Primero fue el folletín. Por entregas se iba publicando una historia -en “folletines”- que daría cuerpo tiempo después a las grandes historias de aventuras y conflictos románticos. Así escribió, por ejemplo, Alejandro Dumas sus historias magistrales como El Conde de Montecristo o Los tres Mosqueteros. Del folletín se paso al relato de historias en grandes fabricas. Cuentan que tanto en Sevilla -donde se ubicó la ópera Carmen, que recuerda era una torcedora de tabacos- como luego en Cuba, mientras las mujeres enrollaban los tabacos alguien les iba narrando una historia. Una historia por partes, una historia folletinesca. Esas historias fueron luego llevadas a la radio. Y fue así como, por entregas, los relatos se convirtieron en radio novelas, y después, ya lo sabemos, en telenovelas, teleseries, etc.
Vamos a detenernos en la radionovela. Esta cubrió un largo periodo de la radiodifusión no solo en Cuba sino en toda América Latina. En Cuba se originó y de allí que buena parte de las radionovelas -y luego telenovelas- tengan autores cubanos. El caso emblemático, por supuesto, es “El derecho de nacer”, de Felix B. Caignet.
Recuerdo una visita, cuando comenzaba en la radio, en los estudios de Radio Continente. No había en esa época -me refiero a principios de los años 70- las grandes librerías de efectos sonoros. De manera que el operador hacía los efectos por su propia cuenta, aartesanalmente. Era un alarde de imaginación, un alarde de habilidad y picardía. Y tenía todos los efectos o sonidos popsibles. En tres grandes paredes estaban los cajetines donde él había grabado sus efectos. Leer los títulos de estos cajetines era ya una aventura que casi me atrevería a definir de literaria. Todavía recuerdo un titulo que me llamó profundamente la atención: “Barco vikingo atraca al amanecer”. Siempre me pregunté ¿cómo sonaba un barco vikingo? ¿Qué lo diferenciaba sonoramente, por ejemplo, de una barco margariteño? ¿Y cómo sabíamos que era el amanecer o no el mediodía o no el anochecer? Pero así eran los caprichos de quien inventó el efecto sonoro.
La radionovela tenía (y tiene) esa gran ventaja, ese privilegio casi exclusivo: despierta la imaginación. Todo se reduce al alarde de sugerir voces y sonidos, y estos detonaban en el oyente maravillosas películas, cada una muy particular, la que tiene el oyente en su cabeza.
A nivel personal, a manera de ejemplo, me gustó muchísimo hacer “Historias de una tierra llamada Venezuela”, porque eran dramatizaciones, que es lo que en definitiva hace la radionovela.
Y ustedes se preguntarán, ¿a cuenta de qué estoy hablando ahora de la radionovela? Pues porque un gran escritor y cineasta mexicano, el buen amigo Guillermo “Memo” Arriaga, decidió hacer una radionovela con todas las de la ley. El texto, es nada menos que de Arturo Pérez-Reverte.
Una nota en El País, en México, proveniente desde Guadalajara, en el marco de la Feria Interamericana de Literatura (FIL), nos dice:
“El nuevo relato de Arturo Pérez-Reverte sobre el narcotráfico en México no lo podrás leer. Tendrás que escucharlo. El autor de La Reina del Sur ha probado nuevos medios para contar las populares historias sobre el narco, que han resultado tan rentables para la televisión. Los ha encontrado en las radionovelas, un producto que estaba rozando la extinción pero que tiene un nuevo aire en la era del streaming. Pérez-Reverte escribió Bienvenido a la vida peligrosa, un drama de humor negro adaptado y dirigido para Podium Podcast por el cineasta y novelista Guillermo Arriaga. “Es una película sin cámara”, dijo el mexicano este lunes en Guadalajara”.
Y es una buena definición, una radionovela es una película, es en rigor una superproducción, pero como usted solo la ve en su imaginación, pues es barata de hacer. No hacen falta multitudes, hasta que el narrador diga, venían multitudes -o como en el caso de Radio Continente-, venían los barcos vikingos que atracaban al amanecer.
Esperemos, pues, por oír en cualquier momento “Bienvenido a la vida peligrosa”, de Arturo Pérez-Reverte convertido en radionovela por el talento de Guillermo “Memo” Arriaga.