Venezuela: entre la democracia y la pared – Jean Maninat

Publicado en El Comercio

Por: Jean Maninat

El régimen venezolano ha decidido aislarse del mundo democrático, ha preferido la lógica de la casamata, la sombra temporal de la trinchera, la soledad de la dictadura en compañía de otros despotismos. Las simpatías que labró el finado comandante galáctico –con viveza criolla y chequera petrolera– se convirtieron en más sal que agua, en manos de unos herederos tan solo preocupados por mantenerse a toda costa en el poder.

La ‘elección’ de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), confeccionada a la medida del partido oficialista por el Consejo Nacional Electoral (CNE), y su posterior actuación como fuerza de choque para desmantelar las instituciones republicanas han disipado cualquier duda acerca de la deriva dictatorial del régimen. Lejos de granjearle un salvoconducto, un ‘waiver’ de intencionalidad democrática (el mismo que le otorgaban en el pasado los gobiernos progresistas de la región) contribuyó a afianzar la presión democrática de los países más influyentes de la región y subrayó con tinta de neón su creciente aislamiento internacional.

La Declaración de Lima, auspiciada por la cancillería peruana, ha sido uno de esos raros misiles a los cuales la diplomacia tradicional le tiene alergia, porque son difíciles de ensamblar y suelen explotarle en las manos a quienes lo manipulan. Sin embargo, luego de la minuciosa y extenuante reunión de cancilleres en Lima, el artefacto partió de Torre Tagle y dio en el blanco: el primer mandatario venezolano acusó recibo y pidió una reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) para establecer un “diálogo sobre la verdad en Venezuela”. ¿Un ‘alibi’ más?

Mientras tanto, en el país llanero, la situación se degrada de manera acelerada y a los más de cien asesinados, a los cientos de heridos y a los miles de detenidos durante las manifestaciones, hay que añadir la persecución desatada en contra de los alcaldes de oposición, varios de ellos en prisión o en la clandestinidad. La represión no conoce descanso.

En tal escenario: ¿qué se puede hacer?, ¿cuál es la ruta a seguir? Son dos de las interrogantes que más mortifican a los venezolanos. La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ha reafirmado que continuará con las manifestaciones pacíficas; pero también tomó la decisión de inscribir candidatos para las elecciones regionales pautadas por el CNE para octubre de este año, lo cual ha generado una agria polémica en el seno de la oposición democrática del país. No es la primera vez que surgen desavenencias, y seguramente no será la última.

La resistencia de mucha gente a participar en las elecciones regionales se sustenta en otra pregunta: ¿otro proceso electoral con el mismo CNE? Con lo que se sugiere que de participar, se estaría avalando al mismo organismo que armó el fraude constituyente. Del otro lado fraterno, se responde que no se pueden entregar espacios de lucha, y que hay que bregar palmo a palmo en la difícil actualidad, y no en una realidad virtual donde la institucionalidad democrática sería impecable. Hay que obligar al Gobierno a contarse o a esquivar el bulto una vez más, no dejarle la cancha libre, se sostiene, no sin razón.

En todo caso, el drama venezolano se ha colado en las agendas nacionales de la región, y se ha convertido en el ‘Alien: el octavo pasajero’, del cual la mayoría de los cosmonautas se quieren desembarazar, antes de que estrelle la nave intergaláctica con todos adentro y sus detritus se esparzan por doquier. La peor de las pesadillas.

El apoyo regional –y el internacional, qué duda cabe– serán determinantes para la lucha de los demócratas venezolanos por recuperar la institucionalidad democrática de su país en los largos días por venir. Y no habrá palabras suficientes para agradecer el apoyo recibido y por recibir.

Históricamente, ante el envión de la democracia, las paredes sobre las que se apoyan las dictaduras siempre han cedido para dar paso a la libertad. Así será, una vez más, en Venezuela.

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