La historiadora considera que las conquistas democráticas son “irreversibles” y señaló que la oposición al autoritarismo es una constante en la historia política del país.
Caracas. Inés Quintero está rodeada, literalmente, por la historia venezolana. Alrededor del escritorio de la directora de la Academia Nacional de la Historia (ANH) hay bustos y pinturas de personajes como Bolívar y Vicente Emparan, estatuillas de los presidentes del Siglo XX como Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez, Rómulo Betancourt, Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera y libros sobre las instituciones coloniales y de otros periodos. Es un espacio donde conviven los distintos episodios de la historia del país, tanto los más luminosos como los más oscuros. “Siempre ha habido personas, organizaciones, procesos que le han puesto la mano en el pecho a los mandones en toda la historia de Venezuela”, destaca la investigadora.
Quintero, autora de libros como La criolla principal y El sucesor de Bolívar, actualmente realiza una investigación en la que analiza los últimos 15 años del país, periodo que considera como una “desviación” del proceso de fortalecimiento de los valores republicanos y ciudadanos. A pesar de esta aseveración, la doctora en historia muestra un optimismo que podría parecer excesivo al ciudadano de a pie y hasta a muchos expertos, quizá porque su visión siempre parte de los tiempos menos inmediatos de la historia que, asegura, demuestran que conquistas como la consolidación republicana y democrática son procesos irreversibles en la sociedad. “Eso está presente, eso no ha desaparecido, tú puedes ver una línea de continuidad histórica en Venezuela” explica.
¿Vivimos o estamos en camino de una crisis que se puede considerar histórica?
—Estamos en un momento histórico particularmente complejo, no en términos de coyuntura, es decir, llevamos un rato en este proceso complejo y cuando digo rato, no me refiero al triunfo electoral de Chávez, sino que este es un proceso que antecede a eso. Visto en términos históricos, aquí ha habido un largo proceso de descomposición de un sistema político que empezó a dar signos de agotamiento y, finalmente, la tentación política de transformar ese modelo, que tenía carencias, problemas, dificultades, contradicciones, que es el modelo de la democracia representativa, por llamarlo de alguna forma; se planteó sustituirse por otro modelo que finalmente no resolvió los problemas del modelo anterior. De la democracia representativa pasamos a la “democracia participativa”, pretendiendo que esta iba a solventar las carencias que se estaban haciendo visibles durante los 40 años de la primera. El problema es que esa llamada revolución bolivariana se quedó con lo peor de lo anterior y con nada de lo bueno. Se profundizó, se exacerbó, se desbocó la dependencia del petróleo. Las críticas que había, por ejemplo, en relación a la excesiva centralización y el aparato del Estado se exacerbaron.
El gran problema del proceso reciente ha sido que, lejos de transformar, de producir una alteración que propiciase un nuevo modelo político protagónico, lo que ha hecho es llevar al extremo de la perversión muchas de las carencias que hemos identificado y ha fortalecido otras nuevas, por ejemplo, la excesiva militarización del poder público; la concentración de poder en manos del Presidente de una manera nunca vista; el tema de la reelección indefinida que había sido una cosa que jamás había estado presente y muchísimos otro elementos: la creación de instituciones paralelas para ejecutar políticas del Estado; la intervención política del Estado por parte del partido de Gobierno y sus intereses políticos. Estamos frente a un proceso que ha desconocido, alterado, violentado las construcciones históricas que durante más de 200 años la sociedad venezolana había procurado estabilizar y nutrir para que fuese un proceso en el cual todos los venezolanos, con sus críticas y observaciones, sintieran que formaban parte de eso.
¿Se puede hablar de un retroceso histórico?
—A mí no me gusta hablar de retrocesos y adelantos. Lo que creo es que ha habido una desviación respecto a lo que ha sido el proceso histórico venezolano en dirección al fortalecimiento de la República, del estado de Derecho, la consolidación de las prácticas ciudadanas, eso solo hablando en términos políticos, preservación de la institucionalidad y respeto a la disidencia. Todo eso que ha formado parte de un proceso de construcción histórico muy complejo, no solamente no se le ha dado continuidad sino que se ha irrespetado, violentado, desconocido y por tanto ha sido una desviación de lo que había venido siendo ese proceso lento, complejo y difícil de construcción republicana y de construcción de ciudadanía.
¿Cuando empieza ese proceso histórico?
