Se están cumpliendo 200 años del nacimiento de Richard Wagner. Wagner un músico polémico, sin duda, un músico adorado por muchos, detestado por otros tantos. Un músico que entró en la polémica una vez que Adolf Hitler dijo: “este es mi músico favorito, la música de Wagner es la música real del Tercer Reich, es la música que nos representa”.
A propósito de tanto que se ha dicho y se seguirá diciendo de Wagner, ahora cuando se cumplen estos 200 años, tenemos este trabajo de Stefano Russomanno en el ABC de Madrid: “Wagner: Larga vida a mis enemigos”. Nos permitirán ustedes leer algunos párrafos del trabajo que viene ilustrado con una foto de un muy severo Igor Stravinsky, quien dijo “Bajo la influencia de Wagner, la música perdió la sonrisa melódica”.
Si es cierta la afirmación de Oscar Wilde según la cual cada logro nos trae un enemigo, entonces la importancia de un artista podría medirse en función del número de sus adversarios. Aquí es donde la grandeza artística de Wagner se impone de forma definitiva, pues pocos compositores han provocado tantas adhesiones y también tantos rechazos. Wagner admite incluso una opción aún más singular: es un músico al que se puede amar y odiar a la vez. No hay contradicción alguna en ello: Wagner es tan “amplio” que se le puede considerar como uno de los más grandes genios y, al mismo tiempo, encontrar insoportables muchos aspectos de su obra.
“Wagner pertenece a mis enfermedades”, reconocía Nietzsche. Ferviente wagneriano en sus comienzos, Nietzsche se convirtió en uno de sus más virulentos detractores. Sus objeciones son más de carácter filosófico que musicológico, pero es posible encontrar en ellas intuiciones capitales también en ese sentido. Me quedo con una. En “Nietzsche contra Wagner”, el filósofo explica la melodía infinita wagneriana en esos términos: “Es un adentrarse en el mar: Poco a poco uno pierde pie firme y se abandona al favor o disfavor del elemento: uno tiene que “nadar” ”. La observación es crítica, pero centra absolutamente los términos de la cuestión. Con su fluidez, con su renuncia a cristalizar en estructuras fijas (aria, melodía, tonalidad), la música de Wagner obliga al oyente a “nadar”, mientras que la música del pasado obligaba a “danzar”.
Claude Debussy fue otro wagneriano de primera hora que luego abjuró. Él mismo reconoció su pecado de juventud al afirmar que Wagner era una puesta de sol que muchos confundieron con un amanecer. Dos fueron los principales blancos de su polémica: la demasiado lineal correspondencia entre personajes y temas musicales establecida a través del “Leitmotiv” y el carácter tupido y homogéneo de la orquestación wagneriana. Decía Debussy: “Una suerte de masilla multicolor esparcida casi uniformemente, en la que ya es imposible distinguir el sonido de un violín del de un trombón”.
A las sirenas de la música wagneriana siempre permaneció insensible Igor Stravinsky, quien en su «Poética musical» se permitió afirmaciones tan políticamente incorrectas como la siguiente: “Hay más sustancia y más invención auténtica en el aria de ”La donna è mobile” que en la retórica y las vociferaciones de la ”Tetralogía””. Stravinsky achacaba a Wagner una incapacidad crónica para circunscribir la idea musical, dotarla de un perfil y una identidad bien definida. Por eso, “La obra de Wagner responde a una tendencia que no es un desorden, pero que trata continuamente de suplir una falta de orden. El sistema de la melodía infinita […] es el perpetuo fluir de una música que no tenía ningún motivo para comenzar, ni razón alguna para terminar”. Menuda cita esta de Stravinsky.
Vamos a cerrar el comentario yendo a la lectura política de la música de Wagner. Comentábamos que Hitler dijo “Wagner era la música del Tercer Reich” y siempre, esa grandilocuencia, esa prepotencia de mucha de su música, se le asoció al fascismo.
Francis Ford Coppola, hace historia en el mundo del cine, cuando en Apocalipsis Now , el muy fascista personaje del Coronel que representa Robert Duvall, va atacar con sus helicópteros en una playa de Hanói, viene la caballería por el aire, vienen los helicópteros y el genio de Coppola ¿qué decidió? La música de esto, es la Cabalgata de la Valquirias.