El beso de Klimt. Usted conoce la obra. A lo mejor no sabe quien fue Gustav Klimt, pero seguro usted conoce la obra. Seguro usted la ha visto, a lo mejor no en un museo, ni en un libro de arte. A lo mejor la ha visto en una franela, la ha visto pegada como un imán en una nevera, la ha visto, quizá, ilustrando un cuaderno. La ha visto por allí.
Esta es una de las obras más populares del siglo XX, del temprano siglo XX. Este año se va a conmemorar el 150 aniversario del nacimiento de Gustav Klimt y a propósito de esto hay una nota muy interesante en la BBC de Londres dónde se preguntan ¿por qué es Klimt tan atractivo para las masas? leemos:
“Las pinturas de Klimt se encuentran entre las más caras del mundo, pero sus reproducciones adornan los objetos más baratos, como tazas e imanes para neveras.
Incluso uno de sus trabajos, el “Retrato de Adele Bloch-Bauer”, tiene una muñeca Barbie hecha a su imagen y semejanza.
“Es extraordinaria la forma como ‘el factor Klimt’ ha arrasado”, dice el crítico de arte Richard Cork. “Es uno de esos artistas -y no hay muchos – que logra ser reproducido en todas partes”.
Su popularidad, dice Cork, es debido en parte a haber sido muy vanguardista en su momento, a que experimentó con cosas nuevas y también a que abordó temas que tienen un amplio agrado.
“Tiene un atractivo muy sensual y la gente responde a eso casi instintivamente. Empuja a sus cuadros hacia la abstracción, pero lo hace rellenándolos con patrones. Y ese patrón tiene ese tipo de encanto”.
Hay una sensación de libertad sobre el trabajo de Klimt, añade, y una calidad edificante con la que la gente se identifica”.
Ir a Viena por ejemplo, es impregnarse de la obra de Klimt, Klimt por todas partes.
Y esa obra que comentábamos al principio “El Beso”, ¿qué tiene de particular? Por su puesto su resplandor. Es un amarillo, el oro que hay allí, pero también quizá, la ternura. Es una pareja que pareciera viene de hacer el amor, pareciera que se está recién levantando de la cama, el colorido de la cobija que es lo que le marca toda la presencia con lo que la pareja se cubre y él, como protegiéndola, le da un beso en la mejilla.
No es un beso erótico, pero su carga erótica es tan fuerte y evidente.
Hay una magia especial allí, en este beso y en toda la obra de ese gran artista que fue, Gustav Klimt.