Míster Rolex
Pasar de incógnito, sin embargo, era imposible. Porque Dieguito Salazar era una sombra viva y activa en PDVSA. En la PDVSA de la Era Chávez. En la PDVSA de Rafael Ramírez. En la PDVSA de los precios altos del petróleo. En el entorno de los negocios se le conocía como Míster Rolex, o Míster TAG Heuer. Por su gusto casi enfermizo por los relojes de estas marcas. Los solía regalar sin mayores o menores explicaciones a aquellos con quienes se reunía. A quienes lo visitaban en su oficina. O a quienes él visitaba en la oficina de ellos. O con quienes comía en un restaurant. O a quien le provocaba agasajar por algún favor. O por simpatía. O simplemente para dejar constancia de su nuevo estatus de boliburgués, los nuevos ricos formados bajo la revolución bolivariana. Lo que hacía era más extravagante que la anécdota aquella del Tigre Emilio Azcárraga, el empresario mexicano fundador de Televisa, que le regaló su reloj al empleado que en el ascensor le señaló que era bonito. También a Dieguito lo conocían con el sobrenombre de Señor Edificio. No sólo por sus inclinaciones a las inversiones inmobiliarias. Esto sería de lo más normal. Sino por ocupar pisos completos. Y allí estaba el personal que lo asistía. Y allí desarrollaba sus extravagancias boliburguesas. Corredores de inmuebles aseguraban que, en 2008, Dieguito Salazar poseía inversiones millonarias en pisos de oficinas en Caracas, tomando en cuenta que es dueño de buena parte de la exclusiva Torre Edicampo. Además, hay que sumar la inversión hecha en varios edificios residenciales en los que además de vivir alojaba al tren de acompañantes, escoltas y hasta chefs que le servían a tiempo completo. Entonces eran los banquetes. Entonces las reuniones de negocios. Y los músicos. Y el micrófono. Y un tren de mises para engalanar las veladas. Todo se traducía en decenas de millones de dólares en inversión y varios millones de dólares en gastos mensuales. Antes de la crisis de la Era Maduro, cuando los inmuebles tenían precio en Caracas, comenzó con una oficina en el Centro Lido, la que dejó para mudarse a la Torre Edicampo. Un ejecutivo que trabajó de manera directa con él, recuerda que el piso lo tumbó varias veces hasta que por fin quedó conforme con la remodelación, en cuyas paredes sobresalían dos pinturas de Armando Reverón, un Michelena y varios Jesús Soto. Tal vez el Reverón que Nicolás Maduro enseñó este fin de semana. En la cava de vinos no faltaban entre 30 y 40 botellas de Dom Pérignon. Y ahora, en su casa, según Maduro, se halló el juego de ajedrez con piezas en oro.
Socio del Caracas Country Club
Cómo ocultar detalles. Tan evidentes como la decisión de hacerse socio del Caracas Country Club. He allí la evidencia. Decía otro informante que ahí sí, que por tal audacia, Rafael Ramírez se molestó, lo regañó y hasta momentáneamente se distanciaron. Porque este tipo de conducta ya rayaba en la opulencia. No le bastaba acumular sino demostrarlo y ser reconocido al mismo tiempo. Que eso pasa con el dinero. Después de la acumulación, quiere el reconocimiento. La verdad es que Dieguito Salazar le indicó la ruta a Carlos Aguilera, exjefe del Sebin, y al extesorero Nacional Alejandro Andrade, ambos de la Era Chávez: Golfista aquél, hípico el segundo, asiduos del Country Club. Pero Aguilera era de más bajo perfil hasta que los escándalos de los contratos lo dejaron al descubierto. En cambio, Andrade y Dieguito se parecen en cuanto a mostrarse y no escatimar gastos. A Andrade, de sombrerito, antes de buscar refugio en Estados Unidos, se le veía en las caballerizas del Country Club. En familia, con la esposa, con el hijo que entrena y compite. Que el joven es ecuestre. En Venezuela, la equitación es un deporte de cinco o seis clubes. Es un mundo pequeño en el que se conocen todos. El reclamo de Rafael Ramírez, de primo a primo, era que haciéndose socio del Country Club traicionaba la memoria del padre, el legendario guerrillero Diego Salazar Luongo, amigo de Chávez, constituyente en 1999, amigo de Alí Rodríguez, también expresidente de PDVSA, protector de Ramírez. ¿Qué pensaría Diego Salazar Luongo en estos momentos? La respuesta viene de uno de los viejos camaradas: “Nada, Diego no diría nada. Además, Dieguito está haciendo honor a la clase en que nació. Dieguito no es ningún revolucionario. Nació en la clase media acomodada y lo que ha hecho es ascender. Rafael tampoco puede quejarse. Él mismo es de la clase media alta. ¿Y con quién se casó?”