—Hay un proceso de largo plazo que tiene que ver con la construcción de la República, que he planteado en otras ocasiones, desde el momento que se constituye la República de Venezuela, en tiempos de la independencia, hasta ahorita. Es un proceso continuo y sostenido de construcción republicana y de ciudadanía. Eso no se ha detenido, independientemente de lo que ha ocurrido en estos 17 años. La fortaleza republicana, las demandas por el estado de Derecho y el respeto a la Constitución han estado presentes. Una cosa es que esa presencia no ha sido respetada por quienes detentan el poder y otra cosa que esté ausente de la sociedad venezolana. Eso está presente, eso no ha desaparecido, tú puedes ver una línea de continuidad histórica. Ha estado presente durante el gomecismo, durante el monagato, siempre ha habido personas, organizaciones, procesos que le han puesto la mano en el pecho a los mandones en toda la historia de Venezuela.
Es muy común escuchar que estamos en la peor crisis de nuestra historia. ¿Eso es así?
—Siempre, cualquier momento, es difícil para quienes lo viven y quienes lo viven están convencidos de que es el peor momento de la historia. Es legítimo para los venezolanos del presente pensar que no ha habido nada peor que lo que está ocurriendo. Sin embargo, como historiadora pienso que nosotros tenemos que valorar, en términos de cuáles son las capacidades y potencialidades de Venezuela en un momento dado, y cuáles son los resultados de ese momento dado para establecer la correspondencia entre capacidades y resultados. El gran fracaso de estos años es haber desaprovechado la oportunidad histórica, cosa que seguramente no tiene la misma dimensión que otros momentos históricos, como después de la Guerra Federal que el país estaba destruido, era un desastre y vino Guzmán (Blanco) y mandoneó, pero Venezuela estaba en una condición deplorable. En cambio, en este momento estábamos en una situación en la que se suponía que las cosas iban para bien, que, entre otras cosas, el precio del petróleo favorecía una inversión productiva. Cantidad de variables que te hacen pensar que era un momento histórico y de oportunidades, incluso hasta la aceptación política de Chávez, porque él tiene un apoyo y popularidad extraordinario que hacía pensar que lo que él podía haber conducido, en términos de una orientación, incluyera más a la totalidad de la sociedad; pero no es un proyecto político que está planteado en función de incorporar al conjunto de la sociedad, sino en función de los intereses políticos de un proyecto profundamente excluyente.
Dice que el ideal republicano ha sido una constante en nuestra historia, pero pareciera que eso convive también con aspectos como el militarismo y el caudillismo.
—Claro, tú no puedes pensar que hay sociedades puras y que todo el mundo va en una misma dirección. El discurso histórico ha privilegiado el relato del poder desde la perspectiva del abuso de poder. En esa lista están quienes han sido los mandones, los dictadores, los caudillos, los jefes y quienes han sido los militares. Claro que los ha habido y, de hecho, esa es la secuencia histórica de lo que aprendimos en el colegio: cuáles fueron las batallas, quienes fueron los mandones, quienes han gobernado. El gran problema es que ha habido una omisión recurrente de esa otra fuerza social histórica que tiene un profundo valor como ha sido la ciudadanía. No niego que ha habido mandones, pero me parece mucho más importante reconocer, identificar, comprender, que el proceso histórico venezolano no ha sido solamente de mandones, que ha habido una fuerza sostenida desde la independencia hasta el presente que ha sido de una enorme continuidad y fortaleza que ha sido defender la libertad de expresión, los valores democráticos, la Constitución y eso está presente en toda la historia. No ha habido mandón que no haya tenido que buscar la manera de quitarse de encima a quienes se le oponen.
¿Desde el punto de vista histórico ha ocurrido una revolución en Venezuela en estos últimos años?
—Revolución termina siendo un concepto polisémico: sirve para todo y al final no sirve para nada. Yo considero que un proceso revolucionario es aquel que produce transformaciones perdurables e irreversibles. La condición de revolución está sostenida sobre la irreversibilidad de lo ocurrido y para que eso sea irreversible tiene que haber un proceso histórico que lo consolide. La gran revolución que ocurrió en Venezuela era la revolución de la independencia, esa es efectivamente una revolución irreversible, en la medida en que ya no somos más monarquía sino una República y ya está. Es importante pensar en otros procesos de revoluciones como la consolidación republicana y democrática y eso es irreversible, por mucho que este Gobierno ha pretendido, que si lo protagónico, etc. ¿Dónde están los logros irreversibles, perdurables, que marcan a la sociedad completa? Ha habido una respuesta de no y no y no y ¡no! Una cosa es que tú declares políticamente que lo que haces es una revolución y otra cosa es que históricamente, en los resultados, contenidos, los logros, sean efectivamente revolucionarios en la media en que sean perdurables e irreversibles. Seguimos siendo una República, aquí sigue habiendo división de poderes. Que si lo irrespetan, que si lo violentan, pero no han decidido que aquí haya un emperador y que este es el que manda. La Constitución de 1999, con sus huecos y falencias, es una Constitución que tiene continuidad y no quebró, en términos de concepción del Estado, de todo lo que representa este proceso de evolución histórica a largo plazo. Lo que se ha propuesto como revolución no ha tenido ni la profundidad, ni la solidez, ni la perdurabilidad, ni la irreversibilidad que demanda las condiciones de un proceso revolucionario.
