Leo la primera página del diario El Universal de hoy: “Las colas fueron para ir a la playa y para comprar en los mercados libres”. “Los votantes en Caracas y en las principales ciudades dormitorio de la capital llegaron a cuentagotas, y en Vargas hubo gran asistencia a los balnearios. En otras zonas, la compra de productos para las hallacas marcó la jornada.”
La gente, sencillamente, le dio la espalda a esos comicios regionales del día de ayer. En definitiva, hubo una abstención del 46%, muy superior a lo que se temía. ¿Qué pasó? Pues la gente no se interesó. La gente sintió que no valía la pena. Que hicieran lo que hicieran, en definitiva, pues, nada iba a cambiar.
Leí tarde en la noche un tuit muy fuerte, muy duro. Me pegó, lo confieso. Decía: “en esta oportunidad, la trampa no la hizo el CNE, la trampa se la hicieron los venezolanos”. Fuerte.
Los que se abstienen, los que le dan la espalda y prefieren la tienda, la hallaca, la playa. Pues deciden que igual la vida seguirá su curso –la vida nacional cada día peor, o cada día mejor, según la cercanía al Gobierno que se tenga– y prefiren retirarse, rendirse. Es como una resignación inmensa la que sobreviene.
Algunos tuiteros, sin embargo, sí explicaban por qué se abstenían. La mayoría le reclamaba a la dirigencia opositora el mal manejo que les condujo a esta jornada. Porque si bien uno sospecha que la abstención afecta por igual a ambos sectores, si vemos que la oposición perdió cuatro emblemáticas gobernaciones, no cabe duda que esa abstención a quien más perjudicó fue a la opción democrática. Entonces esa abstención, según ya algunos analistas, fue culpa de la dirigencia opositora.
Es curioso que personas inteligentes, autónomas, maduras, dependan tanto del liderazgo. ¿Qué curioso? “Si tal líder dice esto, voy. Si no, no voy”. Y la actitud, lejos de ser madura suena más bien infantil, pero habrá que revisar. Y qué duda cabe, los dirigentes políticos tienen su buena cuota en esta inmensa y grave derrota, pero también la tenemos nosotros los ciudadanos. Es muy fácil lavarnos las manos y echarle la culpa a otro, al dirigente “Tal” o al dirigente “Cual”, porque no hizo lo que yo quería, o porque no se comportó como yo esperaba. Y eso nos puede llevar, entonces, a un suicidio político. Porque lo de ayer fue muy parecido a un suicidio político.
Si la oposición hubiese mantenido sus gobernaciones, no hubiese cantado victoria. Pero no esta derrota terrible que supone perder hasta el estado Zulia, ¡Imagínese usted! Claro, durante toda la campaña electoral se dijo que la joya de la corona era Miranda, y se conservó la joya de la corona. Henrique Capriles logró mantener la gobernación del estado Miranda, con lo cual, entendemos, su liderazgo permanece intacto. Y permanece sobre todo intacto si contemplamos, desde ya, esos escenarios que nos llevarían a un 10 de enero sin la muy esperada y constitucional toma de posesión.
Lo que nos lleva a otro punto. A todas estas, ¿qué es de la vida del Presidente? Porque lo único que sabemos es lo que ha dicho el ministro Arreaza, quien habla más como yerno, como miembro de la familia que como Ministro, y dice “el Presidente pidió buenas noticias, llamó a votar y está en proceso de recuperación“. Pero no sabemos ¿recuperación de qué? ¿De dónde? En fin… Seguimos en la incertidumbre. Pero sí crecen las voces, los rumores, de que el Presidente no podrá tomar posesión el 10. Ante esto ninguna voz del Gobierno aclara nada.
Por lo pronto, el mapa del país es un mapa rojo con tres notorias excepciones: Amazonas, Lara – donde el gobernador Henry Falcón se convierte en uno de los líderes más importantes de toda la oposición – y el caso de Miranda que ya comentamos.
¿Revisarán los dirigentes opositores lo ocurrido en el día de ayer? ¿Lo revisarán los ciudadanos? ¿Lo revisaremos todos para saber qué ocurrió o definitivamente nos resignamos? ¿Pero qué significa resignarse como ciudadanos ante un país que, por lo visto, se cae a pedazos?