Venezuela vista desde India – Andreína Mujica

Publicado en actualy.es

Por: Andreína Mujica

He perdido la oportunidad de viajar más seguido a otro planeta. India es eso, es otro planeta. Tal vez por escuchar tan a menudo sobre pobreza, penurias, abusos, castas y crueldad, nunca me vi de «visita». Así, la vida me llevó por un matrimonio, una amiga muy cercana se casaba y coincidieron los astros para que se diera en mayo de 2016.

Curiosamente en Bangalore me sentí como en casa. Me quedaba en una zona bastante popular, agradable, full indio. Cuando nace un indio apenas es una cabecita con abundante pelo negro y unos ojos grandes y profundos. Pocos rubios o negros con «pelo malo» se ven por esos lares. Tal vez también por eso la gente te ve con curiosidad, se acercan para conversar, sin mayores aspavientos. Moviendo la cabecita de un lado a otro, como si estuvieran asegurando que está bien ajustada, imagino a los astronautas hacer ese gesto, importante fuera de nuestra atmósfera. Es definitivo, los indios son gente de otro planeta.

Seis años fuera de Venezuela y es ahora que me sentí de nuevo en casa. Son generosos, simpáticos, abiertos a los visitantes, no temen a los extranjeros… sobre todo eso… no temen.

Estamos hablando de que en India hay algo sublime, conmovedor al infinito: en India la gente no teme, no se ve con desconfianza, no están esperando que el señor de al lado explote, no tienen miedo. No viven con el miedo de ser asaltados, de que viene un apagón de 11 horas y van a entrar al edificio a robar, de quien es éste que tiene dos cuadras y le sigo viendo cerca, o bien, yo creo que en cualquier momento este motorizado (viajan de a cuatro o más) me va a llevar cartera, lentes y hasta el peluquín. No.

Ellos tranquilos con sus vacas en el medio de la calle, muchos puestos de comida barata, cocos como chinos hay en el mundo, una suerte de abundancia en los anaqueles, en cuanta bodeguita te encuentras, las farmacias de todo y un poco más, los autóctonos vestidos elegantes con sus saris de todos los colores del mundo, las señoras de lo más  elegantes montando moto como si fuera caballo en un pueblo inglés, como en «albarda» de ladito. En moto van familias enteras, bebés recién nacidos con los padres y un abuelo, mudanzas, etc. Pero no asaltan. Se comen luz, acera y lo que venga, pero no arrebatan.

De noche uno sale a caminar en aquel caos que es Bangalore, full luces, todos los negocios abiertos, comida callejera en carritos, la típica «dosa masala», una crêpe delgadita rellena de todo lo que usted quiera; eso sí, picante como todo en India.

Dicen que hay tres únicas mentiras:

-No, no es picante. Lo es y mucho.

-Sólo 5 minutos. Va de 45 minutos a 6 horas .

-Es fácil. Seguro no es nada fácil.

El clima es Caracas a su temperatura máxima, las flores y los árboles navegan entre cayenas y acacias, la gente se rie y tiene un humor como si estuvieras en un skeetch de Radio Rochela. Son amorosos. Venezuela en los años 90. Mucha corrupción en la política y ellos se están cansando, pero tienen un crecimiento espiritual inmenso. Es más allá de lo religioso, es empático, le importa el otro y eso parece hacer la vida mucho más llevadera. No entienden al gato, problema grave con eso, el gato persigue a la rata y la rata es la reencarnación de Durga, otra diosa hindú, pero para el gato la cosa es complicada, no los pueden matar pero los ven con asquito y no los alimentan, los pocos gatos famélicos que vi en el Monasterio de Amma parecían gritar «¡Epa, pana, que soy doméstico y mullidito!»

INDIA PROFUNDA

Luego en India hay graves problemas de corrupción, el pueblo está cansado de la política, de que les engañen. Emigran mucho, en especial desde el sur. «Familias nómadas», «regreso forzado», «las esposas del Golfo», «Los padres del Golfo», los daños psicológicos a las familias por haberse separado, etc. Todos son conceptos estudiados de las consecuencias de la migración. La “fuga de cerebros”, es decir, el éxodo de talento y calificación, la parte superior de los profesionales altamente calificados hacia los países desarrollados, que incluye médicos, ingenieros, científicos, profesores, arquitectos, empresarios, como también mano calificada, en Paris no quedan casi restaurantes donde no tengan empleados indios en la cocina (francesa).

¿Cosas de India ? No, cosas de países mal gestionados, donde la elección de autoridades ha sido fallida y esto aunado a la inapetencia de nuevas generaciones para ejercer cargos publicos dan resultados nefastos. Luego terminan por dejar a que un militar «arregle» todo a peinillazo y balas y c’est fini India.

Cuando paseas y conversas con la gente los sientes orgullosos de sus riquezas naturales, de sus filósofos, escritores, poetas, bailarines y actores de Bollywood, gurús, músicos, etc. No hablan mal de quienes partieron ni tampoco de la lucha que ejercen los que se quedaron, admiran a sus intelectuales, discuten sobre política, pero sin odios ni enfrentamientos. Lamentablemente esa falta de ejercer como ciudadano acciones politicas concretas hace que continue la corrupción. Ojalá India nunca llegue a verse como Venezuela, ojalá ese terreno tan trabajado en materia espiritual los mantenga a salvo del odio, de la venganza, de la falta de empatia. Lo que realmente sostiene al gobierno de Maduro no es ni el petróleo, ni la chequera internacional, por supuesto tampoco es su carisma y capacidad de hipnotizar masas, cualquier golfish desde su pecera lo deja a él sin palabras. Es el odio. Es el resentimiento, que sentimos todos, y que debemos trabajar hasta erradicarlo. Esa falta de unión por un único objetivo, la falta de generosidad con el que si hace, ejerce, se equivoca y sigue en la batalla. Nos falta mucho para ser de nuevo India.

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