. Si Ramírez se molestaba, en el Country había otros que reventaban. De hecho, uno de los socios, una tarde, lanzó a la entrada de la Casa Club un cargamento de papel sanitario y dijo a los porteros que el regalo era para que los miembros se limpiaran el trasero, el sucio trasero después de haber permitido el ingreso de Diego Salazar Carreño. El viejo Diego Salazar Luongo estaba casado con una hermana del padre de Ramírez. Exguerrillero, era conocido como “bravo entre los bravos”. Un libro suyo es un clásico en la literatura guerrillera: Después del túnel. Al abandonar la guerrilla y la clandestinidad entró en el negocio de los seguros. Era socio de Germán Ferrer, el esposo de la fiscal general destituida, Luisa Ortega Díaz, en una firma de corretaje llamada Presente. Hacía negocios con el Estado. Pero no en la magnitud que los haría Dieguito. De hecho, el padre vivió de manera modesta hasta la muerte. En la guerrilla se hizo amigo de otro guerrillero, Alí Rodríguez. Más tarde, Rafael Ramírez conoce a Adán Chávez, hermano mayor de Hugo Chávez. Por allí vino el enlace. En los comienzos de la Era Chávez, Rafael Ramírez pasa a presidir el Ente Nacional del Gas. Después será presidente de PDVSA y ministro de Petróleo. Todo un poder. Y él se ufana de ello, de la confianza que Chávez depositó en él. También hay que destacar la confianza que Ramírez depositó en Dieguito.
El asesor de los millones
Todo estaba el descubierto. Ido Ramírez en 2014 de PDVSA, comienza la investigación de los seguros. Ya Ramírez había admitido el papel del primo en calidad de asesor de PDVSA en materia de seguros y reaseguros. Lo admitió en una entrevista en Globovisión con Vladimir Villegas. Sólo asesor. Ya desde 2006, a Dieguito Salazar Carreño se le había encomendado la tarea de los seguros de Cadafe y La Electricidad de Caracas. El primo Rafael Ramírez le había pedido al primo que le acomodara el desarreglo en la póliza de salud de Cadafe, empresa eléctrica en la que había colocado a otra prima. Los costos se habían ido por el cielo y Ramírez temía que la situación se le escapara de las manos. En descargo de Dieguito, hay que apuntar que buscó especialistas en el mercado y logró bajar en un 50% los gastos y, de paso, a otro familiar de Rafael -que no es familiar de Dieguito- lo removieron del cargo. Ese fue un tiempo en que Ramírez se empeñaba en unificar las pólizas de salud de Cadafe con PDVSA o con el Ministerio de Energía y Petróleo. En la idea lo acompañaba Nervys Villalobos, presidente de Cadafe. Después, en julio de 2007, fue que Chávez creó Corpoelec. En 2015, Villalobos suena en los escándalos de los bancos de Andorra. Como Dieguito hoy, acusado por el fiscal general Tarek William Saab y el propio presidente Nicolás Maduro. Ramírez reconoció que era asesor. Pero el entorno de los negocios prefería llamarlo gestor. También operador. Y eso se debe a que en virtud del afán de no atraer la atención, desviaba hacia firmas aliadas lo grueso de las colocaciones. O sea, garantizaba los contratos de PDVSA. Contratos que son luego intermediados por segundas y terceras firmas de corretaje que a su vez se encargaban de la colocación en aseguradoras y reaseguradoras de prestigio. En esto último no hay duda. “De su parte no hay compañía. No hay corretaje. El corretaje de Dieguito es él mismo. Directamente. Y todo lo que viene después es magia financiera”. Lo apuntaba un asegurador que fue de su