El pedazo de mar que veo está en calma. Poderosamente tranquilo. Eso tiene este Caribe. Está, sin estorbar, sin agredir, como diciendo que la vida es eso, un simple estar. Que es mucho pedir el ser.
Horas sin electricidad, sin conexión, en animación suspendida.
La mente no me da tregua. Los pensamientos son pájaros que me revolotean. Como si quisieran anidar en mi pelo desordenado.
No logro armar el rompecabezas. Hay piezas que faltan; otras están rotas, como si un ratón las hubiera mordisqueado.
Con lo que hay tiene que bastar. No sé cómo, pero tiene que bastar.
Paciencia. Nueve letras que se me escabullen entre los dedos.
Pampatar, 30 de abril, 2022