“Posponer la muerte”

El hombre derribado con la bata blanca es el doctor Vladimir Galavis, médico oncólogo y ginecólogo en la Clínica Santa Sofía de Caracas.

CMR: ¿Cómo fue que caíste allí? ¿Fue por el chorro de agua?

VG: Sí, el chorro de agua. La presión, nunca me imaginé que tenía tanta presión. Es algo inhumano, es a una presión que nadie aguanta, ni por muy fuerte que sea.

CMR: ¿Por qué te acercaste a la tanqueta?

VG: Creo que arrastramos una emocionalidad, unos sentimientos de hace muchos años. En mi caso desde el 2014 para acá. Y ahora ya tengo dos meses en la calle toda la ciudadanía.

CMR: ¿Has ido a todas las marchas?

VG: A todas. Absolutamente a todas.

CMR: ¿Y qué le dijiste al Guardia Nacional?

VG: El impulso en el momento. Cuando estábamos realmente solos, porque nosotros los médicos, los que estábamos al frente, quedamos bloqueados por arriba, nos estaban agrediendo desde arriba, por abajo, al frente, y al lado de Chacaito. En ese momento el miedo es humano. Y el miedo es real. El miedo o paraliza o te impulsa. En mi caso, tuve realmente el impulso humano, y hasta amable, de acercarme al guardia.

CMR: ¿Tú lo tocaste?

VG: Cuando decidí avanzar le empecé a gritar -se oye en los vídeos-: ¡no nos pegues! El término “pegar” es algo infantil, paternal. ¡No nos peguen, no nos peguen, no nos agredan! Cuando me acerco hubo un impulso compasivo. La una compasión del monstruo…

CMR: ¿Y qué le dices?

VG: ¡No nos agredan, por favor! ¡Yo puedo ser tu médico, puedo ser el médico de tu familia y el médico de todos estos soldados! Y él me dijo, “quédese conmigo”. El “quédese conmigo”, tanto en el tono como en la gesticulación -y eso que estaba totalmente disfrazado-, me hizo sentir que fue un estímulo realmente compasivo hacia mí, porque sabía lo que me iba a pasar… Le dije que no podía porque yo venía con ellos –con los manifestantes- y queríamos pasar. Entonces fue ahí cuando lo agarré por segunda vez y le dije: ¡No nos peguen, no nos agredan! Y me dice: “Por favor, ven conmigo.” Yo le dije que no podía y me separé. Al separarme sentí inmediatamente en la región toráxica el impacto. El impacto que me derriba y me desorienta. Cuando me doy cuenta veo a una periodista caída al lado mío. Lo primero que vi fueron sus cámaras destrozadas totalmente. Empecé a buscar mis lentes que los perdí, la gorra… Y mis compañeros que me agarraron. Entonces empezaron a tirarnos más bombas. Yo caído y caían más bombas y más bombas.

CMR: Sí, se ve en el vídeo cuando ruedan las bombas y tú todavía en el piso.

VG: Sí, no tenía forma de pararme. Inhalar estos gases, y bueno… Me dieron  ganas de vomitar, ahogo… Me ayudaron dos compañeros médicos, y salí de escena retrocediendo y me escabullí. Después, cuando veo el video y las fotos, me doy cuenta de que, primero, cuando lo abrazo él me abraza, y segundo, cuando yo me caigo él trata de ayudarme, algo totalmente inusual. No sé qué dimensión humana hubo, pero hicimos un contacto, una conexión él y yo.

CMR: Días atrás estuvo allí, sentado en esa misma butaca, el fotógrafo Roberto Mata, quien ha hecho una serie de reportajes muy interesantes -publicados en Prodavinci- con víctimas de la violencia de estos días de marchas y manifestaciones. En un momento le pregunto si cree que la maldad definitivamente se apoderó de nosotros. Roberto, que es un artista sensible, se quiebra, se le humedecen los ojos, y me responde con poca voz que no, que confía en que la maldad no se haya apoderado de todos nosotros. Un susurro, apenas un soplo de esperanza. Algo así como confiar en cierta redención por parte del esbirro que nos está agrediendo. ¿Será esa esperanza el abrazo efímero, casi fugaz, que te dio el guardia?

VG: No sé, trato de entender esto por mis estudios. Pensando, reflexionando. La agresividad y la agresión humana se dividen en benigna y maligna.

CMR: Quiero decir, ¿es que todos son malos?

