Artículo publicado en Runrunes.es
Por: Maria Alesia Sosa Calcaño
Su nombre está en la sentencia firmada por la jueza Susana Barreiros, que condenó al dirigente político Leopoldo López a casi 14 años de prisión. Ángel González tiene 20 años, y también es uno de los condenados, junto a Christian Holdack y Demian Martín. Lo acusaron de instigación pública por los hechos ocurridos el 12 de febrero de 2014 en el centro de Caracas, luego de la protesta convocada por el movimiento estudiantil.
Lo detuvieron en los alrededores de Parque Carabobo el 12F, lo golpearon y torturaron durante las primeras 48 horas de arresto. Finalmente fue trasladado a la sede de Polichacao donde permaneció 45 días preso. Al término de ese período fue beneficiado con una medida cautelar que le dio libertad condicional a cambio de una fianza.
La sentencia de su juicio determinó que tiene que presentarse cada 15 días en el tribunal. Sus abogados apelarán la próxima semana.
González creció en una familia de pocos recursos en Naiguatá, estado Vargas. Su mamá trabaja como cocinera y su papá, como asistente de rampas y despachador de vuelos en el aeropuerto de Maiquetía. “Mi abuelo —que fue marinero— y mi tía —que es TSU en Turismo—, son los únicos dos parientes que siempre han sido opositores. Somos gente de bajos recursos, pero trabajadores. Siempre tratando de salir adelante, y sufriendo los problemas de todas las familias venezolanas, como falta de agua, cortes de luz, y tenemos dificultad para conseguir comida”.
Cuando lo detuvieron, Ángel estudiaba administración industrial en el Instituto Universitario de Tecnología Industrial en La Guaira, y perdió el semestre, que ya volvió a retomar hace dos semanas.
En Naiguatá es conocido porque todos los años hace el papel del Cirineo, en el Vía Crucis viviente de su pueblo en Semana Santa. “El año pasado no lo pude hacer porque estaba preso, pero ya en 2015 me reincorporé”. Reconoce que en su pueblo la mayoría de la gente es chavista, y que también recibió insultos de parte de algunos vecinos.
Dicen sus abogados que en ninguna de las 70 audiencias de juicio los testigos mencionaron a Ángel González en la reconstrucción de los hechos. “Ningún testigo me mencionó, mi nombre no salió sino en la acusación de los fiscales y luego en la sentencia”.
—¿Tú sabes lo que era instigación pública antes de todo esto?
—La verdad es que no. Tuve que buscar el significado. No sabía qué era esa palabra, ni agavillamiento. Sí sabía lo que era daños e incendio. Me llegaron a decir que estaba financiado por EEUU, y yo respondí que no he visto un dólar de eso. Me dejaron ese delito para decir que estaba involucrado en lo de la marcha y bueno, estoy en la calle por una cautelar.
—¿Qué te llevó a marchar el 12F?
—La situación que atravesaba y atraviesa Venezuela: escasez, inflación, colas, violencia. Eso me crea indignación. No puedo quedarme de brazos cruzados viendo cómo el país se desangra. Pudiéramos ser una potencia, pero por la mala administración de un gobierno no podemos serlo. Es un gobierno que le ha quitado el futuro a los jóvenes, que los reprime, los persigue. Me da un sentimiento muy grande, por lo menos en mi pueblo, Naiguatá, ver esas colas bajo el sol, ver que nadie consigue nada o que todo es demasiado caro. Son cosas que me obligan a hacer algo, si uno no lo hace, ¿quién lo va a hacer? No podemos seguir esperando.
—¿Cuándo te empezaron a importar estos problemas?
—En 2014 yo tenía 19 años, pero fue algo que salió de mi, porque mis padres siempre apoyaron al Gobierno, teníamos muchas discusiones por eso. Yo era el único de la familia que quiso ir más allá, que quiso poner un granito de arena para levantar al país, por eso fui a marchar ese día. Después de lo que me pasó, mi papá dice que odia a este gobierno, y no quiere nada con ellos. De alguna manera, eso sirvió para que él despertara y se diera cuenta que este es un sistema que no está funcionando.
—¿Cómo fue el 12F desde que te despertaste ?
—Me levanté con ganas y entusiasmo. Con unos amigos de Naiguatá fui a la universidad y de allí a Plaza Venezuela a concentrarme con los demás estudiantes,. De ahí fuimos a Parque Carabobo a llevar el documento en apoyo a los estudiantes que estaban detenidos en Táchira; nos concentramos en el Ministerio Público. Pedíamos que nos atendiera la fiscal Luisa Ortega, pero no bajó. Allí empezaron los disturbios. Muchas bombas, corredera, estaban todos los cuerpos de seguridad del Estado: la GNB, PNB, el Sebin, CICPC, y los Tupamaros, colectivos armados. Todos arremetiendo contra los estudiantes, con sus escudos y sus cascos.
—¿Tuviste miedo?
