Los rechazos

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  Leo esto de la revista Arcadia. Hace unos días, ‘The New Yorker’ publicó un cuento de F. Scott Fitzgerald que había rechazado en 1936 por considerarlo demasiado fantasioso. Con motivo de esta historia recordamos otras obras, de grandes escritores, que fueron rechazadas por las editoriales.

  Es interesante entrar en este recuento de “rechazos”. A nadie le gustan que le rechacen, y mucho menos, si se trata de una obra, que supone uno, le llevó bastante trabajo.

  Por ejemplo. “En busca del tiempo perdido” la obra cumbre de Marcel Proust. André Gide, que trabajó de lector para Gallimard, devolvió En busca del tiempo perdido al editor con un comentario del que se arrepintió más tarde: “No puedo comprender que un señor pueda emplear treinta páginas para describir cómo da vueltas y más vueltas en su cama antes de encontrar el sueño”.

  “Lolita” de Vladimir Nabokov. Como rechazar a Lolita. Leo en la nota: Muchos editores tuvieron miedo de publicar Lolita por ser demasiado obscena. Una de las cartas de rechazo decía: “Es nauseabunda, incluso para un progresista. Para el público será repugnante. No venderá y le hará un daño inmensurable a su reputación… Recomiendo que la entierre bajo una piedra durante mil años”.

   ¡Menos mal, no enterraron a Lolita! La Lolita de Kubrick era con Sue Lyon, que revolucionó en ese momento, fue la auténtica Lolita y el hombre que se dejaba llevar por sus impulsos era James Mason, el gran actor británico. Luego hubo una segunda versión, un remake, hecho por Adrian Lyne y otro gran actor británico hizo el papel, en este caso Jeremy Irons.

  Sigamos con la lista de rechazos de la revista Arcadia:

  “El Tunel”de Ernesto Sabato. Cuando Sabato ofreció su libro en 1948, fue rechazado por todas las editoriales de Buenos Aires. Tuvo que resignarse a que lo publicaran en la revista Sur, que era dirigida por Victoria Ocampo. Pronto, El túnel llegó a las manos de Albert Camus, quien elogió su obra y movió influencias para que fuera publicada por Gallimard.

  “El Aleph” de Jorge Luis Borges. La carta de rechazo dirigida a Borges decía: “Lo siento mucho, pero es absolutamente imposible traducir este texto en algo que se venda. Está fuera de duda que es extraordinario, pero me parece que su excepcionalidad va en su contra. Lo rechazo con las apropiadas expresiones de asombro”.

    Incluyen “La familia de Pascual Duarte” de Camilo José Cela, que termina siendo su novela más importante. “The Bell Jar” de la poeta Sylvia Plath. Incluyen aquí “La hojarasca” de Gabriel García Márquez. García Márquez envió el manuscrito a la Editorial Losada de Buenos Aires, fue rechazado por el despistado Guillermo de Torre, el mismo que 25 años atrás había desechado los originales de Residencia en la tierra de Neruda. En una carta de respuesta al joven escritor de Aracataca, le aconsejaba que se dedicara a cualquier otro oficio diferente de la literatura.

  En el caso de García Márquez, es famosísimo, el fiasco que supuso para Carlos Barral, el más prestigioso editor de ese momento, que le rechazó, porque no llegaba a ningún lado, nada menos que, “Cien años de soledad”.

  Ojalá a usted no le rechacen de esa manera, y si le rechazan, ojalá corra con la suerte que tuvieron, “Los rechazados”.

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