Los amados de los dioses murieron jóvenes. Así reza el viejo adagio griego. Los queridos de los dioses pues estos se los llevan con prontitud. Y así quedan personajes siempre jóvenes. Así James Dean puede seguir siendo el eterno rebelde sin causa. Así Carlos Gardel puede seguir siendo el elegante y guapo morocho del abasto que sigue lamentándose de que la minucia de 20 años no son nada. Así el Che Guevara puede seguir siendo una suerte de idealización de un guerrillero. ¿Se imaginan al Che Guevara de octogenario en la actualidad? Claro, si hubiera llegado a los 80 años, evidentemente no habría tenido esa muerte heroica en Bolivia, habría sido un burócrata o un asesino más de la revolución cubana. Pero se fue joven y ahí queda us imagen. Vale para tantos, vale también por supuesto para Marilyn Monroe.
El 1 de junio de este año, Norma Jeane Mortenson, quien después se llamaría Norma Jeane Baker, y quien después se llamaría Marilyn Monroe quien nació en la ciudad de Los Ángeles en 1926. la señora Marilyn Monroe habría cumplido 90 años.
Marilyn nos abandonó cuando tenía escasos 36 años estaba en la plenitud de su gloria, en la plenitud de su belleza. Era la mujer en su maravillosa feminidad, en toda su belleza. Pues nos queda es la imagen de esa maravilla de mujer de 36 años. La que había seducido a James Dougherty, su primer marido. Nada menos que a Joe DiMaggio el gran big leager de los Yanquis y nada menos que a Arthur Miller el gran dramaturgo. La misma que sedujo en pleno apogeo del poder, nada menos que al presidente de los Estados Unidos, y después a su mismísimo hermano Bobby.
Esa mujer arrebatadora es la que permanece en nuestra memoria. De haber llegado al año de hoy, 2016, con sus 90 años ¿Se la imaginan? A lo mejor habría perdido toda memoria y había sido consumida por el Alzheimer. A lo mejor un mal de Parkinson le haría temblar toda la piel y los recuerdos. A lo mejor estaría recluida en un ancianato. O a lo mejor, de haberse mantenido perfectamente lucida, que también cabe, activa y dinámica, sería apenas un pálido reflejo, una ancianita, una bisabuela, que ya ni siquiera abuela, y nada que ver con ese mito sexual que sedujo a las generaciones de su tiempo. Y qué duda cabe, a todas las generaciones que vendrían después.
Los dioses, por eso, a esos seres especiales se los lleva temprano para que nunca puedan morir envejeciendo.