Por: Félix Seijas
Un año de grandes vaivenes en lo político, económico y social llega a su fin. El impacto que estos ya casi 365 días de 2014 tuvieron en la matriz de opinión de los venezolanos es notable.
Los sucesos de febrero y el recrudecimiento de la crisis económica -cuyas caras más visibles la encontramos en la inflación, el desabastecimiento y la escasez- le han cobrado a la revolución una cuota importante en monedas de apoyo popular. Sin embargo, dentro de todo aquello identificado como “revolución”, el gran perdedor en 2014 es, sin lugar a dudas, el presidente Maduro.
La percepción sobre la situación del país ya venía registrando números rojos desde el año pasado, finalizando aquel diciembre con 68% de venezolanos que la evaluaba como negativa. En la actualidad, este número se ubica alrededor de 80%, y su incremento se alimenta de personas que se autoidentifican como “chavistas”. Algo similar ocurre con la evaluación de la gestión del actual gobierno, la cual cerró 2013 con 52% de señalamientos negativos, cifra que hoy se ubica en 65%. Por su parte, el PSUV como organización política pasó de 38% a un aproximado de 30% de simpatizantes. Es decir, la confianza en la administración revolucionaria disminuyó alrededor de 13% durante los últimos 12 meses, mientras que el partido de gobierno decreció cerca de un 8%.
Si comparamos estas diferencias con el casi 20% que la imagen de Maduro vio desvanecerse en 2014 -para diciembre 2013 50% de los venezolanos manifestaba tener una opinión favorable sobre el presidente, cifra que cierra este año cerca del 30%- visualizamos un escenario en el cual se ha perdido de manera importante la identificación con el mandatario nacional, lo que ocurrió en una medida bastante menor con la evaluación de un gobierno que la gente identifica como “chavista” y con la organización política que lo representa.
Los escenarios para una hipotética confrontación electoral entre oficialismo y oposición también registraron cambios interesantes. Si nos guiamos por la pugna presidencial, en los últimos 12 meses el oficialismo ha perdido alrededor de un 17% de intención de voto, el cual ha pasado en su mayoría a engrosar las filas de los indecisos. Esto coloca a la oposición en una situación de ventaja aparente: si los indecisos efectivamente no votaran, la oposición tendría una ventaja de entre el 15% y 20%.
Sin embargo, estas cifras deben ser vistas con cuidado. El oficialismo ha perdido intención de voto porque entre sus filas los desencantados no identifican a un líder capaz de retomar la bandera de Hugo Chávez; por lo tanto, al preguntarles por quién votarían, estos desvían su respuesta hacia el “no sabe” -de hecho, en el rubro intención de voto, la oposición apenas creció durante este año alrededor de 4%, el mismo incremento que en conjunto registraron en simpatía las organizaciones políticas que adversan al gobierno-. Por su parte, importantes factores de la oposición destinaron buena parte de 2014 a forcejeos por capitalizar liderazgos y crecer a lo interno. Es decir, ellos concentraron esfuerzos en aumentar su número particular de seguidores atrayendo a opositores ya convencidos, y descuidando de esta manera el gran mercado que representa ese mar de desencantados que día a día viene creciendo. Ante tal descuido, estos podrían ser “reabsorbidos” por el oficialismo.
Si bien los cambios aquí descritos se aceleraron hacia finales de año, ya desde 2013 la matriz de opinión se viene mostrando como un ente inquieto. Los estudios cuantitativos son el termómetro que muestra la temperatura del sistema en un momento dado. Sin embargo, les toca a los estudios cualitativos mostrarnos el sentimiento de tales mediciones y revelarnos aquellos síntomas latentes que dan pistas de hacia dónde se pueden dirigir las cosas.
En este sentido, por donde miremos encontramos señales de que la frustración de los venezolanos crece a un ritmo importante. De no cambiar esta situación, en 2015 se podría registrar un nivel de abstención peligroso para las aspiraciones tanto del oficialismo como de la oposición. No hay dudas de que la puerta de la oportunidad está abierta para estos últimos y, como lo sugirió Jesús “Chúo” Torrealba en un tuit reciente, ganar las parlamentarias sería “el inicio” para producir el cambio que promueve la Unidad. Si las fuerzas opositoras, en su conjunto, no dan los pasos adecuados hacia esa puerta, esta podría cerrarse de golpe dejando a millones aturdidos.