entorno. ¿Y si no hay compañía cómo se hacen los pagos? “Dándole la vuelta al dinero”. Después, claro, tuvo que montar estructura propia, la compañía Inverdt, C.A., pero no para manejar los seguros y reaseguros, sino con el fin de entrar en otros negocios, ya que desde cierta fecha, 2009-2010, la diversificación comienza a ser evidente con la visita de personajes chinos de estatura china, con ojos chinos, español con acento chino, inglés con acento chino, con voluntad y ambiciones chinas, que lo visitaban en su oficina del piso 9 de la Torre Edicampo. Después, caído el Banco Espírito Santo es que se confirma una extraña operación en la que una empresa china, Wison Engineering Services Co., ha recibido el mandato de hacer recuperaciones a la Refinería Puerto La Cruz, en el estado Anzoátegui, oriente de Venezuela. El caso no hubiera trascendido de no saberse, más tarde, a raíz del derrumbe de BES de Portugal, que los chinos no contaban con el músculo financiero. Que el responsable chino estaba preso. Y que el propio gobierno de China había hecho la advertencia. Hay que apuntar que los acuerdos con China toman vuelo impulsados por el combustible de Chávez, PDVSA y Ramírez. De todas maneras, en el área que Dieguito Salazar ha tenido mayor resonancia -al menos en los círculos privados del poder chavista y empresarial- es en la trama de los seguros y los reaseguros, que con ello bastaría para hacer figurar a una persona en la lista Forbes. Tómese en cuenta la gama de empresas manejadas por PDVSA. O como dijo Ramírez en aquella entrevista con Villegas: Es una empresa de 140.000 millones de dólares en activos.
El expediente de la época Del Pino
Hay un expediente. No el de Andorra, al que se refieren Saab y Maduro. El otro. El de los seguros. Elaborado en el periodo post Ramírez. En los inicios de la presidencia del hoy también defenestrado y detenido Eulogio Del Pino. Ese expediente da cuenta de sobreprecios en los seguros por espacio de casi una década. Sobreprecios de 200 millones de dólares anuales. Y sobreprecio en pólizas que nunca se contrataron. Con el petróleo a 100 dólares el barril cualquier iniquidad se tapaba. Tampoco la empresa dispuso de los contratos. Así como se lee. La documentación escrita no existe en PDVSA. El “asesor” se quedaba con ella. De modo que la empresa no sabía de la cobertura pese a los millones que cancelaba. Es el siniestro de la Refinería de Amuay, en el estado Falcón, occidente del país, el que enciende las alertas. No había cobertura. Si antes se sospechaba que eran algunas áreas las que no estaban reaseguradas, hoy no hay duda de que la cobertura era inexistente. Por no decir nula. Por ello se tejió la versión del sabotaje. Por ello PDVSA pagó los daños colaterales. Para que no se investigara. ¿Lo sabía Hugo Chávez? Este compró y defendió la versión del sabotaje. Y atacó a la oposición. Los aseguradores del país manejaban otra versión. Es la administración de Eulogio Del Pino la que le puso la lupa al asunto. El ahorro en seguros y reaseguros en 2016 alcanzó los 330 millones de dólares, y ello a pesar de que la cobertura era más amplia. Para calcular el sobreprecio de los 200 millones en los periodos anteriores, se corrió un modelo una vez que determinó el ahorro en los nuevos contratos. La ironía es que el asesor cobraba. Pasaba una factura a PDVSA de apenas tres millones de dólares. Eso reza el expediente. Pero el sobreprecio es otra cuenta. Y es por ello que no debe extrañar la cifra aportada por Tarek William Saab de que Diego Salazar, detenido desde el pasado viernes, movió en las bancas de Andorra más de 1.300 millones de euros. Otro detenido, Roberto Rincón, en Houston, también movilizó volúmenes similares. Y aquí cabe la pregunta: ¿Cuánto acumuló todo ese grupo vinculado a PDVSA? Una cifra sideral. Es como dice un banquero venezolano: Antes los ricos acumulaban con el petróleo a 10 dólares. Los de Chávez lo hicieron con el petróleo a 100 el barril.
