Por: Ismael Pérez Vigil
Algunos se sorprenden porque afirmemos que las fracasadas medidas económicas adoptadas por la dictadura, se han constituido para ella en un cierto logro político (Ver Fracaso-economico-triunfo-politico), avalado además por encuestas. Y es que los logros políticos dependen en buena medida de la comunicación y actualmente pareciera que en materia política hay un solo interlocutor, o el otro –la oposición– esta ciertamente muy débil y desperdigado.
Hay términos que se adoptan en las ciencias sociales para evaluar y analizar una determinada realidad, en algunas ocasiones por “moda”, pero una buena parte de las veces es porque son realmente los que mejor describen esa situación; tal es el caso cuando se dice, que a la oposición no le faltan propuestas de soluciones y alternativas a la situación del país, sino que lo que le falta es un “discurso”, una “narrativa” para hacerlas llegar al pueblo; o que la dictadura populista tiene una “narrativa” mucho más convincente, con mucha mas llegada al pueblo. Ambas afirmaciones son ciertas.
El discurso demagógico y populista de la dictadura alguien lo comparo hace años con una especie de virus, que tiene siglos propagándose y que muta y se adapta con el paso del tiempo y por eso es tan difícil de erradicar, de derrotar. Por supuesto, eso no quiere decir que quienes propagan ese discurso hayan estado siempre en el poder o sean los mismos, pero el discurso demagógico sí, siempre ha sido similar, ha ido mutando, adaptándose.
Por ejemplo, nadie puede negar el poder del siguiente discurso:
“Este es un país muy rico y tú tienes derecho a esa riqueza, pero hay una elite –disfrazada de demócratas– que te la ha estado quitando; ahora nosotros, yo, que encarnó los ideales de nuestros padres Libertadores, vengo a hacer justicia para devolverte la riqueza que es tuya y por eso te aumento el sueldo de 3 millones a 180 millones y meto presos a los empresarios, esos especuladores, que te ocultan la comida y suben los precios”
Díganme, con sinceridad, ¿Este discurso no es más poderoso que esa “narrativa” que anda por allí en boca de la mayoría de la oposición, que predica un futuro de esfuerzo, de trabajo, de sacrificio para generar riqueza? Que insiste en que los precios deben reflejar su costo y que los aumentos de sueldo inconsulto van a quebrar las empresas y producir desempleo, aunque sea cierto. Comprar la idea de que algo, que era mío, me lo quitaron y ahora sin hacer esfuerzo, me lo van a devolver, sin duda es más fácil que comprar una que insista en que debo sacrificarme más y trabajar más duro de lo que ahora lo hago, para salir de abajo e inevitablemente pagar más caro por las cosas que necesito o desaparecerán los empleos.
No es necesario ocultar la verdad, pero sin duda una nueva “narrativa” si es necesaria. Y en realidad, yo creo que en la oposición hacen falta dos “narrativas”.
Una “narrativa” política, que es la que hay que dirigir al país, al pueblo, explicando que es lo que queremos para el país, en contraposición a lo que tenemos ahora y que solo es más o peor de lo mismo; una “narrativa” que nos pinte el atractivo dibujo de un país en el que vamos a tener derecho al resultado de nuestro trabajo y a disponer de él como se nos antoje, sin que nadie nos lo pueda quitar; que nos describa un país en el que sí trabajo más horas que otro o estudio más que otro, voy a tener una mejor remuneración, más alta; un país en el que puedo mantener a mi familia y educar a mis hijos como yo decida y con el resultado de mi trabajo; un país en el que se premiará el talento y el trabajo y no la fidelidad al líder o al partido; un país en que el estado –sin que sea una dádiva que nos da o un favor que nos hace– se preocupe de que se cumplan las leyes para que todos tengamos las mismas oportunidades, incluso aquellos que por haber nacido en una familia más pobre no tuvieron las mismas posibilidades de estudiar o capacitarse o porque alguna enfermedad o accidente les impidió progresar. Es la “narrativa” que se enfoca en ofrecer igualdad de oportunidades y no igualdad en los resultados, quitando a otros lo que producen y repartiéndolo, después de quedarse con una tajada.
Una “discurso” –en síntesis– que nos explique, que nos “narre” nuestro país, como un país democrático, liberal, capitalista, como lo queramos llamar –o como lo logremos llamar– en contraposición a este “socialismo”, “populista”, ramplón y demagógico que –a pesar de haber contado con la mayor cantidad de dinero que gobierno alguno haya tenido desde que llegó Cristóbal Colón– ha fracasado en resolver los grandes problemas del país y los ha agravado. Esa es la “narrativa”, que les corresponde a los partidos políticos, a los líderes políticos, aunque no sean de partidos, a los dirigentes de la sociedad civil que, de manera libre, han formado sus organizaciones para ocuparse de los problemas que agobian a los venezolanos.
La segunda “narrativa” que creo que hace falta, en la que algunos tienen más facilidades, es la de explicar en lenguaje sencillo y con argumentos convincentes porque este modelo económico demagógico-populista-socialista ha fracasado en resolver los problemas del país; explicar como la actual dictadura, y la anterior, la de Hugo Chávez Frías, que era tan totalitaria como ésta, que es su heredera, está arruinando al país. Esta es la narrativa que debe explicar, por ejemplo, cómo, desde que se anunciaron las recientes medidas económicas del “paquetazo maduro” todo se ha incrementado, que estamos peor que hace dos meses y que estaremos peor mes a mes, que el “salario mínimo”, incrementado exorbitantemente, ya vale solo la mitad y solo sirvió para generar desempleo y cierre de fuentes de trabajo. Es la “narrativa” del develamiento, de la explicación, del ayudar a descubrir y entender, la de ayudar a poner al “rey” al desnudo.
Pero en todo caso, lo que sí es seguro, es que estas dos narrativas implican dejar de lado esa “tercera narrativa” que anda por allí en boca de la mayoría de la oposición, la “narrativa” de la queja, la de “lo mal que estamos”, lo maltratados que nos sentimos, la “narrativa” que se queda en la mera denuncia y la lamentación, la “narrativa” de la creación de expectativas sin fundamento, sin asidero en la realidad, la que basa su esperanza en que alguien, no sabemos bien quién y cómo, venga a resolver los problemas por nosotros.
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