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  No hace mucho comentábamos una maravillosa novela del escritor británico Harry Thompson, “Hacia los confines del mundo” que narraba la expedición del “Beagle”, aquel barco donde Charles Darwin salió a recorrer las tierras del sur de la América, llegó a la tierra del fuego y después terminó en Galápagos. En esa novela, la expedición del “Beagle”, era en realidad una expedición para levantar mapas. La marina británica, la más grande y poderosa del planeta en ese momento, se encargaba de levantar grandes mapas para que se facilitara la navegación de su marina mercante, estábamos en dominio del gran imperio británico.

  Levantar mapas, hacer mapas, cada vez más precisos, más acuciosos era una tarea importantísima. Nuestro continente se llama América y no Colombia, -que sería lo lógico, porque fue descubierta por Cristóbal Colón- se llama América, porque fue Américo Vespucci el que primero levantó un mapa medianamente completo, podemos decirlo así, de lo que es nuestro continente, él es el que lo da a conocer en Europa. Y es por ello que al nuevo continente se le conoce por el mapa de Américo Vespucci y es por lo tanto es el mapa de América. Los mapas son fundamentales, o eran fundamentales, porque cada día estamos utilizando menos y menos mapas.

 Hago este comentario luego de haber leído una nota que firma Simon Garfield  en la BBC. Garfield es autor de libros sobre mapas y hace reflexiones muy interesantes sobre lo que es hoy por hoy el GPS. Los mapas hoy en día son tan precisos que ni siquiera existen. Un GPS ha cambiado por completo, inclusive, el concepto del viaje, del recorrido de la navegación. Antes en un mapa usted lo desplegaba y decía yo voy a ir del punto “A” al punto “B” y eso me iba a llevar tanto tiempo, e iba a tomar tales carreteras, o iba a navegar por tales rutas. Hoy en día no, hoy en día en tiempos del GPS uno va de “mí” al punto B, porque el centro del mapa ahora soy yo. Cuando veo el GPS en el centro del GPS estoy yo en mi carro o donde esté caminando en ese momento. De manera tal que esto ha cambiado por completo la noción del mapa. Además,  que tenemos mapas -como decíamos- cada vez más y más exactos. Uno va rodando orientado por el GPS y nos dice cuanto tiempo falta de recorrido. Y estos instrumentos que ahora se han popularizado, y que nos sirven para  recorrer carreteras en el mundo, antes se utilizaban en la navegación en los mares y océanos de nuestro planeta.

  Los coleccionistas de mapas, por ejemplo, pueden ver como una misma región va variando según el tiempo y los nuevos mapas. Hablemos de nuestro país. Hablemos de lo que era la provincia de Venezuela, hablemos de lo que era el Mar Caribe. Los primeros mapas del siglo XVI son mapas vagos, bastante inexactos. De repente una isla está en un sitio y luego se mueve a otro, y en algún mapa ya termina hasta desapareciendo la isla, porque cada vez que venían nuevos cartógrafos había que modificar ensenadas, playas, bahías, istmos. Así de una realidad que tenía sorpresas, porque cuando se buscaba en el mapa, allí no estábamos, o no estaba la ensenada que buscábamos, hemos pasado a mapas cada vez más exactos.

  Los mapas eran la razón fundamental para entrar, ya lo decíamos, en la aventura. Un mapa y un compás, un mapa y una brújula. Desde los mapas de los piratas, -no hay historia de piratas que se precie que no tenga un mapa del tesoro en algún  momento-  hasta estas otras historias donde se buscaba “El Dorado” por ejemplo, de lo cual, nunca hubo un mapa preciso. Pero ahora estamos en otros tiempos. Mira entonces uno con algo de nostalgia, aquellos antiguos que tenían que entrar en ensenadas, medir aquí, medir allá para tratar de levantar mapas exactos. La exactitud hoy en día, por lo visto, cabe en la palma de la mano.

 

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