos solicitan ya el infame carné de la Patria: la libreta de racionamiento de la dictadura. Hay que vivir y esto va para largo, dicen para sí.
Maduro bien puede ya, ¡al fin!, conceder una elección presidencial adelantada, en los ventajistas términos que siempre ha impuesto el chavismo, pero en el momento en que ya la MUD, dividida y desacreditada ante su electorado, pese al premio Sájarov y el apoyo internacional, no puede de ningún modo ganarlas.
La MUD siempre podrá mostrar el adelanto de elecciones como una victoria del diálogo. ¿El primer paso hacia un modus vivendi con la posmoderna dictadura de Maduro? ¿A la usanza mexicana anterior a Vicente Fox?
Sea como fuere, en 2024, buena parte de elenco presidenciable opositor pasará ya de los 50 años. Estará todavía en edad de volver a intentarlo.