Esta semana tuvimos una noticia maravillosa. Una noticia de esas que no llegan con frecuencia, que más bien son esporádicas, pasan años de años para que pueda llegar algo así.
Nuestro más importante poeta, nuestro gran poeta vivo Rafael Cadenas, obtuvo el Premio de poesía Federico García Lorca. Luego del premio obtenido en Guadalajara, este es el premio más importante para la poesía en nuestro idioma, y ambos se lo ha llevado este gran poeta de Barquisimeto.
Ese día lo llamamos al enterarnos de la noticia, conversamos con él. Esa conversación la pueden escuchar acá en nuestra página. Nos conmovió como siempre su humildad, su sencillez. Lo primero, hizo caso al margen de mis felicitaciones para decir que era solidario conmigo frente a las últimas afrentas, en fin. Uno estaba llamándolo para ensalzarlo, y él siempre se pone como de segundo, como de tercero. Para él lo más importante son los demás, sobre todo los amigos.
¿Qué mejor manera de homenajear a Cadenas? Pues leyendo su poesía. Quizá su poema más emblemático es “Derrota” de 1963. Un poema que ya tiene 52 años encima.
Derrota (1963)
Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que perdí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo que creí
que mi padre era eterno
que he sido humillado por profesores de literatura
que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida
que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no he cometido
que poco me ha faltado para echar a correr por la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me soporte
que fui preterido en aras de personas más miserables que yo
que seguiré toda la vida así y que el año entrante seré muchas veces más burlado en mi ridícula ambición
que estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados que yo («Ud. es muy quedado, avíspese, despierte»)
que nunca podré viajar a la India
que he recibido favores sin dar nada en cambio
que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma
que me dejo llevar por los otros
que no tengo personalidad ni quiero tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy de las FALN y me desespero por todas estas cosas y por otras cuya enumeración sería interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas partes por inútil
que en realidad no he podido casarme ni ir a París ni tener un día sereno
que me niego a reconocer los hechos
que siempre babeo sobre mi historia
que soy imbécil y más que imbécil de nacimiento
que perdí el hilo del discurso que se ejecutaba en mí y no he podido encontrarlo
que no lloro cuando siento deseos de hacerlo
que llego tarde a todo
que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas
que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable
que no soy lo que soy ni lo que no soy
que a pesar de todo tengo un orgullo satánico aunque a ciertas horas haya sido humilde hasta igualarme a las piedras
que he vivido quince años en el mismo círculo
que me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado
que nunca usaré corbata
que no encuentro mi cuerpo
que he percibido por relámpagos mi falsedad y no he podido derribarme, barrer todo y crear de mi indolencia, mi
flotación, mi extravío una frescura nueva, y obstinadamente me suicido al alcance de la mano
me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de los otros y de mí hasta el día del juicio final.
Otro de sus libros más impecables, antes de la publicación de Derrota, fueron Los Cuadernos del destierro.
Los cuadernos del destierro (1960)
- Yo visité la tierra de luz blanda.
Anduve entre melones y hierbas marinas, comí frutas traídas por sacerdotisas adolescentes, palpé árboles de savia roja como ladrillo que moraban junto a la tumba de un príncipe, vi viejos catafalcos de gobernadores guardados por lentas palmas. Por los contornos había raíces en forma de tazones donde los monos mitigaban la sed.
Pasé un día cerca del lugar donde duermen los ahorcados.
Era la época en que los brujos habían partido a los campos de arroz destruyendo todos los talismanes.
En las calles vistosas doncellas oscuras danzaban.
Entonces los capitanes bajaban de los ojos para explorar la ciudad.
De este viaje más allá de los presuntos límites sólo conservo alguna que otra estrella de mar, varios retratos -ella y yo- y un peregrino cofre que encontré en el barco durante la travesía.
De aquel idioma y de mis pasos por la tierra dicha no existe imagen que esté hoy extinguida. Los veleros tocan a las puertas del aire donde persisto. La luz me trae delfines muertos. Tu olor reconquista el estremecimiento.
Y para cerrar. Algunas anotaciones.
Anotaciones
Los poetas no convencen. Tampoco vencen. Su papel es otro, ajeno al poder: ser contraste.
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¿Qué se espera de la poesía sino que haga más vivo el vivir?
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Alan Watts cuenta que Huxley, cuando su tutor le dijo que estudiara Literatura, le contestó “con su voz extraordinariamente rítmica”: “Nunca he sentido que la literatura fuese algo que ha de ser estudiado, sino más bien algo para disfrutarse”. Aunque parezca irónico de mi parte, propondría que la frase se colocara en la entrada de las escuelas de Letras, donde a veces se olvida lo que la literatura tiene de goce y se convierte sólo en objeto de estudio.
Dice Cadenas: “Irónico de mi parte”-porque ha sido, y de ello ha vivido- profesor en la Escuela de Letras. Allí precisamente le conocí, cuando siendo yo un, todavía casi adolescente en 1972 pateaba el otro extremo del pasillo, la Escuela de Filosofía en la Universidad Central de Venezuela. Digo, allí fue que lo conocí es un decir. Yo no me le acerqué, él era tímido y yo más todavía. Pero le veía pasar, y todo, los de mi generación, hacíamos silencio, un silencio reverencial.
Sin embargo, él nunca ha estado arriba, él siempre le ha gustado estar abajo. Lea usted esto:
Lo literario es una categoría a la que se accede. Esto indica que se “sube” hasta ella, y yo quiero, al escribir, quedarme donde estoy, no “levantarme”. Por eso me irrita “hacer literatura”. ¿El asunto no es más bien “bajar”?
Soy prosa, vivo en la prosa, hablo prosa. La poesía está allí, no en otra parte. Lo que llamo prosa es el habla del vivir, que siempre está traspasado por el misterio.
Que bonito es saber que entre nosotros hay un ser humano así. Que bonito es decir que uno perteneció a la Venezuela de Rafael Cadenas.
Que estimulante es tomar una derrota como un comienzo…