Publicado en ALnavio
Contrario a lo que las voces críticas al proceso de negociación iniciado en República Dominicana afirman, Nicolás Maduro no tiene ningún deseo de sentarse a negociar con la oposición venezolana. Pero las sanciones europeas y estadounidenses tienen ese objetivo: obligarlo a negociar.
El pasado lunes 2 de noviembre el presidente ruso Vladimir Putin se reunió con su homólogo sirio Bashar al Assad en Sochi (al suroeste de Rusia). El encuentro tuvo dos propósitos: anunciar el fin formal de las operaciones militares en Siria y conversar sobre una “solución política y pacífica a largo plazo” del conflicto sirio.
“Creo que ha llegado la hora de pasar al proceso político”, dijo Putin. Rusia, junto con Irán y Turquía, promueve un proceso de negociaciones entre el Gobierno y la oposición sirias que se está efectuando en la capital de Kazajistán, en Asia Central.
A miles de kilómetros de distancia la actitud del líder ruso parece sorprendente. ¿Por qué luego de una clara victoria militar, Vladimir Putin promueve un acuerdo político en Siria?
Recordemos que fue la intervención militar rusa en la guerra civil de ese país a partir de noviembre de 2015 lo que salvó al régimen de Assad.
Puede haber varias respuestas a la pregunta, pero hay una central, de carácter, digamos, operativo: el exagente de la KGB y hoy señor del Kremlin es consciente de los límites del poder. Ahora que ha extendido su influencia a esa área del Medio Oriente desea estabilidad y sabe que eso no se puede lograr por medio del uso exclusivo de la fuerza. Para conseguir estabilidad hace falta una negociación entre las partes. La oposición siria es una realidad y él lo sabe.
En el otro lado del mundo, los representantes del Gobierno y la oposición venezolana han iniciado una ronda de negociaciones en la capital de la Republica Dominicana (amparadas por el presidente dominicano Danilo Medina) que van impulsadas por la misma lógica.
En medio del pozo de odios en que se ha convertido la vida política venezolana, en un contexto de derrumbe económico y social, las palabras diálogo, negociación y acuerdo son impopulares. Los dirigentes opositores venezolanos están pagando un alto costo político desde el mismo momento que anunciaron su disposición de sentarse una vez más a conversar con el régimen que preside Nicolás Maduro. No han faltado las críticas provenientes de la propia oposición que los acusan de entreguismo y traición.
Y por supuesto, Nicolás Maduro no desperdicia la oportunidad de intrigar en las filas opositoras presentando la situación como una victoria política personal por “haber sentado a la oposición a dialogar”. Esta es una práctica corriente de él, presentar como éxitos lo que en realidad son fracasos.
Porque el hecho es que Maduro está siendo obligado a negociar con sus adversarios por fuerzas superiores. Nadie le pide a un gobernante medianamente exitoso que se siente a conversar con la oposición. Al igual que a Bashar al Assad, a Nicolás Maduro lo están conminando a sentarse a negociar porque como gobernante ha fracasado. Ninguno de los dos va por gusto o porque sea un demócrata tolerante.
Assad llevó a Siria a la guerra civil, perdió el control de su país y si no hubiera sido por la intervención rusa pierde el poder. Maduro ha llevado a Venezuela a una catástrofe económica y social que amenaza con ser exportada a sus vecinos, y necesita (y está solicitando) la ayuda de potencias como Rusia y China.
El espejo de Siria
Pero los gobiernos de estos países quieren una estabilidad para sus intereses que tal como están las cosas en Venezuela no tienen. Si vemos el caso venezolano desde el espejo de la crisis siria llegaremos a la conclusión de que son muchos los intereses geopolíticos proclives a una salida negociada que le dé estabilidad al país.
Los delegados de Maduro en la mesa de negociaciones de Santo Domingo les reclaman a los representantes de la oposición venezolana el levantamiento de las sanciones que tanto Estados Unidos como la Unión Europea han impuesto contra los funcionarios del régimen bolivariano. Pero esto es algo que la oposición no les puede dar, porque entre otras cosas no depende de ella.
Las sanciones europeas y estadounidenses tienen un objetivo: obligar a Maduro a negociar. Detrás de este intento, que Maduro no quiere, están el Grupo de Lima, la Unión Europea y Estados Unidos.
Las exigencias de la oposición se resumen en canal humanitario y condiciones para elecciones libres y justas. Por su parte el Gobierno insiste que se le reconozca la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y el levantamiento de las sanciones.
Si el Gobierno le da a la oposición lo que quiere en materia electoral puede perder el poder y si la oposición cede en el tema de la ANC queda reducida a la irrelevancia. Por lo tanto estamos en lo que hoy luce como un callejón sin salida, mientras el drama humano de millones de venezolanos se agrava.