En enero de 1978, fuí por primera vez a Cuba, a La Habana. Formaba parte del equipo de producción del disco que terminó llamándose “Alfredo Sadel en Cuba“. Íbamos, por supuesto, Alfredo. Iba el co-productor del disco Orlando Montiel, la señora Posanni -que era la que había hecho los contactos con los cubanos- y yo iba haciendo de todo un poco: asistente, fotógrafo y el periodista que escribiría luego la crónica.
Fue algo importante ir por primera vez a Cuba. Pero en aquel entonces, cuando comenzaba el año 78, las autoridades que manejaban la música cubana, estaban interesadas en modernizar la imagen de la música de la isla.
Mientras yo era un joven “fiebruo” que buscaba a Chapotin, que buscaba a El Niño Rivera, que buscaba a los viejos soneros, nos presentaron a Irakere, en una función privadísima. Cerraron un hotel del Riviera solo para que conociéramos a esa banda de jazz-rock, que tenía no solo a Chucho Valdes, sino también a Arturo Sandoval y por supuesto al gran Paquito D´Rivera. Sin embargo, Gerardo Montero quien manejaba entonces Egrem -la compañía que grababa los discos de Cuba- se apiadó de mí y me dió los datos para encontrar al gran Rubén González. Y eso ocurrió en una fría tarde en centro Habana en el Hotel Deauville, donde en un piano vertical, Rubén González, tocaba sus danzones…