¿Quién es realmente Tony Méndez? Dice un trabajo en el madrileño diario ABC.
Tony Méndez se ha hecho un hombre muy popular, sin embargo, toda su vida la dedicó a ser un personaje clandestino, oculto, como corresponde a los espías. Los espías no deben ser gente conocida, no deben ser gente que divulgué su nombre y sus actividades abiertamente. Pues bien, Tony Méndez pasó buena parte de su vida en la CIA y de su talento fue la operación “Argo” que liberó a los funcionarios norteamericanos refugiados en la embajada de Canada, durante la famosa crisis de los rehenes en Teherán en el año 1979.
En el Diario ABC, le vemos acompañado de su esposa, vestido de esmoquin en la gala de los Oscars, porque como saben “Argo” fue la mejor película del año. Ahora bien, de la historia de Tony Méndez, hay algo interesante. Dice la nota de ABC:
Desde el estreno de “Argo” en EE.UU. el pasado octubre, Méndez ha recibido grandes dosis de atención mediática. Su figura ha sido descubierta por muchos y redescubierta para aquellos que aún recordaban las intrigas de la crisis de los rehenes. Sin embargo, no ha sido hasta después del reconocimiento de la meca del cine que el discreto ex espía ha querido rememorar la aventura y charlar con los medios americanos.
Y dice Méndez, “En nuestro negocio desarrollas la mentalidad de que es un éxito que nadie sepa lo que has hecho”, -en otras palabras, si nadie se enteró la cosa quedó muy buena-. El mismo hombre que durante su etapa en la CIA trató de ser invisible, no tardó en dejar atrás su camaleónico pasado una vez que abandonó la agencia. En los años que siguieron, Méndez publicó varios libros donde compartió tanto los detalles de algunas de sus operaciones, como las experiencias habituales de un espía. El proyecto «Argo» aparece concretamente en dos de ellos. El primero es el libro de memorias titulado “El maestro del disfraz”, publicado en el año 2000. El segundo, y recién publicado, es “Argo: Cómo Hollywood y un agente de la CIA sacaron adelante el rescate más audaz de la Historia”.
“Podía resultar increíble, pero era una historia tan fuera de lo normal que nadie podría haber imaginado que era falsa”, rememoró Méndez. Para este artista de formación, su mayor miedo nunca fue que la misión pudiera fracasar por su excentricidad, sino que gran parte de su éxito dependía de seis personas, «seis americanos inocentes» cómo Méndez los recuerda, que no tenían experiencia alguna en misiones de riesgo.
Ahora, han surgido algunas críticas. Leíamos el domingo 13 en el Diario El Universal una nota que decía: “Argo versus la Historia”. Donde reseñan lo que se conoce como inexactitudes históricas. Por ejemplo, leo de la nota en El Universal:
Las críticas no se han hecho esperar. El embajador de Canadá en Irán para aquella época, Ken Taylor, responsable de refugiar a los seis estadounidenses, se quejó porque Argo minimiza el rol de su país para exaltar a Méndez y a la agencia secreta estadounidense.
Por otra parte, algunos de los rescatados han dado detalles de los hechos que no se corresponden con lo que muestra Affleck en su película -advertencia a quien no la haya visto aún-. Por ejemplo, Mark Lijek, ex funcionario consular, recuerda que no estuvieron los seis siempre juntos en la residencia del embajador de Canadá. En la realidad, tras varias noches, el grupo se repartió entre la casa de Taylor y la de Sheardown.
Por otra parte, tampoco es cierto que estuvieran todo el tiempo encerrados antes de asumir sus papeles de productores de cine. “La casa de John Shardown tenía un jardín interno por el que podíamos caminar con libertad”.
Impensable es igualmente la secuencia en la que los seis caminan por un mercado inspeccionando locaciones. “Jamás podríamos haber hecho eso. El embajador canadiense nos había recomendado con firmeza no hacer eso, por el nivel de inestabilidad que había en las calles”.
Y finaliza la nota de El Universal con este párrafo:
¿Está el cine de ficción obligado a narrar los hechos tal como ocurrieron? ¿No existe acaso el documental como género ideal para ello? ¿No basta la advertencia “Basada en hechos reales”? Volvemos a las preguntas de siempre.
Hay algo acá algo por supuesto muy importante. Y el cine como arte de ficción, tiene sus licencias, las llamadas licencias poéticas, tiene sus libertades. Hay un guionista que escribe una historia, bien de su imaginación, bien porque adapta una creación de otro, o bien porque adapta un hecho que ocurrió en la vida real. Este guión luego pasa a las manos de unos productores, y finalmente termina en las manos de un director, que hace de esto una creación. Es pertinente la observación de El Universal, porque existe un género llamado el género documental, donde la realidad es la que marca y limita. Cuando usted no está haciendo un documental, usted no tiene ninguno de estos límites. Basta que se diga, creo, basado en una historia de la vida real, para que allí esté el cuento.
En definitiva, cuando usted va a ver “Argo” usted va a ver una película, una muy buena película, muy bien escrita, muy bien producida y mejor dirigida. Además, inspirada en un hecho de la vida real. Sería oportuno, pues, para los preciosistas que vivieron el cuento, que venga ahora el documental o la cantidad de libros que cada uno de estos testigos de la época pudiera escribir.