Publicado en ALnavio
Tal vez Rafael Ramírez olvide a propósito. Tal vez no recuerde. O tal vez quiera confundir. O tal vez se confunda él mismo. El caso es que no. Las discrepancias con Nicolás Maduro no comenzaron cuando este toma posesión de la Presidencia de la República y decide entre los primeros actos de gobierno, destituirlo de la presidencia de PDVSA. “Ahí empezó una tensión, unas diferencias, pero me mantuve en mis responsabilidades”, señaló Ramírez en entrevista concedida al diario ‘Panorama’ de Venezuela. El asunto viene de atrás. Tres años atrás. Remite a 2010.
Nicolás Maduro humilla varias veces a Rafael Ramírez
Rafael Ramírez es una imagen rápida en televisión. Ya no es el todopoderoso presidente de PDVSA de los tiempos de Hugo Chávez. Ya no es vicepresidente de Economía y canciller de Nicolás Maduro. Es embajador en la ONU y se encuentra en Venezuela a propósito de las elecciones parlamentarias que ganará la oposición con amplia mayoría. Es 6 de diciembre de 2015. En la pantalla del televisor Maduro va camino de votar. Y en la imagen, se ve a Ramírez fuera del anillo de poder. No sólo no está adentro. Sino que parece que no puede entrar. Y Maduro, a propósito, lo ignora. Y es a propósito porque imposible no verlo. Maduro es alto como Ramírez, por lo que ambos sobresalen entre el grupo. El embajador, rubio, caucásico; el mandatario, color criollo. Que está allí, Ramírez, de blue jeans y chaqueta roja, la chaqueta roja de combate, como uno más. Muestra ese rostro frío del que sabe sacar cuentas. Y entre las cuentas, calculará que mejor un poco cerca que bien lejos. Porque el poder es una costumbre. El poder es un vicio. Y hay quienes se resisten a perderlo. No en balde fueron 12 años con Chávez. Que se lee rápido el número. El funcionario que estuvo más tiempo en la cúspide con Chávez. Manejando PDVSA. Controlando PDVSA. Manejando los recursos. Que por el sistema de la petrolera han pasado miles de millones de dólares del petróleo. Manejando información. Como esta que aporta una fuente del más alto nivel. Que el propio Chávez solicitaba 120 millones de dólares cada semana de PDVSA. Era su caja chica. Su partida secreta. Aún en momentos en que el flujo de caja menguaba, Rafael Ramírez debía garantizar el monto pues la presión era intensa. Lo que hiciera Chávez con tal volumen de dinero, casi 500 millones de dólares al mes, 6.000 millones de dólares al año, era secreto de Estado, conocido por un reducido grupo de privilegiados. ¿El mismo Ramírez? ¿Acaso el Maduro canciller? ¿El Elías Jaua vicepresidente? ¿El Alejandro Andrade tesorero nacional? ¿Tanto dinero para qué? ¿A dónde iba a parar? ¿Qué se financiaba? ¿Cuántos maletines voladores o valijas diplomáticas se requerían para transportar esa montaña de dinero? Parece un imposible. El periodista no lo podía creer. Le parecía un imposible. Pero la fuente ha sido infalible. De alta credibilidad, más y cuanto luego estallaron los escándalos Andorra, HSBC, Banco Madrid, Banco Espirito Santo y los innumerables ejemplos de las empresas de maletín que se apropiaron de los dólares de Cadivi y Cencoex, los organismos que han administrado el control de cambio, y los números se pierden de vista y son miles, miles de millones de dólares, según lo dicho por el fiscal Tarek William Saab, según lo admitido por el mismo Maduro, según lo repetido por el exministro de economía de Chávez, Jorge Giordani. Pero así actuaba Chávez con el dinero. Un exasesor del Ministerio de Finanzas fue testigo de una llamada de Chávez a Alejandro Andrade en la que requiere para los “hermanos cubanos” 300 millones de dólares. Andrade no pregunta para qué ni tampoco tiene por qué justificar la partida. Un recibo escrito a mano que introduce en una gaveta es suficiente para la contabilidad particular. Esas cifras a lo mejor no estaban en la cabeza de Ramírez en ese instante. El asunto eran aquellas elecciones que el PSUV iba a perder de manera aplastante. Y el asunto era él mismo. Pues aquella indiferencia en medio del tumulto sólo se entiende ahora que ha confesado al diario Panorama de Venezuela que Maduro, desde el primer día que ganó la Presidencia, lo quería fuera de PDVSA. Y es ahora que también se llega a entender por qué en el III Congreso del PSUV, Maduro lo deja en ridículo. Y por ello es que más tarde