¿Qué es el mal?
El mal, evidentemente, aquello que se contrapone al bien. Pareciera que es algo con lo que tenemos que cargar toda la vida. Todas las culturas han tenido que enfrentarse al mal. Escribe en la presentación de su libro, “De que vuelan, vuelan. Imaginarios religiosos venezolanos”, la antropóloga venezolana, Michaelle Ascencio, apenas en el primer párrafo:
El mal es un asunto que los seres humanos y las sociedades enfrentan desde los tiempos primordiales, sin llegar a resolverlo del todo, pues el mal es consustancial a la especie humana. Nadie puede esquivarlo: en la medida en que las sociedades buscan el bien, la falta, la falla, que son otros nombres del mal, han de ser confrontadas.
Para ello, digamos, vienen las religiones. Religiones poderosas, establecidas, milenarias. El catolicismo, por ejemplo. Venezuela es un país muy católico, pero tiene un catolicismo muy peculiar. Algo que la antropóloga, Michaelle Ascencio, define en su libro, en un capítulo extenso y apasionante, el “catolicismo popular”. A ello hay que agregarle como el Cristianismo se ha transformado recientemente, y ha dado pie al surgimiento de nuevas y muy diversas iglesias evangélicas. Nuevas – se entiende – a efectos de nuestra tradición católica, cristiana, venezolana.
En medio de esto, aparecen todos los mitos y las creencias. Aparece María Lionza y sus ritos allá en Sorte. Aparece ahora, muy en boga, la santería cubana, la llamada Regla de Ocha, de esa religión Yoruba que tiene mucha iluminación, mucho florecimiento en Cuba y en otras regiones, sobre todo caribeñas. Muy emparentada, por cierto, con la regla también Yoruba, que se practica en Brasil.
¿De qué manera todo esto va influyendo en nosotros?
Sobre todo en estos tiempos donde el régimen, a su manera, también pareciera practicarlo.
Nuestra antropóloga, Michalelle Ascencio, va a la calle, y ahí se encuentra el abigarrado mundo de lo sagrado en la ciudad. Leemos:
El centro de la ciudad vibra: en cada perfumería, en cada tienda esotérica, se producen encuentros entre los dioses y los devotos, y los vendedores son intermediarios que entregan una mercancía sagrada al profano que la solicita. Así se promueve el contacto con el mundo de la magia, del conjuro, de la oración y del ensalme: el mundo de lo sagrado popular.
¿Qué nos pasa a los venezolanos? ¿Por qué tenemos que apelar a estas otras instancias de la Fe? ¿Qué tiene de particular ese mal que nos acosa, que tenemos que buscar estos otros elementos?
Pues bien, esas distancias entre religión, magia, hechicería, mitos y creencias populares, es lo que aborda Michaelle Ascencio, en este libro que ya viene con un título harto sugestivo: De que vuelan, vuelan. Porque este es el país donde, hasta los ateos, hasta los seres más incrédulos, ante cualquier sospecha o advertencia dicen: “Por no dejar, vamos a hacernos el bañito, porque de que vuelan, vuelan”.
Michaelle con una prosa magnífica, en un libro sumamente ameno, donde usted va descubriendo y reconociendo claves, prácticamente en el giro de cada frase, nos lleva luego a las conclusiones fundamentales: ¿Qué somos nosotros?. Dice ella:
A modo de conclusión, podemos decir que las religiones y las relaciones con lo sagrado cambian continuamente. Sometidas a la historia y a las necesidades de los creyentes, se presentan en Venezuela como un mosaico de variados colores y relieves, que responden también a la realidad sociopolítica del país. Si el número de los ciudadanos en condición de pobreza y de desamparo aumenta, las llamadas “Religiones de salvación” con su cohorte de mesías que entusiasman a las masas prometiéndoles un mundo mejor… en el futuro, aumentarán.
En estos momentos en que las ideologías totalitarias intentan reencantar al mundo, la necesaria separación del poder político y del religioso, la separación de la vida pública y la privada, la disminución del miedo y de la incertidumbre conducirán de nuevo a los dioses y a los espíritus, a las entidades y a los santos, a los lugares propios del culto, es decir, a los templos y a las iglesias, a los ámbitos privados de las casas y de los centros para ocuparse de los asuntos que les corresponden. De esta manera, la política ocupará de nuevo el espacio público que le es propio y los ciudadanos, libres de la persecución de los dioses y de sus semejantes, podrán ejercer en libertad los deberes y derechos que procuran el bien común.
Amén, diría uno. Ojalá así sea, y no, muy tarde.
Altamente recomendable un libro que usted de seguro devorará.
De que vuelan, vuelan
Imaginarios religiosos venezolanos
Michaelle Ascencio
Editorial Alfa