70 años de béisbol profesional

El pasado jueves 1 de octubre, tuve el honor de pronunciar el discurso de orden en la inauguración del Campeonato 2015-2016 de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Estas fueron mis palabras y quisiera compartirlas con ustedes.

Discurso de orden pronunciado en la inauguración del campeonato 2015-2016 de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional.

Decía el eminente ensayista Mario Briceño Iragorry que el Siglo XX le había llegado con retraso a los venezolanos, que éste sólo se había hecho presente a raíz de la muerte del dictador Juan Vicente Gómez. Décadas después, el dramaturgo José Ignacio Cabrujas le cargaría la mano al concepto. Diría que no sólo llegamos tarde sino que llegamos brevemente. Nos definiría como un campamento minero, de esos que no perduran porque, tan pronto se acaba la bulla del metal, se tumba la carpa y para otro lado. Por eso, insistía Cabrujas, nos es difícil guardar memoria de las cosas. Edificios, instituciones, monumentos, tradiciones, hechos, costumbres todo se derriba fácilmente. De allí que sea frecuente confundirnos, perdernos, preguntarnos dónde estamos, quiénes somos. Un pueblo, pues, de frágiles raíces. Sin memoria.

¿Es cierto? Quizás. Todo es relativo. Siempre. Veamos.

1945 fue un año crucial. Un año de esos pivotales, de los que le tuercen el curso a la historia. En ese año se aplastó, después de millones de vidas y millones de recursos, la ambición fascista y totalitaria que amenazaba a la humanidad. Y ese año el hombre conoció, por primera y afortunadamente única vez, el infierno devastador que supone el estallido de una bomba atónica. Ese mismo año, precisamente para evitar otras guerras y más calamidades, se funda la Organización de Naciones Unidas. Una institución sin la cual, seguramente, el mundo estaría hoy bastante peor de lo que está.

Revisando las efemérides de ese año en nuestro país descubro detalles interesantes. Una década después de la muerte del dictador, ya se habían experimentado cambios importantes entre nosotros. Aunque el país, sin duda, seguía avanzando con cierta lentitud. El 15 de febrero, por ejemplo, le declaramos la guerra a las naciones del Eje y rompemos relaciones con ellas. Bastante tarde, podría observar Briceño Iragorri, si tomamos en cuenta que, apenas tres meses después, terminaría una guerra que ya había duradomás de cinco años. En Caracas el 25 de julio se inicia la construcción de la Avenida Bolívar y el 11 de agosto se inaugura la Plaza Altamira. Poco después la Urbanización El Silencio. Sin duda, importantes elementos modernizadores para nuestra ciudad capital. Pero el 3 de septiembre se da uno de esos fenómenos extraños y absurdos que también parecen caracterizarnos: justo antes de ir a Miraflores, el hombre que muchos consideraban sería la solución a nuestros problemas políticos, enloquece súbitamente. Y de un sólo golpe se acabó el asunto y con él la solución. Al mes siguiente, el día 18, se da otro tipo de golpe, esta vez de Estado, y, paradójicamente, por primera vez un civil preside el gobierno en lo que va de siglo.

1945, cómo negarlo, resultó un año peculiar, cargado de hechos y circunstancias que, de alguna manera, bien podrían servir para definirnos y caracterizarnos como nación. Pero el hecho que verdaderamente nos definiría y caracterizaría para el porvenir, sólo ocurriría en los últimos días del año. El 27 de diciembre, en los altos del Cine Cápitol, un cuarteto de empresarios, a los que se les puede calificar por igual de románticos y visionarios, firman la constitución de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Y es ese evento, por encima de todos los antes mencionados, el que nos reúne en esta mañana. Porque aquí estamos para conmemorar, para celebrar, la maravillosa iniciativa que tuvieron Martín Tovar Lange por el Cervecería Caracas, Juan Antonio Yánez por los Patriotas de Venezuela, JuanReggetti por los Sabios del Vargas y Carlos Lavaud por el Magallanes, un equipo que ya desde aquél entonces se definía en una sola palabra sin necesidad de apellido.

Vistas las cosas en la perspectiva histórica, podríamos coincidir con Briceño Iragorri y Cabrujas en que le hemos llegado tarde a muchos hechos cruciales de nuestro tiempo. Pero a otros, estimados amigos, les hemos llegado justo a tiempo. Y eso es lo que ocurre con nuestro beisbol. Con nuestro beisbol profesional. Veamos.

Los años de la guerra le bajaron el volumen, por decirlo de alguna manera, al beisbol de Grandes Ligas. Hubo todo tipo de especulaciones y más de una iniciativa extrema como la que llevó adelante el mexicano Jorge Pasquel, quien, para la temporada de 1946, en su país, decidió que, poniendo a jugar peloteros de Ligas Negras con big-leaguers blancos, impondría un nivel de juego muy superior. Cosa sin duda cierta. Y más de uno se tomó en serio lo de la amenaza a las Grandes Ligas. Pero éstas, astutamente, aprendieron la lección y al año siguiente, con la entrada de Jackie Robinson a los Dodgers de Brooklyn, iniciaron una nueva y definitiva etapa del beisbol mayor.

Es así, pues, que en 1946, cuando Pasquel le da aliento a su sueño exagerado en México, aquí en nuestro país, en el momento preciso, nuestros empresarios le dan el Play-Balla nuestro beisbol profesional. Dieciséis días después de haber firmado la constitución de la liga, el 12 de enero, se da el primer juego en el que Magallanes derrota al Venezuela 5 carreras por 2, con Alejandro “Patón” Carrasquel, no sólo nuestro primer big-leaguer sino también, después del encuentro, nuestro primer pitcher ganador de la pelota profesional.