Todos se tapan los ojos
En 2013, una fuente del entorno de Ramírez señaló que Diego Salazar, en efecto, había manejado “las pólizas de PDVSA, pero las perdió en 2009”. Esta frase era para protegerlo. Porque el siniestro de la Refinería de Amuay, ocurrido a mediados de agosto de 2012, puso en evidencia que aún los seguros, en particular los reaseguros, estaban bajo su tutela, aunque manejados por firmas especializadas. ¿Lo sabía todo Rafael Ramírez? ¿Y cuánto sabía Alí Rodríguez Araque? Este, expresidente de PDVSA, uno de los protectores de Ramírez, ha sido designado por Maduro presidente honorario de PDVSA. Alí Rodríguez todavía conserva la imagen de hombre honesto y firme en sus principios, pero cabe la duda de si en nombre de los principios y la revolución, le permitió algunas licencias al entorno. Se subraya que entre 2008 y 2009, durante su gestión en el Ministerio de Finanzas es cuando se suceden compras e intentos de compra de bancos por parte de boliburgueses, amparados en esquemas poco ortodoxos de financiamiento. Y no era sólo que los compradores recibían el beneficio de depósitos de bancos estatales para concretar la operación, sino que además se dieron situaciones premeditadas de debilitar y poner bajo observación la solvencia de entidades, justo las que eran objeto del apetito de los nuevos operadores. Todo eso ocurría a la vista del ministro. ¿Desconocía Alí Rodríguez Araque el papel del tesorero Alejandro Andrade en ese escenario de compras y recompras? Hay que decir que el juego de Andrade llegaba al punto de que algunos de los bancos pudieron sortear la situación favorecidos por las ayudas y auxilios que les prestó desde la Tesorería; por supuesto, no del todo gratuitas. Al banquero salvado eso poco le importaba. Se limitaba a decir: “Andrade es un estadista”. Cuando cayeron los boliburgueses dueños de bancos en la minicrisis de 2008, el esquema de Andrade quedó al descubierto. ¿Por qué no actuó antes Alí Rodríguez? ¿Y Chávez? ¿Dónde estaba Hugo Chávez?
Lo que destapa la explosión de la Refinería
Pero luego explota Amuay, un siniestro de grandes proporciones. Un informe técnico de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ha determinado que “el costo total estimado de los daños ocasionados por la explosión e incendio se calculó en el orden de 1.835 millones de dólares, discriminados en los siguientes aspectos: Activos de la Corporación 173,8; pérdidas de inventario 170,9; lucro cesante 1.200 millones; control y extinción del incendio 10,3; daños a terceros 234,7; indemnización a víctimas 35,2; daños ambientales 10 millones de dólares”. El Gobierno rebajó la cifra a 1.000 millones de dólares, y se insistió, bien Chávez, bien Maduro, y también Rafael Ramírez, en la opción del sabotaje, una manera de achacarle la culpa a la oposición y desviar el tema de los seguros. De hecho, transcurrido un año de la tragedia se insistía en el sabotaje, y cada vez que algún periodista intentaba preguntarle a Ramírez sobre Dieguito Salazar y la versión de que era el intermediario de la póliza de la Refinería de Amuay y otras de la corporación, se negaba a responder. Es más, la Gerencia de Comunicaciones de PDVSA condicionaba cualquier encuentro con el ministro y presidente de la empresa a que no se le tocara el punto. Es en verdad un aspecto que los mantenía ocupados y enredados. Mantener en reserva al intermediario, al primo. ¿Y cómo justificar que a la vuelta de un año y más, el siniestro siguiera sin pagarse y aún se estuvieran levantando informes y estudios? “No me preguntes de qué manera han ‘revolteado’ ese siniestro y que las cosas queden así”, señalaba uno de los antiguos camaradas empresariales de Dieguito