VG: No, no. Estoy seguro que no.

CMR: ¿Por qué atacan con tanta saña?

VG: Por inducción. Sí, una inducción de años. Una ideologización, una mentalidad, un resentimiento social. Tiene que haber un mecanismo de desmasificación de información de masas a esa élite…

CMR: ¿Qué te ha podido pasar a ti con ese chorro de agua?

VG: Con la caída me he podido fracturar el cráneo. Tengo una fricción medular. Eso es un atentado. Uno dice agua, un chorrito inofensivo. Pero de ninguna manera es inofensivo. Absolutamente no. Pude haber salido politraumatizado. Si no tengo habilidad y no se caer –porque soy deportista- me hubiera fracturado el cráneo… Por lo menos una lesión cervical, he podido quedar parapléjico.

CMR: Has estado en todas las manifestaciones, me has dicho. ¿Y siempre en la vanguardia?

VG: Sí.

CMR: ¿Por qué?

VG: Primero, como ciudadano. Segundo, como padre. Tercero, como médico.

CMR: ¿Cuántos hijos tienes?

VG: Tengo cuatro. Siento una gran necesidad de acompañar a los muchachos. A veces me he arriesgado mucho. Y, me apena decirlo porque mi familia puede oir esto, mi familia a veces no sabe dónde estoy y me arriesgo demasiado, pero siempre he estado al frente con los muchachos. Así que tengo un triple rol: protegerlos y ayudarlos.

CMR: ¿No te da miedo estar allí, en la vanguardia?

VG: Siempre tengo miedo. Tengo miedo de mañana. Mañana hay otra marcha. Mañana voy a estar. Veo a mis pacientes, opero a primera hora y voy a marchar. Voy a estar, con lo que yo pueda ayudar como médico, con lo que yo pueda ayudar para garantizar que no vuelva a ocurrir. Evitarlo pacíficamente. No estoy armado, no tiro piedras, y siento que hay que estar y hay que seguir.

CMR: ¿Hasta cuándo vas a estar marchando?

VG: Hasta que todo termine.

CMR: ¿Qué significa hasta que todo termine?

VG: Es impredecible, los desenlaces sociales en estas circunstancias son totalmente impredecibles. Los efectos colaterales, los traumas ya los tenemos. No dormimos, tenemos neurosis de estrés, y pienso asumir esa responsabilidad y con valor ver que tiene que pasar en algún momento un desenlace. Desenlace en contra o a favor, pero desenlace. Eso va de acuerdo con las fuerzas humanas y las relaciones interhumanas que hay. En este caso hay dos frentes.

CMR: El régimen ha hablado mucho del odio, de que se está incitando al odio. Tú te has peleado, te has caído a golpes con guardias. Ocurrió en la Plaza Venezuela en el  2014, has sido víctima directa de los guardias, y has podido resultar con politraumatismo por ese golpe del agua ¿Tú odias?

VG: No, para nada

CMR: ¿No odias a la Guardia Nacional?

VG: No.

CMR: ¿A ningún general de la Guardia Nacional Bolivariana?

VG: No. La palabra odio es muy particular y es muy subjetiva, es interpretativa, es percepción. Odio más y sí odio a los que induce a estos seres humanos sumisos a hacer. Ayer me acusaron de terrorista. ¿Tengo algo de terrorista? ¿Mi actitud con o sin bata tiene algo de terrorista? Yo jugué fútbol en mi época juvenil, jugué fútbol profesional y para la Vinotinto ¿Tengo algo de terrorista? Tengo tres postgrados. Le he dedicado mi vida a los hospitales, académicamente, en investigación. ¿Tengo algo de terrorista? Yo no soy político, soy un ser humano normal. Lo que yo digo es lo que dicen todos mis amigos médicos, mis pacientes. El 80% de mis pacientes está a punto de morir en los próximos años porque no tengo forma ni manera de bien tratarlos. No hay infraestructura, no hay medicación oncológica ¿Cómo me voy a sentir? Tengo miedo por ellos. Quiero que se termine todo esto para que dejen de matar a esa juventud inocente que pelea. Y quiero luchar porque no se me vuelva otro paciente a morir por cáncer. ¿Por qué? Porque no tengo forma de manejarlo adecuadamente como se merece la población. Sin distinguir público o privado, negro, blanco, chavista o no, no me interesa. Quiero es posponer la muerte.

 

 

 

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