Y es necesario detenernos ahora en el calificativo “profesional”. Es absurdo negar que en nuestro país la euforia por el beisbol en grande, en letras mayúsculas, arranca a partir de la extraordinaria victoria de nuestros connacionales en el campeonato amateur de La Habana, en 1941.Guillermo Meneses, en su novela “Campeones”, definió la euforia con una frase elocuente que arropaba a todo el país en una victoria nacional: “Se bebió largo y tendido”. Y los fundadores de la liga, en rigor, no hicieron más que canalizar y formalizar esa euforia en un campeonato profesional. De hecho, 9 de los 18 jugadores del roster del Cervecería habían formado parte de aquella Selección Nacional. Pero ahora eran profesionales. Y profesional significaba que los peloteros, sencillamente, cobrarían por jugar. La cosa, señores, era en serio. Aunque, la verdad sea dicha, quizás no tanto. Los peloteros del Cervecería, por ejemplo, no estaban en la nómina del equipo sino en la de la compañía, aunque ninguno supiera hacer cerveza pero sí beberla.

El trecho recorrido desde aquellos tiempos modestos y románticos es largo y fructífero. Es mucho el jonrón, el doblepley y el robo de home que se ha vivido desde aquellos bleechersde tablones, no aptos para el vértigo, en el viejo estadio de San Agustín, hasta los sólidos y encementados del no menos vetusto Universitario de Los Chaguaramos. No está en mí, y mucho menos en estas breves palabras, hacer el recuento de records, victorias y derrotas, de grandes y pequeños nombres que han llenado las hermosas páginas de nuestro beisbol profesional. Para eso están, valga la redundancia, los profesionales del asunto. Quien hoy les habla no es más que un fanático; un fanático de tantos, de esos que piden naranjas peladas en la entrada y luego, en la inevitable manía de ser manager de tribuna, termina perdiendo la ecuanimidad ante un robo mal mandado o la decisión de un umpire caprichoso. Soy fanático del Caracas –y discúlpenme la impertinente confesión en una fecha como ésta, queridos fanáticos de otros equipos- por la sencilla razón de que la primera vez que fui al estadio, a los escasos 7 años, entré de la mano de mi tía Ángela, vieja fanática del Cervecería. Y por eso fuimos derechito a los lados de tercera. Si me hubiese llevado mi tío Toño, hermano de mi tía Ángela, qué duda cabe, hoy sería magallanero. El detalle no es menor ni de poca importancia. Todo lo contrario. Evidencia que nuestras preferencias y fanatismos son circunstanciales, caprichosos, y, sobre todo, simpáticos; que no nos llevan –como en el caso del futbol, por ejemplo- a enfrentamientos irracionales e irreconciliables. En el estadio todos nos queremos y la pasamos bien porque lo que nos une, más que el o los equipos, es el juego, que es nuestra verdadera pasión. Nosotros, en realidad, somos fanáticos es del beisbol. Por eso, en un país de gentes cordiales y conciliadoras, el deporte nacional no puede ser otro sino el beisbol.

Al comienzo de estas palabras quise reflexionar sobre lo que algunos eminentes intelectuales vernáculos han pensado de nosotros como nación, de nuestros vicios y virtudes. Que somos lentos o tardíos. Que somos de frágil memoria y no respetamos ni instituciones ni tradiciones. Que a veces somos impacientes y nos da por solucionar las cosas a los golpes. A los golpes de todo tipo. Incluyendo esos, los cruentos y siempre condenables. Todo eso, quizás, sea verdad. Mucho de nuestra historia y realidad, sin duda, puede estar reflejado en balance tan “criollo”. Pero en esta luminosa mañana de octubre, a 70 años de la firma de aquél histórico compromiso en los altos del Cine Cápitol, quiero subrayar una de las tantas honrosas excepciones a lo que no necesariamente es nuestro patrón nacional. La Liga Venezolana de Beisbol Profesional no llegó tarde, no montó una carpa sino un sólido edificio repleto de estadios y una inagotable fanaticada, y no fue breve porque está empeñada en durar toda la eternidad del juego.

Nuestro beisbol es nuestra esencia. En él nosotros somos. En él vivimos y respiramos. En estos 70 años nuestro país ha vivido de todo, momentos felices y otros sumamente tristes. Hemos pasado por desgracias naturales como terremotos y deslaves, por guerrillas urbanas y rurales y no pocas crisis económicas. Hemos aguantado los golpes de viernes negros y controles de cambio, y los otros que también se han asomado llenándonos de temor, angustia y vergüenza. Y en medio de todo esto, nuestro beisbol, como si fuera un inmenso barco hecho todo de corcho y buena voluntad, ha flotado y navegado siempre hasta buen puerto. Y decir nuestro beisbol, es decir nuestra Liga Venezolana de Beisbol Profesional. En esta mañana la celebramos desbordados de júbilo. En un país donde, según algunos, no se respeta la memoria, ni la herencia ni la tradición, los directivos de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional nos demuestran exactamente lo contrario: en ellos vive el mismo espíritu de aquellos firmantes de diciembre del 45. Y, gracias a ellos, el beisbol sigue triunfante, vivito y coleando, feliz e infinito entre nosotros.

Muchas gracias.

César Miguel Rondón.

Caracas, 1 de octubre de 2015.

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