Armando el Rompecabezas de un País

Por: Ibsen Martínez

César Miguel Rondón obra en este libro como provocador/compilador/editor de una masa de entrevistas conducidas con doble direccionalidad, pues en cada entrevista, lanzada al aire en vivo antes de ser transcrita y editada, sus comentarios contextualizadores y sus preguntas son las de una interfaz viviente entre el radioescucha y el experto.

El día en que salió para siempre de mi vida, Carmen dejó un rec uerdo indeleble : todos los libros de mi modesta biblioteca quedaron organizados por orden de tamaño.

Carmen se ocupaba de la limpieza un par de veces por semana y ordenarme los libros sin que nadie se lo hubiese pedido no fue más que otra de sus ingenuas e inconsultas maneras de mostrarse servicial … ¡ y el colmo de los despropósitos!

Las palabras que nunca pensé que saldrían de mis labios escaparon esta vez sin que pudiese contenerme: “ Es mejor que cada quien siga su camino, Carmen; esto sí que no puedo dejárselo pasar.”

El orden secreto de una biblioteca, hecho de frecuentaciones y de libérrimas asociaciones mentales que obran como claves intransferibles, es quizá el último reducto del hogar en el que un lector afianza su lugar en el mundo.

Si todo mi Hemingway está aparcado junto a los libros de Jim Corbett, si las memorias de Alma Mahler se acodan en una autobiografía de Dizzie Gillespie, si los ensayos de Rafael López Pedraza juegan badminton con la poesía de Rafael Cadenas, si bajo el rimero de carpetas que guardan números atrasados de Letras Libres se amontonan volúmenes de Christopher Hitchens; en fin, si en mis anaqueles Charles Dickens anda revuelto con Ramón Díaz Sánchez ha sido porque un oscuro precipitado de imágenes y de ideas afines con las que solamente solamente yo me entiendo lo ha ido disponiendo todo de modo tan amigable y certero que no me deja fallar a la hora de recuperar la cita o el pasaje que requiere el oficio de articulista maquinal.

Lentamente, muy lentamente, el desorden primordial se ha instaurado de nuevo en mis estanterías, devolviéndome algo parecido a la serenidad: V.S. Naipaul ha vuelto a estar junto a Bernal Díaz del Castillo y la “Prosa del Observatorio” se deja escoltar por “Las Palabras” de Sartre . Eliseo Diego anda ahora de ganchete con Roberto Calasso. Y la pirámide que se ha formado en el piso, junto a mi sofá, ese túmulo de libros que tanto exasperaba a Carmen, ha vuelto a ser compañera de mis insomnios.

¿Qué titulos se han venido apilando allí últimamente? Veamos: “La tarea del testigo”, la bella novela breve que Rubi Guerra ha entregado a partir de la figura trágica de José Antonio Ramos Sucre; “Feria de Milagros” de Wislawa Symborska; el tomo quinto de la edición de “Los Thibault” que Alianza hiciera en los años setenta del siglo pasado; una “Breve Historia de Inglaterra” de G.K.Chesterton, publicada por Acantilado y el libro de César Miguel Rondón que esta nota celebra y recomienda.

2.-

César Miguel, voz mucho más que familiar con la que los venezolanos encendemos los motores cada mañana desde hace décadas, es vivo contraejemplo de todo lo que Mario Vargas Llosa denuncia, con sobradas razones, en su reciente y controvertido ensayo “La civilización del espectáculo”.

Ciertamente, la notoriedad de Rondón emana en lo primordial del hecho de haber sido desde muy joven una figura muy saliente de los medios masivos latinoamericanos.

La radio, el ensayo musicológico, la telenovela, el cine y, muy señaladamente, su matutina revista de noticias y de ideas , son los ámbitos en los que desde hace muchos años discurre Rondón, ya sea literalmente metido en nuestras casas o bien como copiloto-comentarista-entrevistador en nuestros automóviles.

Pero la acogotadora banalización, el reduccionismo, la frivolidad y el amarillismo que a menudo acompañan la circulación de contenidos en la casi totalidad de nuestros medios no han logrado quebrantar en Rondón al agudo intelectual público muy advertido del predicamento de que goza entre sus conciudadanos. Al contrario, algo que llamaré sentido de lo grave ha hecho de él un referente contra el cual contrastar el desempeño de sus pares en los medios radioeléctricos.

Armando el rompecabezas de un país, el libro que Rondón ha compuesto – es el verbo que encuentro más adecuado— y que “Ediciones B” ha puesto en circulación desde hace un mes, es prueba de ello. Ningún demócrata venezolano deberìa dejar de leerlo, si posible en la semana escasa que nos separa del crucial 16 de diciembre.

3.-

A mediados del año pasado, Rondón y su equipo lanzaron al aire las primeras audiciones de “Armando el rompezabezas de un pais”, una idea que, en cierto modo, era el subproducto de más de veinte horas semanales de transmisión radial, a lo largo de meses y años, en los que los problemas que agobian y desazonan al país no dan respiro ni cuartel al radioescucha.

¿Qué hacer – se preguntaban Rondón y su banda— para poner en perspectiva esos problemas y atisbar sus posibles soluciones, cuando las haya? Apenas arranca el prólogo, Rondón allega una imagen muy propia de quien pertenece a la primera generaciçon televidente venezolana: “Me vino una remota imagen de la infancia: en las comiquitas (dibujos animados) que pasaban por la televisión, cada vez que perros y gatos cáian en una pelea, esta se graficaba como una inmensa bola que giraba entre arañazos, ladridos y mordidas. De repente, uno de los personajes, generalmente el más listo y más pequeño, lograba salir de la bola para verla girar y, según el caso, meditar sobre ella. Luego, cuando tenía la solución, volvía a a zambullirse en la bola y esta dejaba de girar, dándole la victoria a nuestro personaje. ¿Cómo salirnos de esa bola que gira indetenible, aturdiendo sin solución ni esperanza a los venezolanos?”

4.-

Rondón obra como provocador/compilador/editor de una masa de entrevistas conducidas con doble direccionalidad, pues en cada entrevista, lanzada al aire en vivo antes de ser transcrita y editada, sus comentarios contextualizadores y sus preguntas son las de una interfaz viviente entre el radioescucha y el experto. Hace las preguntas que el radioescucha quisiera hacer, añade otras de su propio magín y, muy importante, sirve de intérprete de los especialistas. ¿Especialistas en qué, dirá usted? Especialistas en problemas venezolanos.

Cuarenta y ocho visiones de nuestra problemática, muchas de ellas acompañadas de hacederos programas de acción que cubren desde el plano político hasta el antropológico, desplegadas en ocho vastos capítulos.

Nombres muy conocidos del gran público, y muchos otros que no tanto, iluminan la crisis de empleo y la carcelaria, los problemas de la infrastructura y el ambiente, los de la educación y la salud, el deporte, la nutrición, la pobreza, la historia patria, los emprenderores, la macro y la micreconomía, la impunidad, la reconciliación y muchos otros temas que este libro plural aborda sin jerga ni ampulosidad. La pregunta fundamental que hace es sobre el futuro de Venezuela.

Como tal, recoge también visiones sobre la discordia nacional: es un libro político del cual cada quien, parafraseando la rúbrica con que Róndón despide su emisión cotidiana, podrá hacer el mejor uso posible.

Ibsen Martínez está en @IbsenM

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