Imposible no hacer comparaciones. Recuerdo al Papa Benedicto XVI descendiendo de su avión en África, todo el boato de la Iglesia, parecía casi una figura colonial decimonónica que llegaba de la fría Europa a esas cálidas tierras africanas. ¿Qué dijo el Papa Benedicto al llegar al África? Pues habló de condones y de la prohibición de los condones, una frase completamente destemplada y alejada del a realidad, en un continente, por decir lo menos, arrasado por el sida, arrasado por el hambre.
Benedicto XVI funcionaba, para muchos, al margen de este difícil mundo que no has tocado vivir. Quizá por eso renunció y no pocos críticos y observadores dijeron que el acto más digno, importante y valiente de todo el papado de Benedicto había sido, precisamente ese, renunciar.
En lugar de Benedicto, el alemán Ratzinger, nos ha llegado un argentino humilde, un porteño de voz muy suave y pequeñita que le ha dado un tono completamente distinto al papado. Mientras los casos de pedofilia crean un problema severo, hondo en la Iglesia y el Papa Benedicto trató de hacerse de la vista gorda o en todo caso fue suave y benévolo en sus críticas. Francisco en estos desmanes fue radical y duro. Radical y duro también a la hora de hablar de la Iglesia “o nos transformamos o nos vamos a convertir en una ONG espiritual”, fue de sus primeras declaraciones que dio en un plano informal.
Ya todos han comentado hasta la saciedad su carácter sencillo, humilde, el hecho de comer y compartir con sus amigos, con sus compañeros religiosos, el hecho de vivir en una residencia y no en los fastuosos salones del Vaticano. Además de su necesidad de convertir a la Iglesia de nuevo en el centro de la Fe. Y para ello es el crítico más duro que ha tenido la Iglesia dentro la Iglesia.
Va, entonces, por primera vez como Papa, sale del Vaticano y viaja a Brasil, le reciben multitudes, -es normal que a los Papas lo reciban multitudes-, pero estas se contagian de una manera distinta. A los jóvenes los llama a la rebeldía “hay que armar lío” les dice. Es claro al tratar de poner el valor del dinero en su lugar, al tratar de poner las cosas pasajeras en su lugar para que todos nos ocupemos de lo importante, de lo medular. Y dice “el cambio siempre es posible, la realidad siempre se puede mejorar”; y hacia allá él lanza todas sus propuestas.
La imagen del Papa regresando en el largo vuelo de Río a Roma, es elocuente. Está parado casi como el sobrecargo del avión de Alitalia, entre los asientos conversando con periodistas, les atiende con amabilidad y dice frases tan sorprendentes como estas: le hablan del tema del homosexual y dice “quién soy yo para juzgar a un gay”. Por supuesto, pone punto en las cosas fundamentales “no al sacerdocio de las mujeres” y lo dijo con una frase, pues, que estremece “la Virgen María está por encima de los obispos, está por encima de los sacerdotes, nadie es más importante que una mujer en la iglesia, nadie, la mujer siempre está por encima”. Pero no, la Virgen siempre estuvo por encima. A sus colegas y compañeros obispos les dice que hay que alejarse del boato porque los obispos más que administradores son pastores y tienen que vincularse con el pueblo y ser sencillos y humildes.
En definitiva, este primer Papa latinoamericano, este primer Papa jesuita, ha arrancado y seguramente brindará una revolución importante dentro de la Iglesia. Como decía que las comparaciones son inevitables, pues no puedo evitar pensar en aquel importantísimo Cardenal Roncalli, Juan XXIII, ya a estas alturas muy cercano a los altares. EL papado de Juan XXIII fue corto, pero sembró el Concilio Vaticano Segundo, que renovó por completo a la Iglesia, y mucho de lo que en pie maravilloso tiene la Iglesia Católica hoy en día se debe a Juan XXIII. Ahora viene otro Papa con una estirpe parecida, con un temple parecido ¿cuánto durará el papado de Francisco? ¿Hasta dónde podrá llegar?
Un trabajo en El País de Madrid bajo el titulo: “¿Será Francisco el nuevo Moisés de la Iglesia? Se pregunta:
No sabemos aún cómo los diferentes movimientos de la Iglesia como el Opus Dei, los pentecostalista, los de Comunión y Liberación o los mismos teólogos de la liberación analizarán ahora las graves palabras de Francisco en Río.
¿Dejarán a Francisco – que se ha presentado despojado y cercano a la gente, sin las insignias reales del papado -llevar a cabo esa novedad histórica que obligará a la Iglesia a una catarsis colectiva?
¿Lo escucharán y seguirán en esa travesía del desierto? ¿En esa conversión existencial para desnudarse, como hizo el joven Francisco, de su cómoda vida pasada para seguir al pie de la letra el evangelio compartiendo la vida de los sin poder y sin dinero?
Difícil de adivinar. Moisés no llegó a ver la Tierra prometida, pero el pueblo judío consiguió, al final, librarse de la esclavitud de los ídolos.
Veremos qué pasa con la Iglesia Católica ahora bajo la égida de Francisco I, para muchos, el Papa pana, el Papa Pancho.