Salazar. Por las declaraciones de uno y otro funcionario gubernamental se podía inferir que había la intención de confundir aún más el asunto. Ramírez hablaba de la necesidad de “cobrar pero no le puedo entregar el informe a las aseguradoras antes de que la Fiscalía determine lo que podemos hacer”. Esta frase está tomada del diario El Nacional. Y ese mismo día, 27 de agosto de 2013, el director de Finanzas de PDVSA, Víctor Aular, hablaba del “cambio parcial” del broker, en el entendido de los riesgos que no habían podido ser colocados. “Hubo un cambio parcial con el broker porque no se pudo colocar la totalidad de los riesgos, y tuvimos que buscar otro con el que se colocó la diferencia. Así que estamos en una situación donde una parte está con Cooper Gay y el resto con otras compañías”. La versión de El Nacional, firmada por Andrés Rojas Jiménez, amplía que “ahora figura Swiss Broker con la cual se gestionó pólizas con aseguradoras de Reino Unido, Francia y Suiza”. En estas declaraciones está el meollo. “No se pudo colocar la totalidad de los riesgos”. La pregunta es ¿por qué? La respuesta se encuentra en el expediente Del Pino, que será ahora que salga a la luz pública. Pues sigue siendo un misterio que mantenía al mercado en la expectativa, crítico del silencio en cuanto a los términos de las pólizas y del intermediario que llevó a la sociedad de corretaje el negocio, el contrato.
Un problema de comisiones
Para variar, bajo la espesa sombra de misterio, como la niebla londinense, el centro mundial del reaseguro, otro de los exaliados de Dieguito Salazar, uno de los que gozaban en el pasado del privilegio de entrar en el anillo de los seguros de PDVSA, al conocer el siniestro de Amuay señaló, sonreído: “De lo que me salvé. Dios protege al inocente”. La expresión se explica por una sencilla razón: Entre 2010 y 2011, Dieguito Salazar lo había dejado por fuera. Dieguito Salazar venía abrigando sospechas de que el intermediario no le estaba entregando la comisión completa. Ya una vez había logrado que subiera el monto. Pero las dudas siguieron acosándolo. Toda esta incertidumbre provenía, tal vez, de un antecedente. Remite a la Fórmula K, la cual conduce al miedo de los testaferros que se halaban los cabellos porque querían salir del núcleo de los acuerdos, recibir su parte y disfrutar los beneficios, pues, apuntaban, mientras hubiera Chávez para rato, la toma de ganancias no iba a ocurrir. Esta aprehensión, luego, se transformó en rabia. Los grupos en el poder sospechaban o descubrían que los operadores los habían timado. Por una carambola habían descubierto que no se les daba lo que les correspondía suponiendo el riesgo incurrido ya que, según los funcionarios, son ellos quienes llevan la mayor parte del riesgo. Descubrieron la trampa y se pusieron quisquillosos. ¿Cómo dieron con la pista? Por la terrible Fórmula K. La fórmula Kauffman la revela el mismo Carlos Kauffman. Se le sale, sin querer, en el juicio de Miami a propósito del coletazo del maletín incautado en el aeropuerto de Buenos Aires a Guido Antonini Wilson, otro escándalo que remite a la PDVSA de Ramírez y Chávez. La fórmula es que de una utilidad de 100 millones de dólares en bonos de la deuda él y Franklin Durán, socio de Kauffman, habían repartido casi 24 millones de dólares a sus contactos del Ministerio de Finanzas. Sólo el 24% que no es poco ni mucho menos. No obstante, la confesión era una bofetada para el jerarca o los funcionarios que hasta ese momento estimaban estarse quedando con la mayor parte del botín. 