El crímen no paga. El mal, a la larga, siempre va a perder. A veces eso pasa en el cine. Pocas veces puede que pase en la vida real. Me viene a la memoria el famoso asalto al tren en los años 60. Se ha llevado al cine esa historia. Un grupo de británicos asaltan el tren del correo que iba cargado de millones de libras esterlinas. El líder, que fue plenamente identificado, logró escapar al Brasil. Y luego de un largo exilio de varias décadas regresó a Inglaterra donde terminó ya en problemas.
Pero hay un caso más reciente de un delincuente que secuestró un avión, se alzó con 200 mil dólares y nunca lo lograron pillar. El caso, conocido como Norjak o el caso de D. B. Cooper, ha sido cerrado ya oficialmente por el FBI.
El FBI, pues, confiesa luego de 45 años, un gran fracaso D. B. Cooper.
Leo en el El País de Madrid: “El FBI desiste en la búsqueda del secuestrador D. B. Cooper 45 años después. La identidad del raptor, que escapó en paracaídas con 200.000 dólares, nunca ha sido descubierta.
El 24 de noviembre de 1971, un hombre de mediana edad en traje
negro y corbata, subió en Portland, Estados Unidos, al vuelo 305 de la Northwest Orient Airline con destino a Seattle (Washington).
“Desde la última fila del pasaje y tras haber pedido un bourbon con soda, el pasajero entregó una nota a una azafata en la que le advertía de que tenía una bomba. Con el rostro escondido tras unas gafas oscuras, D. B. Cooper –como se le ha recordado ya en la leyenda– informó de sus exigencias a los pilotos que se encargaron de comunicarlas al control en tierra, pedía 200 mil dólares y cuatro paracaídas. Un dinero que Cooper obtuvo en Seattle, tras un aterrizaje tranquilo a cambio de los 36 pasajeros del vuelo.”
El avión aterrizó, denme lo que estoy pidiendo y yo les devuelvo los rehenes. Le dieron lo que pedía y él devolvió a los rehenes. Luego el enigmático secuestrador retuvo a la tripulación y dio la orden de alzar el vuelo, ahora rumbo a la ciudad de México. Y es aquí donde arranca la última fase del plan. El avión despega rumbo a México, pero Cooper saltó con uno de los paracaídas que había pedido y el dinero del rescate a buen recaudo, en algún punto entre las ciudades de Seattle y Reno, a 900 kilómetros del lugar del despegue.
La nota de El País de Madrid finaliza diciendo:
“Nunca más se supo de D.B Cooper, no se encontró ningún cadaver ni se halló rastro del dinero. Su misteriosa desaparición ha alimentado el imaginario colectivo durante decadas. En el pueblo de Ariel, en el Estado de Whasington, donde se cree que saltó el fugitivo, piensan que el secuetrador sigue vivo y decenas de admiradores celebran cada año “su hazaña” en lo que ellos llaman “Los días de D.B Cooper”. En 1980, un niño desenterró en la ribera del río Columbia manojos desmenuzados de billetes de 20 dolares que supuestamente formaban parte del botín. El FBI conservará en su cuartel general de Nueva York, según el New York Daily News, ese dinero, una corbata negra y un paracaidas como evidencias historicas de la historia que nunca pudieron resolver”.