—Algo me llamó a quedarme ahí. Había muchos estudiantes, y no quería dejar solos a los que se quedaron. Con mi celular empecé a grabar todo lo que estaba pasando. Por eso es que a mi me detienen, porque estaba documentando lo que ahí pasaba, cuando estaban quemando las patrullas. Al verme grabando, me agarraron cuatro personas vestidas de civiles.
—¿Te dijeron por qué te habían detenido?
—En ningún momento me resistí al arresto porque el que no la debe no la teme. Yo no hice nada. No me dijeron por qué me estaban llevando preso, ahí se llevaron al que les dio la gana. Primero me llevaron a la sede del CICPC de Parque Carabobo. Ahí nos tuvieron arrodillados seis horas contra la pared, como si fuéramos unos delincuentes. Nos golpeaban, nos daban cachetadas, nos pisaban los pies. Un periodista portugués estaba entre los esposados, y no entendía lo que le decían porque no hablaba español. El funcionario le pedía su cédula, y él no entendía. Lo golpearon por no comprender.
—¿Qué te impactó de ese día?
—Yo vi cuando mataron a Bassil (Dacosta), un hermano venezolano, un héroe, a quien tristemente lo mató el Sebin, no lo mató Leopoldo López, como dice el Gobierno. Lo mató un cuerpo de seguridad del Estado, por protestar. Estaban disparando con armas de fuego, con perdigones, bombas lacrimógenas, y aparte tenían cascos y escudos para protegerse, ¿de qué? Si los manifestantes no tenían nada. Sólo estábamos protestando.
—¿Cómo se enteró tu familia de tu paradero?
—Mi familia no sabía nada de mi, hasta que un vecino les avisó que me habían reconocido en una foto de Twitter, y mi nombre aparecía entre la lista de detenidos que se difundió por ahí.
—¿Cómo has cambiado desde que te sucedió esto?
—La indignación. Si el año pasado estaba indignado, ahora estoy el doble. Y ahora tengo más ganas de seguir adelante y de seguir luchando. Mi familia me pide que deje eso así, pero yo simplemente no puedo. Yo amo Venezuela y no voy a descansar hasta verla bien.
Hasta que todos los problemas se solucionen, hasta que podamos vivir bien, seguros, comer bien, derecho a la salud, a la educación, y muchas otras cosas que podemos tener, y que vamos a tener.
—¿Cómo afectó a tu familia este juicio?
—Mi familia tiene miedo que me metan preso nuevamente, y yo les digo que si ese es el precio que hay que pagar para ver a Venezuela bien y para que mi país cambie, yo asumo el riesgo, no importa. Estoy molesto e indignado con todo lo que me ha pasado el último año, pero hay que seguir adelante.
—¿Te preguntas por qué te tocó a ti pasar por esto?
—No me da rabia. Me tocó porque yo estaba ahí en la plaza, fue algo al azar, si me hubiera ido ese día no me hubiera tocado, pero yo decidí quedarme. Iban a agarrar a cualquiera que estuviera allí. El día que nos detuvieron había un chamo que tenía piedras en el bolso, y era militante del Psuv, a él lo liberaron aunque fue al único que le encontraron objetos contundentes en su morral, y a nosotros simplemente por estar en contra del gobierno, nos dejaron detenidos.
—Hay una foto tuya que presentó el fiscal del ministerio público, Franklin Nieves, donde apareces con algo en la mano y él dijo que era una bomba.
—En la foto aparezco con un trapo bañado en vinagre, que utilicé para protegerme de las bombas lacrimógenas. A partir de una foto inventaron lo que les dio la gana, pero la historia es otra, lo viví yo, no consignaron los videos.
—¿Y los videos que grabaste con tu celular?
—Esos desaparecieron, en la experticia ni quiera pusieron mi celular para utilizarlo como prueba. En esos videos que grabé estaba la verdad.
—¿Conocías a Leopoldo López antes de este proceso?
—No, lo había visto por televisión. Lo conocí en el tribunal, porque unieron nuestras causas. Igual que a los muchachos (Coello, Holdack, Martín). No militaba en ningún partido, ni siquiera estaba inscrito en el Consejo Nacional Electoral.
—¿Por qué nunca habías votado?
—No sé, estaba esperando alguna elección más importante. Ahora me la paso convenciendo a la gente para que vaya a votar el 6 de diciembre en las parlamentarias. Si no votas le das más chance al gobierno de hacer fraude, si uno sale a votar las posibilidades de hacer trampa son mínimas.
—¿Te quebraste en algún momento del juicio?
—La primera vez que mi familia me fue a visitar a Chacao, obviamente lloré. De resto he seguido fuerte; fue un año y medio muy difícil, de esperar que nos dieran la libertad. Y todavía la estamos esperando, porque la medida cautelar no es estar libre. Pero también he recibido muchísima ayuda y solidaridad de la gente, mis amigos y vecinos, la mamá de Marco (Coello), los abogados. Un apoyo incondicional de los abogados que me han asistido: Rigoberto Quintero, Joel García y Elenis Rodríguez. No tengo palabras para expresar mi agradecimiento a ellos.