le niega la Vicepresidencia de la República haciéndole creer hasta el último momento que contaba con eso, y cuando llega la hora, Maduro sale con aquello de designarlo canciller, y los amigos de Ramírez se despaturran, contrariados, en los sillones, en los sofás. Los amigos que por días estuvieron haciendo lobby ante Maduro, aconsejándole la necesidad del viraje económico, que la situación obliga y que el hombre es Ramírez, que tiene contactos en las multinacionales petroleras, en la banca internacional, en el FMI, que el empresariado local apuesta por un giro en política económica, que además Ramírez conoce de lo que se avecina en el mercado petrolero, de la caída del precio del crudo, y que tiene pulso para llevar adelante la recuperación. De hecho, a mediados de junio de 2014 ocurrió esto: Que en calidad de Vicepresidente económico, Ramírez habló desde Viena y Londres. Con precisión y detalles. Rodeado de inversionistas y de asesores de primera línea. Una firma de Nueva York, Lazard Investment Bank, le organizaba el evento de Londres. Y otra vez, Ramírez se exhibió como si formara parte de un gobierno con estrategia, coherente y coordinado. No de otra manera podía convencer a los inversionistas y enviar señales de tranquilidad a los mercados. Por contraste, hay que ubicarse en los apuros de Argentina y de la presidenta Cristina Fernández, quien había tenido que salirle al paso a los rumores de default. El caso es que Ramírez -egocéntrico, pragmático, habituado a Londres y a París- mostraba el rostro que no podía mostrar nadie en el gobierno de Maduro. Algunos bancos de inversión de Estados Unidos y Europa venían haciendo un trabajo previo en ese sentido: preparándole el terreno. Ramírez aprovechó el encuentro para un anuncio concreto dadas las necesidades de recursos del Gobierno: viene un crédito nuevo de China por 4.000 millones de dólares. No era el megacrédito que esperaban. No era el dineral que esperaba Maduro y que en alguna oportunidad insinuó en una de las mesas de trabajo con los empresarios locales. En aquella oportunidad Ramírez confirmaba lo que era un dicho a voces. Tiene la chequera. Tiene las relaciones. Y tales elementos que frecuentemente son factores de confianza y estabilidad, pueden despertar más que envidia y rencillas en eso que se llama poder chavista. Y eso terminó ocurriendo. Él mismo dirá en 2017 que hubo quienes conspiraron contra su plan de medidas económicas, y los conspiradores siguen allí, dentro del Gobierno. Se conoció ese cambio de ministros de mediados de 2014 como el “sacudón” y la verdad es que el gran “sacudido” resultó Ramírez. Ya venía pasando. Que eso no se le hace a un hombre alto, largo, instruido, con postgrado en poder, de la mayor confianza de Chávez, el comandante eterno. Que Ramírez era del triunvirato, con Maduro y Diosdado Cabello. ¿Por qué purgarlo? Y de tal manera. Con tal descaro que en el III Congreso del PSUV Maduro hace como que va al evento y al final no va. Envía Casa Militar y no aparece. Se moviliza el aparato mediático del Estado y ni siquiera se asoma. Puertas adentro, el PSUV aprobaba el programa que Ramírez había presentado con la intención de comenzar la recuperación económica. Pero Ramírez no entendió. Maduro no estaba en el ánimo de recuperar la economía. Y así ha quedado más que patente en todos estos años de crisis. A Maduro lo que le interesa es el poder. Y el plan le ha rendido frutos, hasta hoy. Y Ramírez sería la primera víctima de peso. Y si no lo sacó de la presidencia de PDVSA apenas llegó al Palacio de Miraflores, fue porque si lo hacía estaba obligado a colocar en el cargo a una ficha de Cabello, con lo cual poco o nada habría logrado. PDVSA no se entrega. PDVSA es el poder. Chávez lo demostró en 2002, pensaría Maduro, cuando se alzaron los tecnócratas convocando a un paro que se extendió por casi dos meses. De modo que sí, aquel gesto en el congreso partidista era para humillarlo. Y en aquella escena en televisión de 2015, había también mucho de la misma dosis. Como la había habido justo un año antes, diciembre de 2014, cuando lo removió del cargo de canciller, cambiándolo por Delcy Rodríguez, y eso se traduce en que prácticamente lo bajó del avión, pues la sustitución se produjo a días para iniciar una extensa gira por China, Rusia y Medio Oriente.
