Treinticinco o cuarenta ños atrás, en mis tiempos de estudiante en la Escuela de Filosofía en la Universidad Central de Venezuela, solía visitar Chacao. Allí vivía un condiscípulo (que todavía sigue siendo mi compadre), Jean Maninat.
Con Jean, luego de tratar de descifrar misterios de Tomás de Aquino o de Platón, salíamos a buscar dónde comer. Chacao siempre ha tenido sitios pequeños, ocultos, maravillosos, deliciosos, misteriosos, donde se ha comido muy bien. En aquel entonces, Chacao era una comunidad básicamente italiana. En las tardes uno escuchaba a los pequeños voceando la Voce d’Italia y veía a los italianos aquí y allá y se tomaba, no lo duden, un extraordinario café.
Recuerdo un bar restaurant el “Amsterdam”. Tenía una puerta muy pequeña, había que llegar, tocar y Jean, el holandés que atendía, se asomaba a verle a uno, y, en esos tiempos donde la delincuencia y la inseguridad no estaban como hoy, pues el viejo Jean nos dejaba pasar (sólo si le caíamos bien, no porque temiese que entrase algún delincuente). Ya dentro, el viejo Jean tenía una práctica muy curiosa: por cada trago que uno pedía él se servía uno y lo cobraba, lo incluía en la cuenta. Pero se comía bien y se bebía y se conversaba mejor.
Recordé todo esto cuando la hija de Jean, Valentina Maninat, mi jefa en el Circuito Éxitos, me llevó en estos días a una callecita de Chacao, donde, como en los viejos tiempos del Amsterdam, hubo que tocar la puerta y asomar la cara. Claro, hoy en día ven la cara para despistar si uno tiene o no pinta de delincuente. Una vez pasado el examen visual, usted tiene acceso.
El sitio se llama “La Tasca de Juancho”. Uno sospecha que va a ir a una de las tantas tascas que hay en Chacao, que hay en toda Caracas. Mas ésta tiene algo curioso. Tan pronto entré, salió a saludarme un hombre pequeño, que ya conocía. Me saludó por mi nombre y a los pocos segundos ya lo había ubicado: Manfer Cubas.
Manfer, peruanísimo, nada más basta que diga “Hola señor”, para que usted sepa de dónde viene. Fue mesonero por mucho tiempo en Astrid & Gastón, y decidió salir de ahí para montar este pequeño restaurante en Chacao. Aquí Manfer se convierte en el hombre orquesta, atiende las mesas, da las recetas, sirve los tragos, en fin…
La banda sonora el día que fui estaba magnífica. Curiosamente, en un restaurante peruano, la música estaba protagonizada por el chileno Lucho Gatica, cantando los boleros que le lanzaron al estrellato en aquellos años 50.
Luego de saborear unos deliciosos piscos que preparó el propio Manfer, entramos a comer. Ceviches muy frescos, la Causa no tanto, porque, como saben, la Causa depende de la papa, pero la que pedimos con atún estaba bastante bien. Un pulpo sencillamente delicioso. Para remate, unas costillas de lechón absolutamente pecaminosas. Ciertamente, ése es el pecado. Esas costillas son el pecado. Pero, en fin, la decisión, si se mantiene casto o no ante semejante tentación, la tiene usted.
La Tasca de Juancho está en la calle Miranda, en las Residencias Miranda, planta baja, en Chacao. Ya lo sabe, trate de acicalarse un poco para que, cuando Manfer asome por la ventanita, no le vea ninguna pinta rara o sospechosa y le deje pasar. Va a comer como en Lima; mejor, va a comer como en Machu Picchu, que es una foto muy grande que tiene usted allí, al lado de la mesa.
Amigo Cesar, conocimos Tasca de Juancho a comienzo de los 80. Sus dueños eran Joaquin, el amo de la cocina. Y José María, con la barra. Muy española, con un sabor único.
Con cada trago, servían una tapa pero de tanque de agua de mil litros. Recuerdo que para abrir plaza, salía un tremendo plato de la sopa del día.
Hoy en día, conocí a Manfer, que obsequió unos Anticuchos sin par.
Que bueno sería compartir una tarde sabatina en " La Tasca de Juancho".-
Un abrazo
Viva Chacao!!!!
Viva Chacao!!!!