Por: Ibsen Martínez
Los voceros de la oposición compiten en esta hora por ver quién de ellos es el más piadoso. No cesan de soltar majaderas pendejadas como eso de “ esperamos que el presidente se recupere para que etcétera ectétera”.
Mire dentro de usted, amigo lector, pregúntese y respóndase si, al igual que Henrique Capriles, usted en verdad desea que al paciente habanero lo den de alta para que venga una vez más a jodernos metódicamente la existencia.
Mientras tecleo trabajosamente esta nota – no deberìa ser necesario de explicar porqué me cuesta tanto –, la oposición brinda un espectáculo que, ese sí, mueve a compasión: una vez más el paciente habanero, deliberadamente o no, los pone en aprietos. Habría que equivocarse muchísimo para esperar que Capriles salga bien librado hoy domingo. ¡Oh, sí! Hizo una brillante campaña cara a las presidenciales, lo que se dice un esfuerzo sobrehumano que sus partidarios, me refiero a los activistas de la campaña, no supieron honrar intentando siquiera ganarle a Chávez en su propio estado como estaban obligados a hacerlo. Gracias a ellos, Capriles se ve hoy forzado a ratificarse, en condiciones sumamente difíciles, en la gobernación de Miranda so pena de quedarse sin empleo.
Nadie me lo ha pedido pero igual aprovecho para consignar que, como elector, yo hubiese preferido que a) Capriles hubiese aceptado los resultados del siete de octubre con un poquitín más de beligerancia, que no hubiese sonado tan helvético, tan modosito, tan bobalicón y b) que aquella misma noche, el candidato de la gorra tricolor, hubiese anunciado con algo parecido a la grandeza que quemaba sus naves de la gobernación mirandina, que se ponía personalmente a la cabeza del esfuerzo por ganar las regionales a escala nacional. Por el contrario, desde aquella hora y punto, todo ha sido una desganada batalla por conservar el cargo y no ser borrado del todo del mapa. Sí, hay mucha lógica enesa “retirada estratégica”, pero es lógica tacaña , lógica del que cuenta sencillo chichero y olvida las morocotas. Esa lógica no basta para asaltar el cielo.
Dije que me cuesta teclear esta hoja dominical y la razón, entre otras, es el hartazgo de quince años a merced de un sujeto despreciable, de un milico golpista que encarna la suma de todos los defectos morales del venezolano, alguien que ha atropellado sin pausa toda convención del derecho, que ha encarcelado arbitrariamente, que ha despojado de su propiedad a innúmeros ciudadanos honestos, que nos insulta y nos escarnece en inescapable cadena nacional, que ha enajenado la soberanía nacional a los designios de la oprobiosa dictadura cubana, que mira indiferente, si no complacido, la tarea asesina del malandraje impune que nos diezma a razón de casi dos mil muertos al mes.¡Y tener que escuchar en calma a San Henrique Capriles decir que su alma está en vilo, que su corazón se ha detenido ante la ordalía que Dios ha dispuesto para el discípulo de Fidel Castro, que tiene una oración en los labios por la salud de Hugo Chávez! Decir que me arrepiento de haber votado por ese dechado de caridad cristiana es poco, así que lo volveré a decir: me arrepiento de haber pedido el voto para semejante monje franciscano, digno émulo de Juan Corazón.
Con todo, no sea lea lo anterior más que como una efusion de arrechera, de molestia inespecìfica ante el apocado desempeño de la dirigencia opositora durante los últimos noventa dìas, en modo alguno como pretexto emocional para abstenerse de votar hoy domingo.
Nadie lo ha dicho mejor que Alberto Barrera Tyszka, en un artículo recientemente publicado en El Nacional: “ No se vota sólo para ganar. Se vota para decir quién es uno, qué le gusta, qué prefiere, qué quiere o a qué se opone. Votar es un acto de afiemación personal. Como la escritura. Como la amistad. Como el sexo. Una pequeña declaración de independencia personal. Una manera de decir que estas vivo”.
Pues eso mismo: ¡a votar!
Ibsen Martínez está en @ibsenM