No son los mismos. Hay toda una nueva generación que se estrena en la escena. Enchufarse no es disciplina de nuevo cuño. Cambian sí los nichos de los negociados. Pasó ya la época de los que se magnatizaron a punta de máquinas electorales, plantas eléctricas que pagamos a precio de polvo de oro, comida que se pudrió en containers y ristra de planes jamás auditados gerenciados por la dominante casta de botas y uniformes. Los enchufados se colaron por todas las rendijas. Publicistas y encuestólogos que hicieron millones con las inacabables campañas gubernamentales y el templete de cuadra. Contratistas con empresas de maletín que lograron buenas pro sin competir o en licitaciones previamente cuadradas para prestar “servicios especiales” a organismos del Estado. El país está hoy repleto de calles “El Guiso”.
Hoy hay nuevas oportunidades para el enchufe. Autorizaciones para casas de cambio en ciudades de frontera; importaciones con divisas preferenciales de los productos para los Clap; paquetes especiales para importación de medicamentos, respuestos, vehículos y cuanto Dios crió; compra de equipos de último que no sirven en Venezuela dado el retraso tecnológico. El etcétera es largo. Todo tiene que ver con el dolar controlado, que convierte cualquier asunto en un negocio redondo si, claro está, el que lo desea tiene el contacto adecuado.
Pero los nuevos enchufados deben evitar cometer los errores de sus predecesores. Harán bien en no ser bocazas, en no sucumbir en el delirium tremens del nuevo riquismo rastacuero y exhicionista, en evitar dejar el reguero que deja rastros. De no dejar huellas depende su futuro.
Aprendan de los errores de otros. En Argentina, ya Cristina va por su tercer proceso abierto. Sus allegados cantan y no precisamente versos de tangos. Y los enchufados tiemblan. Hasta Florencia K va a terminar cantando.
El estrafalario menjunge de Odebrecht, transnacional del chanchullo, es una lección. Los involucrados en ese entramado de coimas más denso que la selva amazónica montaron un híper estructurado tinglado, pero cual Hansel y Gretel versión tropical fuerpn dejando migas y ahora no encuentran cómo limpiar el reguero y borrar las evidencias.
Los enchufados no pueden ser imbéciles. Sus farras y excentricidades, sus éxitos empresariales, las fotos inconvenientes con amistades comprometedoras, los generosos regalos que hacen, sus viajes a lugares exóticos, todo eso que ellos y sus familias publican en redes son muestra de novatada. Y, ups, lo que entró en el espacio cibernético no puede ser borrado jamás. Se convierte en inmortal.
A los enchufados de antes y a los nuevos: disfruten su cómoda situación. Echense fresco con abanicos ds platino. Gocen su estado de fantasía. Igual los veremos en los medios y las redes, algún día, ya no en fiestas sino frente a tribunales. Y entonces veremos quién ríe de último y quién ríe mejor.
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