Joshua Bell, músico callejero

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  La música que escuchamos es Bach. El violín tiene a su alrededor mucho ruido y es porque el violinista no está tocando en un estudio, ni en un teatro. Él está tocando, como tantos músicos callejeros en la entrada del metro.

  Este metro es el de la ciudad de Washington, en el Distrito de Columbia, la capital de Estados Unidos. Mientras el violinista toca, la gente entra y sale sin hacerle mayor caso, nadie se detiene. Algunos le tiran monedas en el estuche del violín que está abierto. Un niño pasa, se detiene a escucharlo pero la madre la apura para que sigan caminando. De hecho son los niños los que más se han detenido a reparar en la música.   Es hora pico, hay grueso volumen de personas, pero la inmensa mayoría, no tiene que ver con la música.

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  ¿Qué de interesante tiene esto con tantos músicos callejeros que hay en las grandes ciudades del mundo?  Pues lo interesante es que aquí hay una pequeña trampa, de hecho el video que estoy comentando está posteado en YouTube  y fue parte de un experimento que llevó adelante el diario “THe  Washington Post” allá en la ciudad de Washington DC.

  El violinista es Joshua Bell, uno de los grandes violinistas en la actualidad. El violín que está usando cuesta alrededor de 3 millones y medio de dólares. En el tiempo que estuvo allí, Joshua Bell recibió un pago de 30 dólares de propina. Venía de agotar entradas en Boston donde el promedio del valor de la entrada rondaba en alrededor de 300 dólares. Este espectáculo lo tenía la gente gratis y sin embargo nadie se detuvo a verlo.

  ¿Qué aprendizaje nos deja esta experiencia? Pues, que pueden ocurrirnos maravillas en cualquier momento y sin embargo esas maravillas nos pasan desapercibidas. El día a día, las angustias, el corre-corre, el llegar a tiempo a una reunión entre otras cosas, nos impide  detenernos a ver fenómenos que nos pueden estar ocurriendo en un momento determinado.

  Llama la atención que fueron los niños quienes se sintieron propensos a detenerse un rato a ver y apreciar la música de Joshua Bell, los padres eran quienes los obligaban a seguir caminando. A lo mejor el niño por estar distraído está más cercano del prodigio, del asombro. A los  adultos nos pasa la vida, el día a día sin que haya algo extraordinario.

  Seguramente buena parte de esos apurados transeúntes  que pasaron por el metro, llegarían en la noche a su casa, se pondrían cómodos, se descalzarían, se acostarían en la cama o se sentarían en el sofá, destaparían alguna cerveza y soltarían un  pesadísimo suspiro. Seguramente se le acerca la esposa o el hijo o la pareja y le pregunta:

–           ¿Qué tal mi amor? ¿Cómo estuvo el día hoy?

Y seguramente esta persona le diría

–          Bahhh, igual que todos los días, nada extraordinario.

  Y pasó a metros de Joshua Bell interpretando a Bach.

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