El titular honesto que no verás en prensa es: “Los panaderos deben trabajar con el fusil en la nuca”.
En esta etapa del socialismo, signada por la escasez de alimentos, el hambre de los más vulnerables y el terrorismo de estado, el chavismo ha declarado que la mejor manera de controlar la producción de pan es tener fiscales civiles y militares inspeccionando todas y cada una de las panaderías para “garantizar” que toda la harina sea usada para lo que ellos digan, que haya producción continua y se controle la estructura de costos del pan, para que no falte y no se hagan colas.
Esa es la propaganda y sus seguidores la aplauden. Pero no crean que el hambre los embruteció. Ya eran así de antes y apoyaron cada pérdida de libertad en nombre de garantizarla aún más. No es el desespero sino la venganza lo que lleva al Gobierno a enfilar contra los productores. Con las panaderías tienen la mezcla perfecta de persecución y control de quienes aún producen, de quienes aún logran ser propietarios de su destino… y de la xenofobia contra extranjeros que siempre se deja ver cuando se interviene un local comercial.
Los panaderos, dentro del miedo y su autocensura, responden con inteligencia. Revelan la verdad en sus palabras sencillas y aterradas: “con gusto podemos hacer el pan, siempre que nos den la harina”.
Porque esa parte del cuento no te la echa Maduro ni su esbirro de turno. Las panaderías que recibían 400 sacos ahora deben trabajar con 20 o 30. Todo el trigo en Venezuela, el trigo que entra a este país tropical, depende de la Corporación Casa, que es decir de los militares: el mismo gobierno. Sin ese trigo no se activan los molinos. Sin molinos no hay distribución. Sin distribución, lo que llega a las panaderías son migajas. Y con esas migajas los panaderos hacen subsidio cruzado. Lo que pierden al vender el pan canilla que obliga el hegemón, tratan de recuperarlo con otros panes, pasteles y cachitos. Pero eso se va a acabar. Sólo el 10% de lo recibido podrá ser usado para esos otros fines pecaminosos, y un fiscal estará allí a diario para comprobarlo.
Hablamos de harina, pero también sufren escasez de manteca, mantequilla, levadura, azúcar, leche, así que cada receta sencilla es una proeza. Cuando veas que alguien hornea en su casa, entiende todo el entramado de mercados negros y contrabandos para que eso llegue a su mesa.
La otra verdad de la que no habla el chavismo, es que la ciudadanía migra su consumo de alimentos al pan porque ya no consigue harina de maíz para las arepas, no consigue arroz y tampoco pasta. Al menos no como antes, al menos no a un precio que pueda pagar. Venezuela exportaba arroz antes del chavismo y en la actualidad no pudo ni sembrar correctamente este ciclo productivo. Venezuela producía todo el maíz que necesitaba su población y hoy la gente busca comida en la basura. Y con la pasta, recordemos que Venezuela era el segundo país consumidor de pasta per capita en el mundo, gracias a la hermosa migración italiana, pues también eso depende del escaso trigo.
Así que a la cola. Y solo si tienes dinero. A la cola del pan, mientras el panadero debe trabajar y producir no como ha hecho toda su vida, sino como le digan unos narcos que lo único que han amasado estos años son fortunas.
Si se fijan: hay más chavistas regulando, controlando, supervisando y amenazando el trabajo productivo de otros, que trabajando y produciendo de verdad.
No hay suficiente, no alcanza, y seguiremos escuchando a los defensores de la franquicia decir que en realidad “esto no es verdadero socialismo”. Porque las colas por pan en Rusia, Ucrania, Polonia o Cuba son sólo ensayo y error. Travesuras. Porque Maduro habló de hacer “el salto adelante” sin mencionar que cuando Mao aplicó ese salto en China provocó millones de muertes por hambre.
Vine hoy en bus por la avenida Andrés Bello de Caracas. A mi lado estaba sentado un señor de 78 años con un pan flaco y paliducho en una bolsa. Se llamaba Alberto. Iba al otro lado de la ciudad. Hizo 2 horas de cola. Comía a mordiscos pequeños pero rápidos. Sin relleno. Era su primera comida del día, a las 3pm. No sabe si mañana conseguirá “sin pelear”.
Él también siente el frío en la nuca.