El pitcher cubano muerto en un accidente de lancha este domingo era su ídolo. Lo fue a ver en 15 de las 16 salidas que tuvo el lanzador al terreno en la temporada 2016. “Ahora estás en el Salón de la Fama más grande que existe”, le escribe.
Por: Daniel Álvarez Montes
Despertar en la mañana de este domingo 25 de septiembre con la lamentable noticia del fallecimiento de José Fernández en un accidente marítimo, ha sido uno de los momentos más dolorosos de mi vida.
A “Joseíto” lo empecé a seguir en el 2012 cuando estuvo en el juego de Futuras Estrellas en Kansas City. Algunos meses después, ese joven lanzador cubano hizo su debut en el Citi Field de Nueva York. Ese
día, el mundo de Las Mayores vio nacer a una estrella.
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Al leer esta nota de Daniel Alvarez, y tras conocer los detalles de la desaparición de José Fernández, no puedo evitar relacionar este lamentable suceso con el fallecimiento de quien fue, junto a Camaleón García, Clarence Gaston y Pat Kelly, uno de mis ídolos de infancia en la LVBP: Isaías “Látigo” Chávez, fallecido el 16 de Marzo de 1969 en el accidente del vuelo 742 de Viasa en Maracaibo. Joseíto y el “Látigo” fueron ambos lanzadores, ambos poseedores de una recta silbante y una curva demoledora, ambos en el umbral de convertirse en superestrellas en las Grandes Ligas, y ambos muy jóvenes al morir. Por una trágica coincidencia, ambos se fueron un día domingo. Yo, al igual que Daniel, era muy joven (10 años) cuando ocurrió la tragedia en Maracaibo, pero los recuerdos siempre han estado muy vivos en mi memoria. Recuerdos que inevitablemente afloraron la mañana de este domingo cuando despertamos con la infausta noticia.
Nunca tuve la fortuna de ver personalmente en acción a ninguno de los dos. A José pude verlo por televisión en muchas de sus actuaciones, en las que tuve la oportunidad de admirar su inagotable y contagioso entusiasmo en el terreno, en el dugout, en su interacción con sus rivales y, sobre todo, con los aficionados. Siempre disponible para un autógrafo o una foto con los niños. Siempre con una sonrisa. Su calidad humana quedaba de manifiesto en su actitud dentro y fuera del campo. Daba gusto ver a ese niño grande, no sólo cuando jugaba sino también cuando le tocaba liderar las actividades de “cheerleading”. Al “Látigo” sólo pude imaginarlo en la lomita a través de un radio portátil de transistores en las voces de Felo Ramírez y Delio Amado León, pero eso fue más que suficiente para convertirlo en mi ídolo. Tanto José como el “Látigo” nos dejaron en un momento en que sus vidas y sus promisorias carreras apenas estaban comenzando. No sabremos nunca hasta dónde hubieran podido llegar de haber tenido el chance de desarrollar todo su potencial, mas de nada sirve lamentarnos por una realidad que no podemos cambiar. Nos quedan, eso sí, los “otros” recuerdos. Los de las inmensas alegrías que nos depararon sus victorias y sus logros. Gracias a José y al “Látigo” por esos buenos recuerdos, que son muchos y perdurables.
Un saludo fraterno, tocayo.
-CESAR MANEIRO R.-