¿Son inevitables las salidas violentas a las crisis históricas?
—En el caso venezolano las trasformaciones no han sido siempre ni violentas ni catastróficas. En el caso del 23 de enero hubo un jaleo pero ¿cuál es el costo de guerra del 23 de enero? El 23 de enero fue un hecho político que logra sacar del Gobierno a los militares, pero sin mayores costos en términos de lo que ha sido el costo de la violencia en la historia política de Colombia. Uno podría ver, por ejemplo, que el cambio político que ha propiciado el chavismo ha tenido un bajísimo costo político en el sentido de vidas humanas, no es que las crisis se midan por muertos. Ha habido procesos históricos donde ha estado presente la violencia, pero durante el siglo XX no fue la violencia lo que ha definido el desenlace de los procesos políticos en Venezuela. Los actos armados, el último fue durante el periodo de Cipriano Castro y después la revolución libertadora y después de eso no ha vuelto a haber una guerra. La guerrilla de los años 60 fue una cosa puntual que no contaminó a la totalidad de la sociedad. Una de las mayores fortalezas de la sociedad venezolana ha sido esa, la convicción de las prácticas republicanas como recurso de solventar sus problemas. Un ejemplo es la movilización que representó la propuesta del revocatorio, en una sociedad donde hay tantas dificultades, problemas, el desabastecimiento, la crisis, el hastío y la cosa es ir a firmar, con todo y el precedente de la lista Tascón y todo lo que eso representó como violencia a la condición del ciudadano. Eso para mí es un elemento muy significativo de la voluntad del ciudadano de a pie que dice que no está interesado en que esto sea a los plomazos, que hay recursos constitucionales para atenderlo. Incluso cuando Chávez da el golpe la gente no se va detrás del golpe, se va detrás del golpista en las elecciones, pero el golpe no tuvo apoyo popular.
¿Se ha exacerbado el uso político y propagandístico de la historia?
—Absolutamente. Como historiadores sabemos que tenemos que estar atentos a eso, independientemente de que haya o no historiadores profesionales. No solo el uso político de la historia por parte del individuo, aquí se ha estructurado una política utilizando los recursos del Estado para propiciar una mirada única, hegemónica, doctrinaria sobre el pasado. Eso ya tiene un valor distinto. El culto a Bolívar ha existido desde el siglo XIX pero ahora se convierte en una política de Estado al punto de cambiarle el nombre al país, de decir que hay que cambiarle la cara a Simón Bolívar. No es el drama solo de que se haga, sino que se hace desde el Estado. En la medida que se hace desde el Estado y en los términos que se hace es con la idea de que sea la única versión posible y ahí es donde está la principal contradicción, porque la historia es un espacio para la discusión, ¡la historia no es un dogma! El gran drama con lo que ha sucedido todos estos años es que la historia se ha convertido en un recurso de propaganda política dogmática, unilateral, monolítica. “Esta es la cara de Simón Bolívar”. Ya va, ¿Cómo que esta es la cara de Simón Bolívar? ¿Y qué hacemos con todas las demás? ¿Las borramos del mapa? Como hacían en la Unión Soviética que borraban a Trotsky de la foto. No puedes eliminar toda la iconografía de Simón Bolívar que precede a esta, no la puedes borrar o eliminar, tienen tanta validez de estar allí y de que el venezolano se identifique con esas otras representaciones. Toda esta idealización de Bolívar como promotor del socialismo del siglo XXI es un disparate. Es una cosa abarcante, cambian los símbolos patrios, que si la octava estrella de la bandera, la independencia. Ha sido una cosa que no ha dejado aristas por fuera, nuevos próceres, nuevos individuos para el panteón, es la misma visión heroica, parte del problema es que no se ha construido otro discurso, sino que se ha recurrido a los discursos existentes para avalar un proyecto político. Entonces se crea una institución expresamente para eso que es el Centro Nacional de Historia, el “ente rector del conocimiento y la memoria” pero y ¿quién ha dicho que la memoria y la historia pueden ser regidas? Eso es un conocimiento plural, es crítico y sobre todo cuando existe una historiografía profesional que anda por su cuenta. A mí nadie me puede decir cómo voy a interpretar la historia. Es una voluntad de controlar el pasado y con un elemento adicional, que es meterla en el componente docente de los niños a través de la colección bicentenario. ¿Cuál ha sido la respuesta de la sociedad? La sociedad ha dicho, “¡Ya va! Un momentico, esto no es así ¿De dónde salió esta cara de Bolívar?” Ha habido una reacción que ha generado mayor interés por la historia, mayor esfuerzo crítico, mayor sensibilidad frente al problema y por ahí va la gente leyendo libros de historia como loca.
