Heist es el término que en inglés sirve para referir a eso que llamamos un golpe. Golpe en el sentido delictivo, golpe en el sentido de estafa, trampa, robo sofisticado. En el cine el término heist, “golpe”, ha dado paso inclusive a un subgénero por demás atractivo. Hay películas sobre grandes robos que enriquecen de manera notoria ese subgénero.
Me viene a la memoria “Topkapi”, en los temprano años 60, que le valió el Oscar como actor secundario a Peter Ustinov; estaba protagonizada por Melina Mercouri, esposa del director Jules Dassin. Tenía también la actuación destacada de Maximilian Schell ¿De qué trataba Topkapi? Pues de nada menos que robar el diamante más grande del mundo en lo que era el Museo Topkapi, en Estambul.
Otras películas que me vienen, ya más recientes: la segunda versión de El Caso de Thomas Crown (The Tomas Crown Affair) dirigida por John McTiernan. La primera versión fue dirigida por Norman Jewison teniendo esa dupla sensacional de Steve Mcqueen y Faye Dunaway. La segunda, con Pierce Brosnan y Rene Russo, tiene variantes importantes. En la primera un millonario fastidiado de tantos millones decide robar un banco por el placer de robarlo. En la segunda, un millonario fastidiado de ser tan millonario decide robarse un Monet, en un museo demasiado parecido al museo Metropolitano de Arte en la ciudad de Nueva York. El detalle: robar, demostrar que se puede robar.
Una comedia graciosísima con Peter O`Toole y Audrey Hepburn: Como robar un millón (How to Steal a Million), también tuvo muchísimo éxito. De manera que esas películas donde se plantean retos importantísimos para lograr el golpe, para lograr el heist, enriquecen el subgénero.
Lo que voy a leer ahora no es ningún subgénero cinematográfico ni tiene que ver con la imaginación de algún guionista trasnochado. Esto es la vida real. Esto aparece el miércoles 17 de octubre en el diario El Universal de Caracas.
La Haya.- Siete cuadros de un considerable valor, entre ellos obras maestras de Pablo Picasso, Henri Matisse, Claude Monet y Paul Gauguin, fueron robados ayer del museo Kunsthal de Rótterdam, al oeste de Holanda, según informó la policía holandesa.
“En la mañana del martes siete obras de arte fueron robadas del Kunsthal de Róterdam”, informó la policía que difundió las fotos de los cuadros después de consultar a los propietarios, según un comunicado acompañado con las imágenes.
Las obras son El loco (cabeza de Arlequín) de Picasso, La liseuse en blanc et jaune de Matisse, Waterloo Bridge y Charing cross bridge firmados por Monet y Femme devant une fenêtre ouverte, dite la fiancée de Gauguin.
En el botín también hay una obra de Meyer de Haan, Autorretrato, y otra de Lucian Freud, Woman with eyes closed.
“Se inició una investigación y ya hay expertos en el lugar”, dice a France Press la portavoz de la policía de Róterdam, Patricia Wessels: “Intentamos saber cómo tuvieron acceso al museo, a qué hora sucedió y quiénes son los autores del robo”.
“La policía interroga a los eventuales testigos y estudia las imágenes del circuito cerrado del museo, según los primeros elementos, parece que el robo estuvo bien preparado”.
Por lo visto, después de leer estas declaraciones de Patricia Wessels, la vocera de la policía del Rótterdam parece que es tan torpe como los policías que suelen investigar este tipo de golpes en las películas. ¡Claro que estuvo bien preparado, bien planificado! Así comienza cualquier película de un robo. Veremos si en esta historia de la vida real, que no película, se llegan a encontrar la obras.
Por lo general, ¿para qué se roba una obra de arte? ¿Para contemplarla? ¿Para contemplarla en privado o para revenderla? La película apenas comienza, pero en este caso no se verá en el cine: hay que seguirle la pista en los diarios.