La imagen ha debido ser muy fuerte. Un hombre pasado de kilos, metido en una bañera, y pendiendo todavía del brazo la jeringa con la inyectadora en la vena. El hombre es cadáver ya. Cuando lo encuentran han pasado unas cuantas horas, y no hay que ser demasiado perspicaz, piensan los policías, deciden esto es una sobre dosis. Al lado del cadáver unos sobres donde se estima venía la heroína que en sobredosis se inyectó Philip Seymour Hoffman antes de morir.
Hoffman había nacido el 23 de julio de 1967 en Fairport, Nueva York. Falleció el pasado domingo 2 de Febrero en la ciudad de Nueva York, en el Greenwich Village de Manhattan, a lo 46 años.
Fue un actor extraordinario. Un actor que rompía con moldes. Muy lejos de ser el hombre buenmozo, de buen físico, que se ejercita, capaz de hacer películas de acción. Todo lo contrario. Sin embargo, su talento histriónico permitió que opacase a las otras figuras emblemáticas. Tuvo una relación extraordinaria con el director Paul Thomas Anderson, con quien filmó Boogie Nights, Magnolia, Punch-Drunk Love, y el más reciente The Master, inspirado en la religión de la cienciología donde él hacia el papel del gran profeta de esta religión. Esa actuación le mereció una nominación al Oscar. Y de allí recordamos una escena absolutamente desbordada donde comparte con otro gran actor, Joaquin Phoenix. También tuvo relación con el director Anthony Minghella, con quien estuvo en dos películas, ambas muy importantes: El Talentoso Mr. Repley, donde pasa a ser una de la victimas de Matt Damon al descubrir las trampas del señor Repley. Y luego Cold Montrain, donde hizo el papel de un predicador borracho, mujeriego, tramposo y ruin.
Era un actor que definitivamente se apoderaba por completo del personaje, y tenía esa virtud que hace la diferencia entre un actor normal, correcto, y un gran actor. Uno le sentía la verdad a Philip Saymour Hoffman, uno sentía que el papel que estaba representando era él en efecto.
Entre sus películas más destacadas, por supuesto, Before the Devil Knows You’re Dead (Antes de que el Diablo sepa que has muerto), la última película que filmó en vida Sidney Lumet. Y, además, su actuación en Doubt, junto a Meryl Streep y Amy Adams, donde también recibió un reconocimiento de la Academia.
Su problema con las drogas al parecer le viene desde los 22 o 23 años, cuando egresa graduado de la Universidad de Nueva York. Había confesado que, para esas fechas, se había sometido a procesos de rehabilitación. En una entrevista de no hace mucho tiempo atrás, reconoció que tenía ya dos décadas sin probar ningún tipo de droga. Pero el año pasado, en una entrevista con el portal de noticias www.TMZ.com, confesó que “había sufrido una recaída tras haber consumido heroína y que había pasado 10 días bajo tratamiento”.
Sin embargo, volvió. Buscó la fatídica jeringa, le colocó la droga, ésta fue a su torrente sanguíneo y se truncó, a la joven edad de 46 años, la vida de un actor sencillamente extraordinario. Es una pena.