El corazón de las tinieblas

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  La semana pasada, estuvimos hablando de Joseph Conrad, de su talento ilimitado, de su dominio del inglés, a pesar de que ésta, no era su lengua materna. De cómo, de una anécdota pequeña, mínima, podía desarrollar un mundo fascinante.

  Nos detuvimos a considerar, muy puntualmente, el caso de “Los Duelistas”,  “El Duelo” como se tradujo la novela en castellano y “The Duellits”, tal como fue titulado, originalmente, en el inglés. Hablamos de la novela maravillosa desarrollada en los tiempos de las guerras napoleónicas  y de la versión cinematográfica que hizo, en su ópera prima, el destacadísimo director británico, Ridley Scott.  Sin embargo, cuando uno habla de Joseph Conrad, uno se detiene, en lo que para muchos es, quizás, la más emblemática de sus novelas, y esto, porque el cine ayudó también a ello. Del cine hablaremos después. Ocupémonos,  tan sólo, de “El Corazón de las tinieblas”.

  Esta novela, “EL Corazón de las tinieblas” la escribe Conrad, entre el año 1898 y el año 1899. Se comenta que a Conrad le costaba mucho escribir, pero éste fue un período en el que publicó y escribió bastante. Había trabajado “Youth”, había trabajado junto al destacadísimo, Ford Madox Ford, “The Inheritors”  y, después de haber resuelto estas novelas, estos textos, volvió sobre “El Corazón de las tinieblas” que era una novela que, de alguna forma, había arrancado, pero se le atascaba, no avanzaba mucho.

  La anécdota es sencilla: En el Congo, en el África, una compañía mercante, tiene un agente comercial que ha enloquecido, río Congo arriba,  y hay que irlo a buscar. Para ello se encomienda a un personaje curioso, “Marlow”, un hombre que va a hacer, sencillamente, su trabajo, tratando de no comprometerse y empieza a avanzar, por lo que la civilización occidental, la civilización europea, ha hecho en pleno proceso de colonización africano. Estamos hablando de un proceso del siglo XIX, y él lo escribe. Conrad escribe su novela a finales de ese siglo.

  El viaje río arriba le va transformando. Cuando llega al final, encuentra a Kurtz, el hombre que iba a buscar. Es realmente, la tiniebla, el infierno, lo que él descubre aquí. Mucho se ha insistido, viajar al corazón de las tinieblas, es viajar al corazón de uno mismo, es viajar al corazón del propio Marlow, al corazón de esa civilización europea, que él representa en medio del follaje y los nativos africanos. Llega hasta este hombre enloquecido, Kurtz, que ha implantado un mundo irreal, de locura, en el propio corazón de las tinieblas.

  No deja de ser una ironía, que este relato se cuenta, cuando se va, esta vez, río abajo, nada menos que, en el Támesis. Porque así, en pleno territorio británico, es donde viene la narración de esta novela, que como decíamos, para muchos, es emblemática. Quizás, la novela fundamental, de ese gran escritor que fue Joseph Conrad.  “El Corazón de las Tinieblas”.

 

 

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