Conejos – Alberto Barrera Tyszka

Publicado en Prodavinci

Por: Alberto Barrera Tyszka

Lo más inquietante es la risa.  Verlos a todos así, tan divertidos, carcajeándose frente a las cámaras de televisión, manejando con insólita superficialidad las tragedias de la gente. ¿Eso es una reunión de Ministros de un país que está en crisis? ¿Así se comportan, eso dicen, de esa manera hablan y analizan nuestros problemas? ¿Para eso les pagan? ¿En verdad Fredy Bernal cobra un sueldo por proponer que la cría de conejos es una alternativa a la crisis alimentaria del país?  ¿Y todos los demás?  Los que se mueren de la risa mientras el Ministro habla de mascotas con lacitos, de las diferencias entre el animalito que te llevas a la cama y los dos kilos y medio de carne que puedes llevarte a la boca…todos ellos, ¿también cobran por estar ahí, por banalizar la realidad, por burlarse de esa forma de la gran mayoría de los venezolanos?

Mientras crecen las noticias de niños muertos por desnutrición, mientras se reitera la alarma de la UNICEF por el aumento de un 30% en la mortalidad infantil en el país en el año 2016, tenemos a un equipo de gobierno haciendo chistes sobre la multiplicación de los conejos,  debatiendo con grosera trivialidad sobre la experiencia de aquellos que deben explorar en bolsas de basura para poder comer.  Lo más indignante es la risa. La frivolidad del gobierno frente al hambre.

¿Por qué conejos? He pasado días dándole vueltas a esa pregunta.  No hay dentro de la gastronomía popular, al menos que yo recuerde, algún plato de uso mas o menos frecuente que tenga la carne de conejo como ingrediente principal. No existen, por ejemplo, unas famosas empanaditas de conejo de Jusepín. Tampoco existen alguna legendaria receta de conejo con ají dulce y papelón. O un guiso de arroz con coco y conejo que se coma en Semana Santa en las costas de Falcón. No. Para nada. El conejo no forma parte importante de la historia de la sazón nacional.  Pero, sin embargo, sí tiene un sentido diferente, más protagónico, en el habla coloquial.  De hecho, podría decirse que el conejo tiene una presencia mayor en nuestra lengua que en nuestros fogones.

La palabra conejo, en Venezuela, también sirve para designar a una persona cándida, “crédula, sin malicia”, como apunta más de un diccionario que se dedica al tema en la web. Se usa frecuentemente para referir la inocencia como cualidad negativa. Se dice que alguien está perdido de conejo para señalar que ese alguien está perdido de pendejo, que está siendo engañado o estafado en su buena fe. Usada en ese sentido, la palabra dialoga mucho mejor en el contexto del ejercicio del poder que viene dominando al país desde hace años.  El oficialismo actúa como si todos los demás fuéramos conejos.

Desde ayer, en un desesperado intento por recuperar cierta legitimidad internacional, el oficialismo ha organizado “una cumbre mundial de solidaridad con Venezuela” con la idea de lograr una “declaración de los pueblos en defensa de la revolución bolivariana”.  Toda esta palabrería rimbombante, en el fondo, solo es una gran cacería de conejos.

Un Estado que no es capaz de garantizar la supervivencia de los enfermos en los hospitales públicos,  gasta el dinero en financiar un evento con casi 200 invitados internacionales.  Es un espectáculo irracional y grosero, el show organizado por una élite que se auto proclama como Revolución pero que, todavía, sigue sin explicar dónde están los casi mil millones de dólares que ingresaron al país por concepto de renta petrolera.  Se trata de la misma empresa política que se auto define como anti imperialista pero que dona 500 mil dólares para el acto de juramentación de Donald Trump.  Son un grupo exclusivo que tiene su ejército privado, que reprime, detiene, condena, tortura, asesina. Llevarán a los felices participantes del mundo a ver los edificios de la Misión Vivienda. Pero nunca les mostrarán los hospitales. Ni tampoco las cárceles. Jamás les mostrarán las estadísticas sangrientas de las OLP.

En el único país donde se impide investigar los casos de corrupción de Odebrecht, esto dijo ayer el Canciller Jorge Arreaza, en el marco de esta nueva cumbre internacional: “Esta es la patria de la humanidad, aquí se están dando las grandes luchas para garantizar que en todos los países del mundo haya una posibilidad de igualdad”.  Dicen lo que sea. De cualquier manera.  Aunque sea absurdo. Aunque sea inverosímil. Aunque sea increíble.  No importa. Siempre quieren conejear a todo el mundo. De eso se trata este encuentro “Todos somos Venezuela”.  El gobierno necesita urgentemente recuperar algunos gramos de credibilidad.  El discurso del chavismo ha caído aun más que los precios del petróleo.

No hay que olvidar nada de esto cuando, nuevamente, aparece en el horizonte la alternativa del diálogo y de la negociación. Las condiciones son distintas, el contexto ha cambiado, pero los interlocutores siguen siendo los mismos.  Todos sabemos que cuando Jorge Rodríguez aparece sonriendo, afirmando que la oposición y el mundo deben reconocer a la ANC y respetar sus decisiones,  Jorge Rodríguez solo está disparando al aire, anda de cacería,  está buscando conejos.

 

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