—¿Qué sentiste cuando la jueza Barreiros leyó la sentencia?
—La jueza no leyó una sentencia, ella leyó la acusación: que Demian y yo habíamos incendiado, que nos movíamos por los alrededores de Parque Carabobo con unos radios walkie-talkies, que lanzamos ataques a la Fiscalía sincronizados, que Leopoldo nos instigó, todo eso dijeron.
—¿Qué esperabas el día de la audiencia final?
—No, ya yo sabía que nos iban a condenar. Yo estaba convencido. Yo entendí que esto era un juicio político. Simplemente porque todo el juicio fue injusto, se violó el estado de derecho. Tenían que condenarnos porque a ellos no les conviene tenerlo a él (Leopoldo López) fuera. Ellos saben que si él está fuera, esto se acaba. Yo no tenía esperanzas. Ya yo lo sabía. Y Marco (Coello) también lo sabía. Marco no es un prófugo de la justicia, simplemente fue a buscar en otro país las garantías que su país no le dio.
—Si sostienes que tu condena se debe a que Leopoldo López no puede estar libre, ¿sientes rabia hacia él?
—No, las ideas de Leopoldo son ahora mis ideales. Es un político grande, y él sabe lo que quiere. Está convencido de que esto va a cambiar, igual que nosotros. Él no va a parar hasta que esto cambie. En todas sus intervenciones durante el juicio, él pedía nuestra liberación.
—¿Cómo ha sido la relación con Leopoldo López durante las audiencias?
—Increíble pero él era el que nos daba ánimo. El último día, en la audiencia, Leopoldo se despidió diciendo que fue un honor haber compartido con nosotros esta causa, y nos dijo que estaba orgulloso de nosotros porque sabía que queríamos también una mejor Venezuela. Él es muy motivador, es un gran líder.
—¿Te llamaba la atención el mensaje de algún político antes?
—Yo era seguidor de Henrique Capriles, pero las ideas de Leopoldo ahora me convencen más. Esto es algo que ya no se aguanta, no podemos seguir esperando en el tiempo de Dios. Hay que hacer algo. Si no hacemos algo, el tiempo del Gobierno será eterno. A mi me parece bien la propuesta de Leopoldo, de resistencia en la calle -¡Claro! siempre pacífica-, de todos unidos.
—¿Cómo es el país en el que quisieras vivir?
—Donde pueda salir a la calle tranquilamente, que pueda llegar a la casa a la hora que quiera sin miedo a que me roben, que vayas a un mercado y el salario mínimo te alcance, donde no tengas que hacer colas, donde se consigan las medicinas. Donde puedas estudiar, tener un buen trabajo donde te acepten no por tus ideales políticos sino por tu conocimiento.
—¿Qué opinas del sistema de justicia venezolano?
—Aquí no hay estado de derecho. Si tu caso es político, lo pierdes. Aquí si no estás a favor del Gobierno, o vas preso, o te sacan del país, o te persiguen, o te matan. Sí hay jueces honestos y que cumplen su trabajo, en casos de robo asesinato, o cosas así sí puede haber justicia. Pero cuando se trata de un caso político, no hay esperanza.
—¿Qué piensas de la jueza Susana Barreiros?
—Ella en todo momento sentía presión porque sabe que nosotros somos inocentes, ella lo sabe. Hubo un momento en que se le aguaron los ojos cuando Juan Carlos Gutiérrez, abogado de López, le pidió que tomara una decisión justa y transparente, y le pidió que no se dejara guiar por una orden. Pero ella sabe que era su libertad o la nuestra.
—¿Cómo ves que de ahora en adelante vas a ser una persona con antecedentes penales?
—En el futuro me veo graduado, y esperemos que de aquí a allá esto cambie. Yo no aspiro a un cargo político, yo lo menos que he tenido aquí es ambición. ólo quiero ver a mi país bien, no quiero más nada, no pido más nada. De los antecedentes penales, ¿qué puedo hacer? Dios ya verá qué hace conmigo.
—¿Qué le dices a los jóvenes que se cansan y no quieren seguir luchando por un país mejor?
—Yo les daría mucha esperanza y mucha fuerza. Hay que entender a los que se van porque no ven futuro, porque no les alcanza el sueldo, es válido, yo respeto esa decisión.
—¿Por qué aún tienes esperanzas después de recibir una condena que consideras injusta?
—Yo siempre he sido optimista, y he tenido fe y esperanza. Siempre he creído en el dicho de que no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista. Tarde o temprano la gente se va a dar cuenta, y todos van a salir. Eso me hace seguir adelante y no quedarme de brazos cruzados.
—¿Qué enseñanza te dejó esto?
—Las grandes cosas requieren grandes sacrificios. Hay que sacrificarse mucho para conseguir lo que uno más quiere, a veces hay que sacrificar la vida, a veces la libertad. Esto me ha dejado una gran experiencia y muchas preocupaciones. Pero hay que seguir adelante.