Antonio Ledezma, otro alcalde preso – Carlos Flores

Artículo publicado en http://voces.huffingtonpost.com/

Por: Carlos Flores

Venezuela es un cadáver. Es un cadáver como sociedad, como país,BzouHLS__400x400 como Estado. En un día cualquiera se rompen más leyes, reglas, tratados, promesas y sueños, de los que le puede tomar años a cualquier otra nación. Esta pesadilla -¿Gobierno?- que lidera Nicolás Maduro está llevando a Venezuela a niveles insólitos de fracaso y destrucción. Me refiero a una quiebra financiera, política, social y moral.

Es como conducir, a propósito, una moto sin frenos a media noche y máxima velocidad sobre un camino empedrado que termina en un abismo… ese motociclista -suerte de Evel Knievel en ácido- es el propio Nicolás Maduro, quien tiene tanta noción de cómo llevar una nación al éxito como la que debe tener cualquier mequetrefe desahuciado y sin hogar que uno pueda conseguir viviendo bajo un puente en la parte más fea de cualquier ciudad latinoamericana.

Es muy difícil colocar esto en la mente de alguien que viva fuera de Venezuela pero la realidad del país es que todo… TODO lo que le da forma, sustento y autenticidad a una nación, está fallando dramáticamente. Una receta para desastres como jamás se ha visto.

Nicolás Maduro se ha orinado en su país; humillado su gente. Acabó con el poco respeto que quedaba por la institución de la Presidencia. Ahora, ser el “Presidente de Venezuela”, no solo es una burla internacional sino que se ha convertido en sinónimo de asco, demencia y derrota.

Mientras escribo estas líneas, Nicolás, en el estado Yaracuy, da un discurso en cadena nacional. Desde su boca sale disparada una incoherente ráfaga de palabras que buscan argumentar “algo”… es la misma mezcla; la ya aburrida y usual ensalada verbal compuesta por “imperio”, “Obama”, “invasión”, “lucha”, “Bolívar”, “libertad”, “oligarquía”… esa misma caja de letras que nos ha llevado a tener una Venezuela violentada, ofendida, ultrajada.

Y su público… ese montón de personas que gritan como mandriles excitados, representa todo lo malo que se le achaca a los venezolanos: ellos son los conformistas, los que no tienen educación; los que están felices con una bolsa de comida gratis y cualquier billete disponible parar comprar la caja de cervezas el viernes por la tarde. Sí, ellos terminan siendo la Venezuela del chavismo: la de hombres y mujeres que no quieren trabajar, que no quieren esfuerzos, que creen que el Estado los debe mantener y que las “Misiones” son lo más cercano al cielo.

Ellos, este montón de gente improductiva, son los que se atreven a votar mecánicamente por el candidato rojo. Para ellos, no existe algo más allá que la Revolución: a sus mentes diminutas ha entrado el lavado de cerebro Castro-comunista y se ha posesionado de su elemental raciocinio como una maléfica bacteria que devora todo lo bueno y lo reemplaza con un excremento de maldad y odio.

Son los venezolanos que creen que existe una “guerra económica”, que culpan a todos y que disfrutan al ver a chiflados como ellos en el poder. Porque hay que sufrir de muchos males y estar completamente desentendido de la realidad, para sentir empatía, felicidad o satisfacción ante el horror por el que atraviesa Venezuela. Eso… o ser un boliburgués que se masturba dentro de un estanque repleto de dólares Cadivi.

Monopolio… ¡juegue Monopolio!
Este febrero ha sido crucial en la misión de Nicolás Maduro por terminar de aniquilar la economía venezolana… Hasta la fecha Maduro y su séquito siguen girando sus cabezas en torno a dimensiones paralelas donde el trueque, los conucos y hasta las caraotas mágicas son más importantes que brindar un marco de seguridad óptimo para los empresarios nacionales y extranjeros que deseen poner a girar la ya oxidada rueda de la producción, que es y será, en definitiva, la única manera de finalizar con la nueva cultura de colas y desabastecimiento.

Tras muchas promesas, por fin se ha establecido un ¿nuevo? sistema cambiario que termina “legalizando” el dólar paralelo de calle… esa temida “lechuga verde” que Maduro tantas veces atacó y que cuyo precio (hoy, el mismo del nuevo sistema de dólar marginal Simadi), siempre dijo que era un invento de la oligarquía venezolana radicada en Miami es la nueva base de una economía en coma.

Nuevamente, por salir de boca floja es que ocurren todas estas cosas, lamentables por cierto. La economía es básica… basta desempolvar las enseñanzas del juego Monopolio, y sus billetes multicolores: si no los tienes, no compras casitas ni hoteles ni nada.

Y en medio, si todo sale mal, uno puede ir hasta la cárcel. Y es una gran moraleja que no aplica en Venezuela. Porque en la cárcel, presos, deberían estar todos los que han aprovechado, robado, hurtado, delinquido y sacado provecho ilegal a toda la locura generada por sistemas de manejo de divisas Cadivi y Cencoex. Pero esto sería toda una utopía en una nación donde sigue creciendo el número de presos político con la misma velocidad en que baja el precio del petróleo. ¿Una cosa tapa a la otra?

Ledezma a la jaula
Imagino algún salón de Miraflores, con esas paredes viejas que han de guardar secretos y voces del más allá y también del oscuro presente… y durante una tarde, en medio de tragos caros y pseudo planificación política, se deja escuchar, en medio de los presentes (asesores, ministros, etc) una voz que dice, así no más: “bueno, metamos preso a alguien fuerte, a Ledezma, puede ser”.

De repente no es así, pero quiero imaginar que así, bajo ese barato nivel de mojigatería, se manejan semejantes decisiones tan radicales del Gobierno Nacional. Porque meter preso a un alcalde en funciones (opositor) es un experimento que, tristemente, les está funcionando como trapo rojo para desviar la atención de la debacle bíblica que está arrasando al país.

El resultado es que Antonio Ledezma, Alcalde Mayor del Distrito Metropolitano de Caracas, fue privado de su libertad y pasó a convertirse en otro preso político. ¿Su crimen? Firmar un decreto que busca la salida del Gobierno de Maduro y que bien resume lo que millones de venezolanos aspiran, esperan y también apoyan… eso, para el chavismo, es tan peligroso como nadar en una piscina llena de anguilas eléctricas.

El gran problema es que el ciudadano venezolano y, me atrevo a decir, su liderazgo opositor, sufren un raro síndrome que los ha entumecido, atontado. Siguen hablando de una transición pero… ¿en qué consiste, cómo se traduce en hechos más allá de ser tinta para titulares de prensa? Nadie responde. ¿Hasta cuándo siguen reconociendo a esto como un “Gobierno”? ¿Hasta cuándo? Hasta que lleguen a la casa suya… o a la de su vecino y también los metan presos por tener guardado un bulto de harina o veinte paquetes de café? Nadie responde.

¿En qué momento despertará el sentimiento venezolano en aquellos que tienen la obligación que resguardar la seguridad patria para dar la cara por la Venezuela que juraron defender? Desde la soledad de la cárcel, Antonio Ledezma debe estar preguntándose lo mismo… y, más importante, esperando una respuesta.

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