Por: Xariell Sarabia
Gustavito Márquez, encumbrado interprete bajista, muchacho aún, le tocó la gran responsabilidad de cubrir un inimaginable vacio, después de la partida a otras distancias de consagrados grandes músicos bajistas como Roberto Koch, Gonzalo Teppa, Rodner Padilla, o de otro fenómeno, incluso, de menor edad que Gustavo, como lo es el tremendo Freddy Adrián (justo en estos momentos de tristeza y de inmediato recuerdo, Freddy lanzó por Instagram una fotografía de los dos muchachos “echando” en un concierto, cada uno con su bajo, enchufado, el de Gustavo y el otro acústico, el de Adrián).
Gustavito, todo un fiebruo, estuvo a la altura, (Carlos Rodríguez es otro gran instrumentista que se ha ocupado de marcar el ritmo con sus tonos graves y bajos, sin dejar atrás al ya veterano e increíble David Zancudo Peña) en todo los toques, ya sea con Gerry Weil, Eddy Pérez, el Pollo Brito, Aquiles Báez y otros sagaces más. Ya venía como una tromba para mostrase y demostrarse ante todos sabiondos y melómanos incluidos, porque era considerado como un fuera de serie.
Los nombres antes citados no se despachan fácilmente, son verdaderos virtuosos en sus instrumentos y en el caso de Koch, Teppa, o Padilla, nos han enseñado sus virtudes como arreglistas y lideres en estas complejidades musicales. Disculpen tanto elogio en estas pequeñas líneas, es que para hablar de Gustavo Márquez, vale la pena tomar nota de esta ¿curiosa? realidad cultural del país, hablo de la pléyade de bajistas, hablo de gente del mismo espacio natal, menciono al profesor Telesforo Naranjo, maestro de muchos nombrados en esta ocasión, o del excepcional Edicson Ruiz, quien recorre el mundo como solista académico del instrumento grandote.
Gustavito tuvo que dedicarse a trabajar duro para suplir a aquellos, no solo ser bajista oficial de la maravillosa y exitosa agrupación C4trio, sino asumir con su alegría y entusiasmo el momento. Por allí quedan sus hazañas tempranas, pero poderosas, registradas en redes, en los discos. Querido chamo jamás se me olvidará tu ejecución puntual, grande como esa sonrisa que nos regalaste antes y después que estuvieses montado en el escenario, chamo nunca te olvidaremos.