A nosotros los venezolanos nos cuesta entender la bizarra, absurda, cruel, trágica situación económica que estamos viviendo. Ahora, imagínense lo que cuesta que lo entiendan los extranjeros.
El periodista Daniel Pardo, corresponsal de la BBC en Caracas hizo el siguiente ejercicio.
Cómo se explica que Venezuela sea tan cara y tan barata al mismo tiempo
Una botella de agua de litro y medio, por ejemplo, cuesta 15 bolívares, una cifra que puede equivaler a US$2,3, US$1,3, US$0,3 o US$0,08, según la tasa de cambio que se use (hay tres oficiales y una paralela o extraoficial).
Durante los últimos dos meses, la tasa del dólar libre del mercado negro se ha disparado, llegando a ser 28 veces más alta que la tasa oficial más baja.
Desde entonces lo primero que hacen los venezolanos cuando se levantan es mirar si el paralelo bajó o sigue disparado: piensan, se preguntan, especulan sobre si deben cambiar, esperar o guardar sus bolívares. Saben que los dólares son un refugio ante el vaivén cambiario.
Otro ejemplo: una hamburguesa Big Mac en McDonald’s cuesta 245 bolívares, que puede ser entre US$38 y US$1,4. Pero mañana, por la continua devaluación, puede que cueste US$1,2.
Y si se lleva esto a la macroeconomía -a las importaciones, las inversiones o las compras de un apartamento, un carro o un seguro-, paliar con este embrollo es un trabajo de tiempo completo.
Quizá este dato le ayude al confundido a esclarecer el asunto: el billete de mayor denominación en Venezuela, el de 100 bolívares, vale menos de un dólar, a la tasa paralela.
La abismal diferencia entre el oficial y el paralelo afecta a unas personas y beneficia a otras, pero deja claro que, ahora más que nunca, Venezuela puede ser un país caro -carísimo- y barato -baratísimo- al mismo tiempo.
Añádase a la ecuación una de las inflaciones más altas del mundo, precios regulados de ciertos productos y una economía importadora y dependiente del petróleo, que con la caída de su precio ha significado menos ingreso de divisas para Venezuela.
A vr.¿Quiénes son los perjudicados?
La mayoría de los venezolanos se ven afectados por el aumento del dólar paralelo, porque con ello suben los precios y los bolívares pierden valor.
Luis Correa* es uno de los afectados: fue despedido de una importante compañía privada y quiso cambiar su liquidación antes de que siguiera perdiendo valor.
Tras 15 años empleado, recibió 750 mil bolívares, lo que para muchos venezolanos es una fortuna: 153 salarios mínimos mensuales.
El Sicad II, que le podría transformar su liquidación en US$15.000, no le respondió su solicitud de dólares, así que cambió al negro, y obtuvo US$8.000.
Jimena Marroquín* lleva cinco años importando muebles, pero desde que el dólar se disparó, dejó de hacerlo y vende lo que consigue comprar en bolívares.
“El problema cuando estás importando con dólares paralelos es que no sabes qué precio final poner a los productos, porque lo más probable es que cuando vayas a reponer el inventario los dólares estén más caros”, explica.
¿Y hay algún beneficiado con esto? Claro que hay beneficiados. Por ejemplo: Los que tienen depósitos afuera o reciben plata de sus familiares y claro, los cambistas. Por supuesto no menciona el corresponsal de la BBC a los vinculados al gobierno. Pero dejémoslo así.
El corresponsal cita el caso de Virginia Alfaro que visitó Caracas hace unos días desde Argentina.
Se quedó en un hotel de lujo, donde la noche cuesta 16.000 bolívares, lo que equivale a tres salarios mínimos mensuales.
La noche en el hotel pudo haberle costado a Alfaro US$2.500, pero al comprar bolívares en el paralelo pagó US$94. Comió en restaurantes finos, hizo compras de ropa y anduvo en taxi privado todo el tiempo.
No se gastó más de US$1.000 en una semana.
En 12 años de control cambiario, hay sectores como los bienes raíces o el turismo que se han dolarizado parcialmente en busca de estabilidad.
Por supuesto habla de la inmensa corrupción que esto significa.
Comprar dólares oficiales y después venderlos al negro para después volver a empezar es un negocio que puede tener hasta 1.000% de rentabilidad.
Aquellos “vivos” se conocen en Venezuela como los “bolichicos”: personas que tienen contactos en las entidades de asignación o que, con una empresa fantasma, solicitan divisas para una operación que no hacen.
Acto seguido el articulista menciona a Jorge Giordani, que es un personaje que como saben para el gobierno actual no es de grata recordación.