La campaña del chavismo tiene de comedia tanto como de tragedia. En el estado Bolívar la oferta del PSUV es tan engañosa, que su candidato se llama Justo. “Que la desidia y la delincuencia preparen sus maletas”, exclama el general Noguera Pietri, como si su camarada y amigo, el general Francisco Rangel Gómez, no hubiera gobernado la región de manera ininterrumpida desde 2004. Héctor Rodríguez es un caso aparte. Reunión con empresarios. Plan de crecimiento agroindustrial y científico. Programa de inversión turística. Vestido de blanco y azul, Rodríguez se ha convertido en una amenaza para el liderazgo de María Corina Machado dentro de Vente Venezuela. Sin necesidad de camuflarse, los aspirantes de Aragua y Carabobo están plenamente identificados con su líder. El general Rodolfo Marco Torres baila la burriquita y Rafael Lacava llega a Globovisión sobre un burro. Confirmado: son los candidatos de Nicolás Maduro.
Los candidatos del PSUV declaman, bailan, cantan, boxean. Pero ninguno trabaja. Después de 18 años, no tienen obra que mostrar. Entonces, allí se produce la disonancia, el ruido. Sus caras representan el pasado, aunque su discurso solo conjuga verbos en futuro. Haremos. Construiremos. Terminaremos. Algún día. ¿Quién sabe? Francisco Arias Cárdenas pide el voto en el Zulia porque “conoce el potencial económico de la región”. Comandante erudito, lástima que jamás tuvo la capacidad y voluntad para desarrollarlo. Más sincero que el resto, José Gregorio Vielma Mora llama a apoyar la “continuidad”. Es decir, que todo siga igual. Escasez, hambre, violencia, miseria. Pionero de la campaña introspectiva, el capitán sugiere a los electores del Táchira que “miremos hacia lo profundo del alma”. Porque si ven el desastre que hay a su alrededor, nunca votarían por él.
A última hora, el presidente Maduro saca el cañón y dispara miles de millones de papelitos de colores que se desvanecen en el vendaval de la inflación. La revolución celebra que ya tiene tres satélites en el espacio. Sin embargo, aún no da con la fórmula científica para convertir un billete en un cartón de huevos. Según se acerca la fecha, los candidatos del PSUV redoblan la apuesta. Juran que –ahora sí- desterrarán la ineficiencia, la burocracia y la corrupción. Lo mismo de siempre. Los mismos de siempre. Desprovisto de argumentos y figuras para emocionar, el régimen chavista enfoca su esfuerzo en desmovilizar. De repente, Maduro ama a Julio Borges, el diálogo ha avanzado en un 97,28% y la buena de Tibisay Lucena, fiel garante de la transparencia, está bajo el yugo de la malvada Delcy Rodríguez. El mensaje lleva a esta conclusión: votar contra el gobierno es ayudar al gobierno. Derrotarlo es reconocerlo. Lógica bolivariana. Parte de la comedia que busca promover la abstención para continuar con esta tragedia.