24% resulta ser una medida baja para el riesgo incurrido, pues era un 24% repartido entre varios. Y cuando Carlos Kauffman confiesa que sólo el 24% llegó a manos de sus cómplices del Ministerio de Finanzas, en las jerarquías de PDVSA, las gobernaciones, alcaldías, y los distintos organismos y ministerios, tomaron nota del dato, pasando a desconfiar de los operadores que hasta ese momento habían considerado confiables. “¿Cuánto en realidad nos entregaron?”, preguntaban. Cuánto en realidad, porque si es como lo dice Kauffman, no vale la pena tomar el riesgo. Para los jerarcas, 24 de 100 millones de dólares era poco dinero, y desde la delación, la búsqueda de nuevos operadores y nueva gente de confianza pasó a rangos de mayor exigencia. Ante la evidencia de que lo dicho por Kauffman desbarataba las reglas de juego, la proporción del reparto de Kauffman comenzó a conocerse entre los funcionarios como la Fórmula K. “No me apliques la Fórmula K”, decían entre broma y en serio. Sin fantasía, esta era la expresión, en noviembre de 2008, manifestada por uno de los operadores vinculados a PDVSA. ¿Qué habrán pensado Tobías Nóbrega, Alejandro Dopazo y Lenin Aguilera al enterarse de la delación de Kauffman en Miami? Ellos que habían sido, según confesión de Kauffman, beneficiarios de comisiones. Ellos, jerarcas del Ministerio de Finanzas. ¿Era ésta también la duda que abrigaba Dieguito Salazar? Cierta o no, la verdad es que en varias oportunidades cambió de agentes de confianza. Y en algún momento, la asesoría técnica no fue la correcta. Y de allí las costuras en el siniestro de la Refinería de Amuay. Y de allí la confesión de Víctor Aular sobre los riesgos no colocados. “Cambiaron hasta las condiciones del reaseguro”. Apuntó uno de sus exsocios. “Por ejemplo, aumentaron el deducible una barbaridad”. El deducible es el margen establecido en la póliza, el cual mientras no sea superado por la magnitud del siniestro, no se cancela.
-¿Y con qué objetivo amplías el margen del deducible?
-Es menos riesgo para el reaseguro y más comisión para el gestor. Así de fácil.
Otro de los exasesores de Dieguito Salazar manejaba una versión diferente.
-El deducible o la cautiva es lo de menos. Es un margen, una primera capa que no afecta a PDVSA. Lo que yo creo es que la cobertura del lucro cesante no estaba vigente.
-¿Cómo puede ocurrir tal cosa en una corporación de esta naturaleza?
-La póliza tiene tres coberturas medulares. El riesgo industrial, el riesgo de transporte y el lucro cesante, que es lo que se te paga cuando un siniestro afecta tus operaciones y te paralizas. El lucro cesante se calcula sobre la base de cuánto es lo que produces. Para determinarlo, tienes que decirlo, tienes que presentar balances. Como en PDVSA todo ha pasado a ser secreto, es casi un imposible determinar el costo de la operación -en este caso era Amuay- y, en consecuencia, calcular el lucro cesante.
-La poca transparencia dejó a PDVSA sin la cobertura.
-Esos contratos tienen que ser transparentes. El que los toma y cómo distribuye. Antes, 14 aseguradoras venezolanas manejaban esos seguros y existía la Reaseguradora Nacional. Ahora se reparten con el mayor sigilo. En la administración de Humberto Calderón Berti (presidente de PDVSA en los años 80), se creó PdvRepara encauzar los reaseguros. La reaseguradora líder y la distribución que esta haga, no pueden ser secretas. Te pongo el ejemplo de Polar. Una empresa de estas dimensiones está en su derecho de saber no sólo cuál es la reaseguradora líder sino cómo la líder ha distribuido la cobertura. Y está en su derecho, pues debe contar con la seguridad de que se ha hecho con criterio técnico, pues a la hora de un siniestro lo menos que quiere es sufrir demoras y reclamos. Si esto es así para Polar, ¿por qué no para PDVSA que es de todos los venezolanos?
