Por: Carlos Raúl Hernández
Un libro de enorme importancia publicado en Venezuela en tiempos recientes es Armando el rompecabezas de un país (Caracas: Edic. B, 2012) obra tramada, concebida, producida y editada por César Miguel Rondón, autor de lo mejor que se ha escrito sobre salsa en esta galaxia. Inducidos maquiavélicamente por él, 48 especialistas tratan puntos clave que requieren acción del Estado para hacer de Venezuela una nación moderna y próspera, armar el rompecabezas.
¿Por qué mientras el progreso y la prosperidad son las constantes en Latinoamérica, a Venezuela le va mal? ¿Qué debe hacerse en el mundo de la política y las instituciones para reinstalar la democracia? ¿Cuáles son los hilos rojos de una política económica?, ¿y para rehacer la cohesión social y levantar la identidad nacional?, ¿y para proporcionar a la gente salud, empleo, seguridad, educación de calidad y energía eléctrica? ¿Cómo contribuir a que florezcan el arte y la cultura?
Azuzados por Rondón, académicos, políticos, intelectuales y técnicos, cuajan en esa obra una reflexión de alto nivel. Leímos a gran velocidad para captar el efecto global del libro pero en cada página se hacía obligatorio jurar una segunda lectura, lenta y reflexiva, lápiz en mano, para apropiarse de la cantidad de saberes vertidos en ella. Este aporte al autoconocimiento del país contiene fundamentos para un plan de acción, en el sentido amplio y profundo, las bases, la estructura conceptual para un país exitoso.
Tal lluvia de opiniones dispares adquiere coherencia, esa condición de “programa de gobierno” implícito, gracias al patrón de preguntas formuladas, y dejan ver la senda que permitirá al país desprenderse de sus taras. El futuro de Venezuela transita por arterias coronarias, las mismas que han irrigado los países exitosos de América Latina, esos que vemos hoy con envidia crecer económicamente, superar la pobreza y perfeccionar la condición de vida de la ciudadanía.
Hoy día los países que degradan su vida social son más bien excepciones, por obra de gobiernos corruptos, incompetentes, empeñados en eternizar en el poder el ego enfermo de algún ungido. Los principios fundamentales, las “coronarias” son, entre otras: reconstrucción, ampliación y profundización de la democracia, para lo que se requiere modernizar el Estado, descentralizarlo, reformarlo, hacerlo fuerte y ágil, que sea útil y no un estorbo.
Fortalecer el Estado de Derecho con una justicia autónoma que obligue el cumplimiento de la ley a todos, pero principalmente a los gobernantes, y simplifique y actualice las normas legales, para garantizar los derechos a la vida, la propiedad, la libertad de expresión y la privacidad. Una gran política social de nuevo tipo, al estilo de Brasil, encaminada a ayudar a los sectores populares a superar la pobreza, articulada con una reforma que eduque a nuestra gente para el trabajo. Un megaplan de construcción de infraestructura y viviendas.
Insertar al país ordenadamente en el gran océano de la globalización, no como peón consumidor de baratijas, sino como actor productivo que aporte al mundo muchas más cosas que materias primas. Después de este proceso de desindustrialización que ha desmantelado el 50 por ciento de la base productiva, es necesario desandar el camino de la destrucción que quería mantener a los venezolanos en la pobreza.
Esas reformas, darán un vuelco progresivo y rápido a la sociedad, la colocarán en una transformación prodigiosa como la que se vivió entre 1958 y 1968 con la sustitución de importaciones, que invirtió la distribución espacial demográfica y creó una nación moderna. Así se recuperará el prestigio perdido y regresarán las inversiones extranjeras. Venezuela ha estado entre las zonas con menor inversión de capitales extranjeros y nacionales en el mundo.
La imagen del país rueda por los suelos. Aparte de las extravagancias protagonizadas estos años en los eventos internacionales, la alianza con criminales despreciados en todas partes, Mugabe, Gadafi, Lukashenko, Al Asad, Castro, el mundo sabe que el país se ha tornado un pasadizo del tráfico de drogas. En 2010 ingresaron apenas 100 millones de dólares en inversión legítima, mientras pese a Cadivi -más bien por obra suya- se fugaron 5.000 millones de dólares.
Basta apreciar los esfuerzos que hacen Evo Morales, Rafael Correa y Ollanta Humala para dar seguridad a las inversiones, marcando así una distancia cada vez mayor con supuestos proyectos antiimperialistas alimentados por la imaginación enferma del ALBA. Lo fundamental es que la reconstrucción puede ser muy rápida y sin traumas.