Un pleito muy escabroso
Tal vez Rafael Ramírez olvide a propósito. Tal vez no recuerde. O tal vez quiera confundir. O tal vez se confunda él mismo. El caso es que no. Las discrepancias con Nicolás Maduro no comenzaron cuando este toma posesión de la Presidencia de la República y decide entre los primeros actos de gobierno, destituirlo de la presidencia de PDVSA. “Ahí empezó una tensión, unas diferencias, pero me mantuve en mis responsabilidades”, señaló Ramírez en la entrevista concedida al diario Panorama. El asunto viene de atrás. Tres años atrás. Remite a 2010. Y si en la disputa de entonces no aparece de manera directa involucrado el canciller Maduro, hay que apuntar que se trata del mismo grupo de poder. Del grupo que hoy rodea a Maduro. Que diseñó y montó la operación de meterle a Chávez a Maduro por los ojos hasta convertirlo en el sucesor. El antecedente es PDVAL. El caso de la comida que se pudrió. De las miles de toneladas que se pudrieron. Todo un escándalo que repercutió en la imagen de Ramírez e inclusive le restó competencias en un área tan sensible como los alimentos, sensible ayer, y crucial, de vida o muerte, hoy. ¿Y por dónde se filtró el escándalo de la comida podrida? Del chavismo, de los actores que jugaban a la “guerrita” interna. ¿Cuál? Es un episodio que se desarrolla cuando el vicepresidente Elías Jaua suma poderes y suma la voluntad de Chávez, haciendo uso del mismo discurso del presidente: socialismo, estatización, intervencionismo, guerra al Grupo Polar. Jaua amenazaba a los banqueros y a los empresarios como antes no lo hicieron Ramón Carrizales, ni José Vicente Rangel, ni Jorge Rodríguez, ni Diosdado Cabello desde la Vicepresidencia Ejecutiva de la República. En 2010, Jaua reinaba en la Vicepresidencia y quería más poder. El lector no puede apartar la imagen de dos grupos en pugna, militares y civiles, tampoco descartar que la necesidad imponga alianzas coyunturales entre unos y otros, o que se rompan otras alianzas, si el proyecto es de largo plazo, y ya para esta fecha, ese grupo civil de Jaua y también de Tareck El Aissami, y de Nicolás Maduro, y de Jorge Rodríguez, y Cilia Flores, entre otros, venía abonando el terreno, y faltará muy poco para que se conozcan los primeros síntomas de la enfermedad de Chávez. Era una lucha soterrada. Zancadillas. Se agitan las aguas. En mar picado se prohíbe navegar a ciegas. Dos factores observaron la ambición de Jaua y sumaron esfuerzos con la intención de detenerlo. Dos factores que antes no coincidían, aunque la necesidad de neutralizar a un adversario los obligaba a la alianza estratégica: Cabello y Ramírez. A Jaua le advierten y reacciona. Es allí cuando se producen dos operaciones en simultáneo contra Ramírez. Se filtra el informe de la comida podrida de PDVAL, y se procede contra el mercado de capitales, se intervienen las casas de bolsa bajo la excusa de atacar el dólar paralelo. Entre las casas de bolsa que se atacan está Econoinvest, señalado este grupo de mantener nexos con el entorno de Ramírez y Baldo Sansó, el cuñado del presidente de PDVSA, y se le meten adentro a la casa de bolsa de Rafael Sarría, el más amigo, el hermano, de Cabello. ¿Y por qué Jaua estaría interesado en afectar a Ramírez y a Cabello? El uno como jefe máximo en PDVSA y por ende en PDVAL y el otro como jefe de Bolipuertos. Ramírez y Cabello son los adversarios directos en el poder. Debido a Baldo, el cuñado abogado, asesor en PDVSA, debido a Dieguito Salazar -hoy detenido en Venezuela-, el primo amo de los seguros de PDVSA, debido a Rafael Reiter, el jefe de prevención en PDVSA -hoy en proceso en España-, debido a Nervis Villalobos, jerarca del sector eléctrico -también acusado en España– y debido a otras especies, a Rafael Ramírez comenzaban a vincularlo, igual que a Cabello, con el dinero, con grupos de fortuna, con riqueza súbita, con cuentas en el exterior, y cuando hay dinero de por medio el dirigente puede convertirse en menos incondicional hacia el socialismo que encarnaba Chávez. En contraste, Jaua aparecía como el ideólogo del grupo que aspiraba y llegó al poder con Maduro. En 2009, 2010, Chávez había decidido poner las riendas del Gobierno en manos de ese grupo de civiles que se afincaba en el poder, le cogía gusto al poder. Jaua sabía lo que, a su vez, Ramírez, Cabello, pensaban de él, pues gente de ambos grupos, el de Cabello y el de Ramírez, decían que Jaua entrañaba un riesgo, un peligro, que era un elemento de cuidado. Por ello, el grupo de Jaua se anticipa. ¿Y de qué manera? Lo explica uno de los amigos más cercanos a Jaua: “A Elías lo estaban cercando a punta de intrigas. Y la mejor defensa es el ataque. Cabello controla el Sebin con el general Miguel Rodríguez Torres y a Elías le prepararon un informe de inteligencia sobre su gente de confianza, involucrada en presuntos desastres en la producción y productividad de las haciendas expropiadas”. El informe coincide con los temores de la gente de PDVSA y Lácteos Los Andes y Aceites Diana; de que Jaua quería estas empresas manejadas por PDVSA para traspasárselas al Ministerio de Alimentación y Tierras, donde reinaba Juan Carlos Loyo, su ficha particular. Así, contra un informe otro informe, el que llegó a la redacción del diario Últimas Noticias involucrando a Rafael Reiter, el hombre de confianza de Ramírez, que debía estar al corriente de lo que ocurría en PDVSA, en tanto responsable de los canales de prevención. Reiter ya había sonado en el caso del maletín de dólares detectado en el aeropuerto de Buenos Aires. Y la duda que ahora se echaba encima era esta, apuntada por un proveedor importante de comida de PDVAL: Que “la carga de alimentos retenida mucho tiempo en los patios es también un negocio para las operadoras del puerto. Y si se pudre la comida, mejor. Se importa más. Se emiten nuevas órdenes de compra”. Si el informe contra Jaua existía, ¿significaba esto que Ramírez y Cabello declaraban una tregua en su propia disputa para desprenderse de aquel adversario? No es difícil imaginarlo. A ambos les sobra pragmatismo. Y ambos habían resistido y salido airosos de varias embestidas. Cabello y Ramírez habían demostrado que eran dos tipos duros de matar. Cabello todavía conserva el invicto. La verdad es que Jaua estaba por controlar el circuito alimentario del país, siguiendo lo pautado por Chávez de que la oligarquía no podía seguir manteniendo en sus manos ni las tierras, ni el circuito del dinero, ni la producción ni distribución de alimentos. Así que a Jaua se le entregaba en sus manos un nuevo instrumento, la Ley de Tierras, y teniendo bajo control las empresas de distribución de alimentos, la red que era del boliburgués Ricardo Fernández Barrueco -purgado por Hugo Chávez- y compañías agroindustriales que eran del mismo Fernández Barrueco, más otras compañías estatales de café, aceite, leche, pastas, arroz, harina, y también la producción de maíz, quería mucho más. A mucho más aspiraba el