LA FIESTA DE LAS PALABRAS

El pasado sábado 11 de octubre, tuve el honor de ser el Pregonero de la XV Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo, FILUC 2014. Les invito a que lean mi pregón.

LA FIESTA DE LAS PALABRAS 

Dejamos de ser animales desde el momento en que logramos articular nuestra primera palabra. No importa que sea elemental, sencilla, y que tengamos escasa consciencia de ella. Al decirla ya formamos parte de algo, establecemos una primera línea de comunicación, el primer y frágil hilo de una red que se hará intrincada, sólida, imprescindible y vital. Es la primera de un universo quizá ilimitado de ideas, conceptos, relaciones, posibilidades y, todo hay que decirlo, no pocas frustraciones. Esa primera palabra es nuestro primer gran privilegio: la verdadera entrada a la humanidad.

Las palabras son lo primero que atesoramos en la vida. La acumulación es lenta pero útil: mamá, pan, agua. Después aprenderemos a combinarlas, y, según el caso, a gritarlas o susurrarlas. Algunos llegan al colmo de la manipulación y hasta logran cantarlas, convirtiéndolas en irresistibles. Pronto, pues, no logramos nada sin ellas: somos sus esclavos.

 Algunos saben controlarlas, dominarlas como si de fieras circenses se tratara. Les sacan alaridos ocultos y brillos inesperados. Otros, la gran mayoría, son sus víctimas. Pobres pastores con un escuálido rebaño de palabras encerradas en un corral donde se desgastan, girando fatigadas sobre sí mismas, confundiéndose unas con otras, sin nada decir.

 Estas palabras mueren de mengua. Las otras, las que se revelan salvajes y retadoras, logran la fiesta de la trascendencia: una imprenta y una hoja de papel esperan por ellas. Son las mismas que le dieron inicio oficial a la Historia, y las mismas sobre las que volvemos, ávidos y hambrientos, con el paso de los días.

Nos hablan de lo que somos, de lo que dejamos de ser, y de lo que pudimos alguna vez y ya más nunca. De las victorias que podrían esperarnos, y del irremediable inventario de nuestras derrotas. Hay palabras así, crueles e implacables, lapidarias y morbosas, terribles. Hay otras más benévolas y gentiles; suaves, casi tan complacientes que hasta parecen trampas. Pero lo importante es que ni las unas ni las otras se pueden borrar. La palabra escrita allí queda, para bien o para mal. Es empecinada y definitiva, eterna.

 Ha habido tenebrosos momentos de nuestra humana Historia donde los libros que las contienen han sido quemados en altas piras públicas. Pero esos empeños, demostrado hasta la saciedad está, siempre han resultado inútiles. La única ceniza que levanta auténticos pájaros Fénix, es la que viene de los libros, y más aún si son prohibidos, y mientras más prohibidos pues más alto volarán.

 Por eso no hay arma más poderosa, ni bien más útil ni generoso, que un libro repleto de palabras. Palabras buenas, generosas. Palabras fértiles. Palabras que en celebración continua e inacabable dejarán correr ideas, historias, imposibles, deseos, certezas, fantasías, fracasos, esperanzas, descalabros y victorias. Todo lo que supone, en fin, el universo ilimitado de la aventura humana.

Todo libro, entonces, es una celebración. Y un sitio, una feria donde se reúnan muchos libros, será una magnífica celebración: la fiesta de las fiestas, por que es la fiesta de las palabras y la inteligencia y la gracia que ellas encierran y reflejan.

Que esta FILUC 2014 sea, pues, la fiesta de las palabras.

 

 

César Miguel Rondón.

Caracas, septiembre 2014

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