Esta explicación remite a las declaraciones ya citadas de Aular y al misterio de Ramírez, Chávez, Maduro y todo el Gobierno en torno al siniestro que había dejado 40 muertos. Aunque tal cosa no parecía quitarle el sueño a ninguno. Por el contrario, se acumulaba más poder en las instancias de PDVSA. Y Hugo Chávez, en su recorrido por el sitio de la tragedia, soltó esta frase que dice mucho y explica por sí sola por qué el enredo de los seguros y los reaseguros era apenas una minucia en su esquema de poder, o de su crueldad personal: “Algún filósofo dijo, no me acuerdo quién, la función debe continuar, con nuestros dolores, nuestros pesares y nuestros muertos”.
PDVSA busca la fórmula para proteger a Salazar
Era Seguros La Occidental, empresa del grupo de Víctor Vargas Irausquín, la que oficialmente debería haber dado la cara en el siniestro de la Refinería de Amuay. La Occidental era el fronting necesario del reasegurador y el intermediario del corretaje -léase Dieguito Salazar-, obligado a buscarse una empresa de seguros que asumiera el contrato local y al mismo tiempo formalizara el reaseguro necesario. “La realidad de los hechos, que tiene pleno respaldo documental, es que la Refinería de Amuay estaba protegida por una póliza de seguros colocada a través de Seguros La Occidental, y que fue cedida en un 100% en reaseguro a empresas reaseguradoras internacionales de primera línea”, precisa un documento interno del grupo de Vargas, de lo cual se confirma el manejo de la póliza. Pero el siniestro de Amuay fue quedando en el olvido casi hasta la conveniencia de otras aseguradoras que llevaban las pólizas de los negocios de los particulares afectados por la explosión. Y es que era PDVSA, empeñada en que no se siguiera hablando del caso y de que no se procediera con averiguaciones más que incómodas, la que asumía los pagos de los siniestros en cuestión. Este proceder confirma el interés por parte de PDVSA de apaciguar los rumores, que se hacían más sonoros producto de las contradicciones manifiestas en las declaraciones de los funcionarios para explicar los términos de la cobertura y de los riesgos que habían quedado fuera y que condujeron al cambio parcial del broker. En fin, la petrolera buscó la vía a través de Pdvic, o lo que es lo mismo, PDV Insurance Company LTD. (Pdvic), la subsidiaria de manejar los seguros. Es que una vez que La Occidental cede la póliza al reaseguro, Pdvic, emite un comunicado el 17 de mayo de 2010 en el que asume, alegando razones estratégicas, que los siniestros pasan a ser manejados directamente por la Gerencia de Riesgos y Seguros Corporativos, salvando a La Occidental de involucrarse directamente en el siniestro de Amuay, y a las otras aseguradoras, en cuanto a los afectados periféricos por la explosión. Y es que pese a la solicitud de aseguradores y reaseguradores de realizar los peritajes correspondientes, PDVSA-Pdvic optó por asumir el pago de las indemnizaciones. Era preferible esto a que se demostrara, por ejemplo, que el siniestro no fue producto del sabotaje o que el escándalo no se apagara -como sí se apagó el fuego- y se siguiera hablando de Diego Salazar. Con la fórmula propuesta por Pdvic, ya no se habló más de Amuay ni tampoco de Salazar, hasta que Rafael Ramírez es sacado de PDVSA y se levanta el expediente en la época de Del Pino, y aparece Tarek William Saab hablando de la mafia de Andorra y de todos los millones del mundo. Y Maduro habla de la lucha contra la corrupción. Y Saab también. Y Ramírez intenta defenderse escudándose en Hugo Chávez, en la memoria de Chávez, pero la memoria ya no lo salva porque detrás de las detenciones, 65, en el mundo de PDVSA, también se esconde una lucha por el poder.
