La historia de los doblegados, de los prisioneros condenados a largas penas en la cárcel, que son sacados de estas celdas para ponerlos a pelear por una causa de bien, ha llenado páginas en la literatura, y mucho mucho metraje en el cine. Por ejemplo, Kurosawa con sus Siete Samuarai, narra la historia de siete individuos dedicados al mal, que de repente se dedican a proteger a los pobres habitantes de un pueblo. La trama luego daría pie para The Magnificent Seven, Los Siete Hombres y un destino, que fue la misma trama pero colocada ahora en el mundo del oeste americano. Con relación a la Guerra Mundial hubo una película famosa, “Los Doce hombres del patíbulo” donde veíamos a doce individuos de la peor calaña, Telly Savalas y hasta el aparentemente inofensivo Trini López tenían lo suyo, quienes comandados por Lee Marvin formaban un pelotón siniestro, terrible que sin misericordia alguna iban arrasando con el enemigo nazi. En esa tónica hay que considerar
por ejemplo, los “Inglourious Basterds” de Quentin Tarantino, resulta que estos Bastardos de Quentin Tarantino están inspirados de alguna manera entre “Trece Malditos Bastardos” que si existieron en la realidad.
Leo esta nota que viene en el ABC de Madrid:
No eran tan malos (no iban degollando nazis, ni tatuando esvásticas sobre la frente de sus víctimas, ni cortando rubicundas cabelleras arias) como en la película de Quentin Tarantino, pero sí fueron los más duros, los tipos con las agallas mejor puestas y más grandes de aquella guerra terrible, de aquella carnicería de seis años que fue la Segunda Guerra Mundial. Sí, eran los más duros, los más inmundos (ésa es la traducción de su mote, filthy) y los más cochambrosos (otra de las acepciones del mote), porque sólo se lavaban una vez a la semana (y no siempre), normalmente el sábado cuando dejaban el campo de entrenamiento en Campo Toccoa, Georgia, y se iban a la caza de unas faldas, unos labios pintados y unos buenos tragos de cerveza.
Duro, sucio y cochambroso no es la mejor definición de un soldado, pero cuenta la leyenda que fueron los mejores, las águilas voladoras, los bastardos, sí, de nuevo aparece Tarantino, los hombres más esforzados del 506º Regimiento Paracaidista, perteneciente a la 101ª División Aerotransportada del Ejército norteamericano durante la II Guerra Mundial, la unidad que se comió todos los marrones, el Desembarco en Normandía (ellos se lanzaron en paracaídas tras las líneas enemigas; la cuarta parte ni siquiera llegó viva al suelo) hasta la toma de Bastogne (casa a casa, habitación a habitación) durante la terrorífica Batalla de las Ardenas en invierno de 1944, allí donde los alemanes a bordo de sus panzer (y ejecutando prisioneros a discreción) estuvieron a punto de cambiar de nuevo el curso de la guerra que ya tenían aparentemente perdida desde el Día D y las dantescas masacres en las playas.
Estos hombres (eran trece, voluntarios y no tanto, más bien desechos indisciplinados y pendencieros, repudiados por sus sargentos y oficiales como basura) ponían minas, las quitaban, demolían puentes, los levantaban, exploraban, hacían tareas de limpieza, eliminaban enemigos concretos (jefes de las SS, generalmente), desbrozaban el camino (que no era de rosas, desde luego), preferían matar («Born to kill», «Nacido para matar», ya saben) a hacer prisioneros, eran rápidos, certeros, no se sabe si valientes o suicidas («El valor es aguantar el miedo un minuto más» sentenció el general Patton), no fallaron nunca, y recibieron muy poco para lo mucho que ellos recibieron.
Eso sí recibieron y se quedaron con muchas películas.
No sé si están incluidos exactamente estos Trece malditos, pero la serie de televisión que produjeron Steven Spielberg y Tom Hanks, “Band of Brothers”, La Banda de los Hermanos, narra precisamente las aventuras de esta División Aerotrasportada Nº 1 del Ejército Americano.