pequeño de estatura Jaua, pues el Gobierno calculaba quedarse con Polar. Ocurrió que Jaua al final logró quitarle el control de PDVAL a PDVSA. Golpe mortal para Ramírez. Y dejando que ocurriera el traspaso, Chávez y buena parte del Gobierno apuntalaban que, en efecto, en PDVAL se cometieron errores. Ahí se debilitaba Ramírez. Ahí declaraba el general Carlos Osorio, hombre fuerte, ¿casualidad?, en estos tiempos de Maduro, y nuevo presidente de PDVAL, que estaban dispuestos a corregir las fallas, y admitiéndolas, dejaba mal parado a Ramírez. Y Chávez le pedía a Ramírez que se defendiera. “Defiéndete, Rafael”. Y este, que cuando se viste con la chaqueta roja de combate es bueno en lo mitinesco, se fue al Oriente del país, al Oriente petrolero, a levantar la voz contra el imperialismo y a favor del socialismo y la revolución. Entretanto, una fuente muy cercana a Ramírez se lamentaba: “Caramba, defendiendo lo pequeño, Lácteos Los Andes y Aceites Diana, perdimos lo grande, PDVAL”. Pero hizo una premonición. Van a acabar con todo. En manos de ellos, ninguna de esas empresas prosperará. Tuvo razón. El tiempo le dio la razón.
Un mundo de intrigas
En esos remotos días comenzó todo. ¿Se le olvidó a Ramírez? Imposible. Imposible olvidarlo porque sobrevivió a ese episodio. Chávez lo perdonó. Porque había mucho en juego. Porque Chávez no combatía la corrupción. O hacía lo mismo que hoy hace Maduro, según deja entrever Ramírez en la entrevista con Panorama: la bandera anticorrupción es un arma para la purga interna, para quitarse de encima sujetos incómodos. “Lo que no comparto, y lo que me preocupa, es que sobre este tema de corrupción hay un sesgo hacia PDVSA. Si eso tiene un objetivo político, un objetivo electoral, eso tendrá que dilucidarlo el pueblo, pero si tú me vas a hablar de corrupción, ¿me vas a hablar sólo de PDVSA?, yo creería ciertamente que hay una discusión franca en el tema de la corrupción si le entramos a qué pasó en Cadivi, si le entramos a qué pasó en el Cencoex, en los puertos, en las importaciones de alimentos”. El que habla es Ramírez. Poniendo en duda lo que hacen Maduro y Tarek William Saab. Y al mismo tiempo disparando contra otros que estuvieron en Cadivi, en Cencoex, en la importación de alimentos, los militares afines a Cabello, funcionarios amigos de Maduro como aquel Osorio. Ramírez sobrevivió en aquella época debido a que no le competía a Chávez como sí le competía -¿le sigue compitiendo?- a Maduro. Ramírez era un buen recadero de Chávez. Y un buen reservorio de secretos. Secretos con muchas cifras por delante. Estos ejemplos, estos casos, confirman los temores de los propios protagonistas del chavismo. La intriga está adentro. La competencia, adentro. La información, adentro. La lucha, adentro. Y todos, o casi todos, en algún momento dejan colar los detalles contra el adversario, que hacen mella en el adversario interno. Por ello los rumores. Los informes. ¿Cómo decía el general Alberto Muller Rojas? Nido de víboras y alacranes. Al lado de Chávez. Con Chávez. Junto a Chávez. Después de Chávez. Y este dejaba que los líos corrieran entre ellos. En su doblez, fingía no saber. Luego los aplacaba como se aplaca un motín. Luego cobraba, apareciendo tal cual componedor, el salvador de la revolución, demostrando que sin él no tendrían futuro. Los regañaba, les reclamaba. Por ello, en su partida, en su despedida les dejó este último mensaje: unidad, unidad. Una unidad que Maduro quiere en torno a él.