Publicado en: El Universal
La más grande burrada política cometida en Venezuela fue llamar a la abstención el 20 de mayo pasado. Lo afirmo inseguro, porque otras descomunales también nos perdieron. Destituir al Presidente Pérez igualmente un 20 de mayo, sobreseer y luego elegir a Chávez, declarar la supraconstitucionalidad de la ANC 1999, y la primera abstención de 2005. Hay barajitas repetidas entre los promotores de los tres dramas que llevan treinta años de destrucción. Renunciar al voto en 2018 cuando 85% quería dar de baja al gobierno, porque quien sobrevivió para serlo no era de los ungidos, revela fallas políticas, morales e intelectuales que impiden que haya liderazgo.
El gobierno está ahí porque prefirieron a Maduro y no a Henri Falcón, contra quien desataron una devastadora guerra sucia igual a la que hicieron contra Pérez. Y el máximo fallo: hoy que no tenemos nada sino elucubraciones militaristas, mentes mermadas llaman falconista a quienes defendieron el voto en ese momento. Hiciera lo que hiciera el PSUV se hubiera llevado la paliza del siglo como en 2015. Solo podía salvarlo un milagro y ocurrió: que el rival no concurriera al proceso, impensable porque nadie es tan bobo. Dicen que el miedo es libre, pero también la pequeñez y el odio.
El Papa Esteban VII detestaba tanto a su predecesor, Formoso, que hizo desenterrar su cadáver, lo sentó en medio del llamado Sínodo Horrendo de 897, lo condenó por perjurio, e hizo arrancarle los dedos. Más tarde lo arrojaron al Tíber. La loca “estrategia” después se conoció: a partir del 10E el gobierno dejaba de ser legítimo y vendría el día mágico. Al conjuro sonarían las trompetas en Jericó, la comunidad internacional invadiría o habría un golpe de Estado. Para eso calle, calle y más calle “la marcha más grande”, en cada fecha patria hasta el “día D”… y colorín colorado. Nos harían el trabajo.
El rebuzno salvador
Pero se retrasó del 10E al 11E, del 23E al 23F hasta el 1M y sorpresivamente, amaneció el skeetch del 30 de abril. Sabemos ya qué pasó. Dice Mibelis Acevedo (@Mibelis) “…días antes del 1M, pedí explicaciones sobre la Operación Libertad (que ahora los hechos explican suficientemente) se nos indicó que era secreta. Que habría sorpresas. Ante la debacle obvia es legítimo hacer preguntas y esperar respuestas. Ilógico es que eso se califique como ataques. Queremos detener la destrucción”.
Pero la respuesta amateur es autoritaria, repudiar el debate, buscar el áspid escondido en él, tal vez por carencia desértica de ideas, de saber político y de los mecanismos para tomar decisiones, tal vez por mentalidad prepolítica. Desde noviembre algunos pusieron el alerta. No hay que seguir con la manía de los dead line, caricaturas que caricaturizan a quienes los enuncian. Frente al baladí slogan de “Maduro ilegítimo” se explicó que los revolucionarios no tienen menor preocupación por tales rociadas de Montesquieu. La legitimidad, un concepto del liberalismo constitucional, carece de sentido para Fidel, Saddam, Kim Jon Un…
Karla (@Karla_ngj) explica la represión del debate por parte del vamos bien. Primero fue la policía de la felicidad, que en los momentos de euforia olía traición en quienes dudaban del estado de gracia, de las puertas del Paraíso en la estrategia-secreta-solo-para-iniciados y que excomulgaba cualquier titubeo. Pero pasado el absurdo e incomprensible entusiasmo, agónico ahora el desmañado ensayo, la represión toma otra forma con la policía del despecho. El-fracaso-es-sagrado-fracasamos-pero-lo-intentamos-fracasamos-pero-pasa-la página-fracasamos-con-buenas-intenciones.
Policías de la felicidad y del despecho
Dice Karla_ngj que el criminal ahora es quien pretenda interpretar la bancarrota, analizarla y sacar conclusiones a ver si los proyectos dirigentes no siguen de choque en choque. El 30A se desplomó por enésima vez la casa mal construida de materiales baratos, la cariada idea de algunos políticos y en la que creyó de buena fe una mayoría de ciudadanos. Quedan brasas, pavesas del incendio y en muy poco tiempo solo cenizas. Así ocurrió diez veces en estos años y por lo que leemos de los aspirantes a dirigir, seguirá ocurriendo.
En medio de la petición para que el Comando Sur nos invada, estalla el tumbarrancho: negociaciones de los opositores del 30A con el gobierno. Eso tiene aspectos que celebrar y que lamentar al mismo tiempo. Celebrar porque llevamos años diciendo que no hay otra salida sino esa ante la sórdida campaña de calumnias de los hoy negociadores contra quienes lo proponían. Denigrar de los acuerdos para ser sorprendidos en reuniones buscándolos, renegar del voto para luego pedirlo, genera desprecio por los políticos. Lamentamos que todo se haga en turbio, segregando a otros y tratando de confundir a la opinión pública, incluso aun conocidas las reuniones.
Se perdieron los momentos estelares para negociar con respaldo de fuerza, a comienzos de febrero, a nombre de un unicornio azul, la bagatela de la amenaza creíble. Hoy el gobierno hace escándalo y desmantela la AN para dejar claro que los lleva a la mesa a rastras y amarrados y que a nadie se le ocurra decir “gracias al 30A hubo negociaciones”. La oposición carece de poder por sacrificarlo en aventuras suicidas y solo tiene, particularmente el grupo pro invasión, una cosa que ofrecer: el retiro de las sanciones.
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