La jugada fue clásica. Casi de librito. El dictador quiere salvarse del golpe. ¿Cómo? Pues convocando elecciones. Sabe bien que le están resoplando en la pata de la oreja, por cierto los suyos, los de las filas rojitas, que son los que gustan de los actos de fuerza. La oposición quiere destronarlo, pero con votos. Falla el proceso de negociación en Dominicana. Tenía que fallar. Porque era un ejercicio de pecaminosa voluntad de engaño, con la complicidad del más vergonzoso expresidente de gobierno que ha tenido España, un hombre por cierto sin respetabilidad alguna en su tierra y de notable desprestigio en Europa.
Mientras escribo espero la cadena. La nueva mandamás del CNE, misia Tania, anunciará en horas (o pocos días) la convocatoria a elecciones presidenciales, un parapeto con el que el régimen le caerá a bofetadas a un pueblo con hambre de comida, de metí viñas, de empleo, de progreso, de honestidad y de democracia. El documento planteado por la oposición en Santo Domingo era un ejercicio de justos reclamos y parámetros constitucionales, sin ambages, sin medias tintas, sin posibilidad de tecnicismos que dieran paso a irregularidades. Por supuesto, ese documento no podía ser rubricado por Maduro y su cohorte. Así, le sacaron el cuerpo y volaron a Caracas, dejando el reguero en Quisqueya y poniendo sobre los hombros de Zapatero las explicaciones.
El cangrejo no camina para atrás. Camina de lado. No es cierto que Venezuela viva un retroceso en su vida democrática. Es, más bien, un desplazarse hacia los lados, sin progreso, sin justicia, haciendo del “Gloria al bravo pueblo” una cancioncita oscura de lupanar. Lo que viene es mucho peor que lo que ya hemos pasado. En el continente y otrora los océanos han entendido al fin que el mundo ya no es ni ancho ni ajeno, que el aleteo de una mariposa puede generar un cataclismo. Se corren escenarios. Un millón más de venezolanos emigrando hacia países del continente y hacia las madres patrias. El colapso de los servicios básicos. Un cuarto de millón de decesos por causa de delincuencia, razones de salud y siniestros. Duplicación de los corredores de tráfico de drogas y trata de personas través de nuestro territorio. Mayor caída de la producción petrolera, aumento exponencial de lo que ya es hiperinflación, destrucción del aparato productivo no petrolero, caída del empleo formal. Lo llaman abiertamente “el caos”. Y es un grave problema para muchos que antes creían que exagerábamos.
Lo que viene es muy duro, muy grave. Requerirá de una reciedumbre y un temple que tenemos por dentro quienes conducimos nuestra vida por convicciones y no por banales ambiciones. No voy a escribir frases hechas de esas que ni mojan ni empapan y que no hacen más que saturar de cursilerías el portafolio de retóricas insulsas. Voy sí a ponerme de pie, voy a seguir luchando, por mi país, por la gente decente de Venezuela, por los derechos que nos han sido escamoteados por trashumantes de oficio.
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