Una persona trabaja toda la vida, treinta años, quizás más, y luego se jubila. Si tiene la buena fortuna de estar protegido por un satisfactorio y solvente sistema de Seguridad Social, tendrá un trecho final en la vida cómodo, agradable, para descansar. Estamos hablando, por supuesto, de una persona que tiene un trabajo que no exige de él mayor creatividad.
Un artista, un creativo, un pintor, un escritor, un músico, es una persona que, por lo general, no se retira y ello porque la creación -se entiende- es consustancial a su persona, a su vida y a su oficio. Los creadores, a menos que tengan una decrepitud avanzada, a menos que la senilidad les invada de una manera total, suelen estar trabajando hasta el final sin retiro posible. Picasso, por ejemplo, pintó hasta prácticamente el último de sus días. Igual los grandes músicos han tratado de hacer música hasta el último aliento.
Por ello, cuando nos enteramos que un artista, en este caso un talentosísimo y destacado escritor, dice: “Ya no sigo trabajando más porque ya o se me ocurre más nada”, esto es sencillamente extraño.
¿Cómo se jubila o se retira un escritor?
Estoy hablando puntualmente de Philip Roth, uno de los grandes escritores norteamericanos quien, a sus 79 años, ha dicho: “Las musas no volvieron”. Le declaró a The New York Times: “Esperé durante un mes o dos para tratar de pensar en algo más -se refería a una nueva idea para escribir – y pensé ‘Quizá ya está, quizá ya está’”. Es la traducción muy literal de:“This is it”: expresión que en los Estados Unidos significa “se acabó”, “hasta aquí llegamos”.
Según dice la nota que estamos leyendo del diario El Universal, en Caracas: Roth trató de revivir su espíritu creativo, releyendo a los grandes: Fiodor Dostoevsky, Joseph Conrad, Ivan Turgenev, William Faulkner, Ernest Hemingway. Luego volvió a su propia obra, que abarca desde la sexualidad explícita de “El Lamento de Portnoy” hasta su obra –para muchos cumbre- La Pastoral Americana, que le valió el Premio Pulitzer.
Pero las musas, -como en la canción de Serrat- pasaron de él y ya nunca más regresaron. Es entonces cuando decide retirarse.
¿Qué hace un jubilado? Pues, un jubilado se dedica a descansar si vive en un país, digamos, del primer mundo, con una buena seguridad social. Probablemente se dedique a viajar, se reúna con los amigos, quizás se aficione al golf, (en nuestra latitud suelen hacerlo al dominó). La vida tendrá horas más lentas, más apacibles.
En el caso de Philip Roth, éste ha decidido refugiarse en el iPhone. Ha descubierto el iPhone y ha empezado a leer: “iPhone para estúpidos”. Dice que luego de haberse zambullido en ello ya se considera un avanzado. “No he leído una palabra en dos meses, saco esta cosa y comienzo a jugar con él”.
Una vez que se ha zambullido en estos aparatitos, comenta: “En el futuro los lectores habrán muerto”. Esto nos recuerda el libro de Ricardo Piglia, ese largo e interesantísimo ensayo “El último lector”.
En efecto, ¿morirán los lectores? ¿Todos se sumergirán en las pantallas, grandes o pequeñitas del iPhone? Para Philip Roth así será y lo está advirtiendo quien, para llegar a ser un gran escritor, como evidentemente lo ha sido, antes tuvo que ser un gran lector.
¿Nos esperará a todos, ya en la recta final de nuestras vidas, la vuelta inesperada de Philip Roth?
Lo dudo. Los escritores seguirán.