La sentencia
Si había dudas sobre la purga. Sobre la lucha del poder de Maduro contra Ramírez, la caída del primo Dieguito Salazar es la constancia definitiva. Y es que Ramírez piensa en el desastre del gobierno de Maduro y sin que le pese el desastre de la gestión suya en PDVSA, piensa en la candidatura presidencial, piensa en el rescate del chavismo original. Por ello Maduro lo ha ido atacando por los costados, por los flancos, y ahora de frente, y ya se prepara para hacerlo de manera envolvente. La historia le reclamará a Ramírez su corresponsabilidad en haber acabado con la corporación energética que era PDVSA; haberla endeudado; haberla convertido en una extensión del aparato político y del proselitismo chavista; y haber permitido que permeara la corrupción a gran escala. La historia le reclamará el trasvase de recursos al gobierno para el uso clientelar. Le reclamará haber convertido una empresa modelo en un brazo del Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV. Los escándalos lo perseguirán. Las pólizas de seguros, el siniestro de la refinería de Amuay, la estafa del fondo de pensiones de PDVSA, la conformación de una casta, la boliburguesía petrolera; el manejo de la tesorería de la corporación en el Banco Espirito Santo, a pesar de los riesgos que esta entidad entrañaba, y donde aún es un misterio la cantidad de dinero que se perdió. Le perseguirá el plan para vender por piezas a Citgo, empresa propiedad de PDVSA en Estados Unidos, sus nexos con Roberto Rincón, el empresario detenido en Houston; los escándalos de la BPA y Banco Madrid, la mafia de Andorra, como la llama ahora Maduro, quien antes habló de los malos manejos en la dirección de mercadeo interno de combustible, y aunque Ramírez ya había dejado la empresa, se supone que las irregularidades y la penetración de las mafias que hacían posible el contrabando de gasolina, correspondían a su tiempo a PDVSA. Sin embargo, Ramírez, en entrevista con José Vicente Rangel del 14 de septiembre de 2014, se limitó a apoyar la decisión -PDVSA entra en otra etapa, dijo- necesaria en la lucha contra el contrabando de los combustibles. La respuesta sonó a algo así como que eso no es conmigo. La verdad es que Maduro lo quería fuera de PDVSA. La relación con Chávez era una cosa y otra con Maduro. Inclusive, Jorge Giordani, el eterno jefe de Economía de Chávez, en su carta de despedida del gobierno de Maduro, señaló a PDVSA de actuar como ente autónomo y a Ramírez de ser un poder dentro del poder chavista. Cuando la crisis económica se le encimó al gobierno de Maduro, Ramírez sumó a su anillo de poder el cargo de vicepresidente económico. Desde allí presentó una primera solución que a los meses había fracasado y es por ello que a mediados de 2014 aparece como todo un pragmático ofreciendo una receta de ajuste económico en cuyo diseño había contado con la ayuda de Lazard, el Banco Central de Venezuela, el equipo del representante de Venezuela en el FMI, José Rojas, y de otros banqueros de inversión. Maduro, en una clara estrategia de exponerlo y dejarlo al descubierto, dejó que él solo corriera con los riesgos de la exposición del plan, el cual incluía aumento del precio de la gasolina, convergencia cambiaria y una reforma tributaria. Ramírez creía que Maduro había comprado el programa, puesto que en la práctica las medidas eran inobjetables e improrrogables. Sólo que Maduro consideró que había llegado el momento de darle la estocada final, pese a que Ramírez no se cansaba de repetir que todo lo que hacía PDVSA y él mismo, estaba supeditado a las políticas de Estado, lo cual podía leerse como una respuesta a Giordani. Pero en la izquierda del chavismo, el plan era criticado por pragmático y capitalista mientras que el empresariado, la banca de inversión y los analistas económicos, lo aplaudían. Escándalos de última hora -como que Venezuela compraría petróleo a Argelia– terminaron de minar la credibilidad de Ramírez, y Maduro aprovechó el momento no sólo para moverlo a él, sino para sacudir el entramado gubernamental, colocar en los puestos claves a gente de su mayor confianza, y descabezar -moviéndolo a canciller y luego a embajador en la ONU– al hombre que había manejado la chequera petrolera en casi toda la Era Chávez. Disminuyendo a Ramírez, Maduro acababa con el triunvirato del poder que había dejado Chávez antes de morir. Sólo le falta Diosdado Cabello para terminar de consolidar su poder interno. Por ahora Ramírez se escuda en una frase que apunta en muchas direcciones: Todo lo hice respondiendo a lo que indicaba Chávez. ¿Es una amenaza?