Hay más interés en la historia.
—Es impresionante y buenísimo. Los libros de historia se venden muchísimo, más que las novelas. Cosa que me parece extraordinaria. El libro de historia termina siendo como un libro de autoayuda, porque la gente dice “es que me están metiendo coba”. Es muy difícil “resetearle” la memoria a la sociedad. Es como si a ti te pretendan cambiar tu biografía hasta el día de tu cumpleaños. Las sociedades tienen recursos para proteger su memoria y, de hecho, los están ejecutando y ejerciendo. Se informan. Tú haces convocatorias para foros y la gente va y se motiva. Esa tentación totalitaria en torno al contenido del pasado más que lograr su propósito, en el sentido de crear una conciencia homogénea, ha logrado todo lo contrario. El venezolano de a pie no se cala a ese Simón Bolívar.
¿El proceso histórico que vivimos nos puede dejar una enseñanza como sociedad?
—Este proceso histórico ha generado una movilización y concientización de la sociedad que pienso que, a mediano plazo, es irreversible. Me parece que es bien importante porque frente a la realidad y la dificultad, las personas, lejos de manifestar desinterés, han expresado todo lo contrario. Esto ha politizado, no partidizado, a la sociedad. Al punto que uno a veces dice “vamos a bajarle el volumen a la cosa”, porque a donde vas, si estás en una cola, la gente está hablando del Gobierno, del revocatorio. La gente está en un tema de efervescencia política y creo que eso es un tema importantísimo. El interés por la historia y el estado de derecho, y la división de los poderes públicos forman parte del lenguaje cotidiano de la sociedad. Eso ha generado una respuesta más activa ¿qué la gente no se alza? No es que no tenga interés sino porque esta es una sociedad que ha demostrado que no considera que la respuesta puede ser alzándose, que lo perdurable tiene que ser por la vía institucional.
¿Qué papel tienen los sectores populares en los procesos históricos?
—Es difícil hablar de las clases populares o los sectores desfavorecidos como una unidad. En cada momento histórico han tenido distintas formas de expresarse y de actuar y algunas veces han apoyado a un sector y a veces a otro. Estos sectores, en esta diversidad, si bien fueron el foco sobre el cual se concentró la oferta política del Gobierno; es donde lo clientelar ha castigado más. Si el concepto es que los más desfavorecidos históricamente deben ser los más favorecidos, tú no puedes condicionarlos. Si tú eres desfavorecido tú vas para adentro, no para afuera. Que este Gobierno ha decidido que ese favorecimiento clientelar es solo a cambio de lealtad política es una cosa con la cual ninguna persona que haya estudiado en la UCV, que sea historiador, quienes hemos sido de izquierda, jamás podría pensar. Creo que una de las grandes deudas con esos sectores desfavorecidos y amplios sectores populares ha sido uniformar sus carencias con un solo color. Ponte una camisa roja para darte una bolsa de comida, eso no puede ser. Si hay algo que ha golpeado de manera profunda este Gobierno ha sido la dignidad de los sectores desfavorecidos, porque simplemente los ha querido someter, por su condición, a la lealtad y fidelidad política. Les ha secuestrado su libertad de pensar políticamente a cambio de techo, comida y lo que sea. Ese es el ingrediente más abyecto, más criticable y el que me distancia más, es imperdonable.
Voté por el Presidente Chávez en todas las elecciones, porque visibilizó ( Tal vez ahora demasiado ) a los sectores mas desfavorecidos de nuestra sociedad, pero hay que reconocer que todo el análisis está sujeto a la realidad que nos ha tocado vivir. Siempre hay que resaltar lo positivo, ahora somos más conscientes de nuestro papel protagónico en la historia!
Voté por el Presidente Chávez en todas las elecciones, porque visibilizó ( Tal vez ahora demasiado ) a los sectores mas desfavorecidos de nuestra sociedad, pero hay que reconocer que todo el análisis está sujeto a la realidad que nos ha tocado vivir. Siempre hay que resaltar lo positivo, ahora somos más conscientes de nuestro papel protagónico en la historia!