El mal existe y hay que pensarlo – Tulio Hernández

Por: Tulio Hernández

I. “El comunismo pretendía la felicidad de la humanidad, aunque a condición de que ‘los malos’ fueran apartados, algo que a fin de cuentas sucedía también con los nazis”.

Quién esto escribe, entre centenares de frases límpidas y directas que nos dejó, es Tzvetan Todorov, el pensador franco-búlgaro que dedicó una buena parte de su vida a estudiar los mecanismos mediante los cuales una parte de la especie humana, de manera recurrente, ha cultivado formas extremas de abuso del poder, mecanismos de eliminación y sojuzgamiento contra otra parte de la especie a la que ha considerado, en su momento, inferior, degradada o peligrosa por pensar diferente y amenazar su uso ilimitado del poder.

En el fondo, su gran preocupación fue el pensamiento totalitario, aquel, lo decía también con claridad, “que no deja espacio alguno a la alteridad y la pluralidad”. Una definición, sostenía el estudioso, de pensamiento totalitario que va mucho más allá de la existencia de Estados totalitarios.

II. A partir del momento cuando, en la transición del siglo XX al XXI, muchos venezolanos fuimos comprendiendo que nuestro país era conducido amortajado hacia un modelo con rasgos totalitarios, un libro de Todorov, Memoria del mal, tentación del bien. Indagación sobre el siglo XX, me acompañó por largos años cerca de la cabecera.

El libro se divide en dos partes. La primera es lúcida. Se dedica a diseccionar el totalitarismo, un régimen político hijo del siglo XX, que tuvo dos variantes claves: el comunismo y el fascismo. Ambos provocaron muerte, tortura, destierro y humillación de millones de seres humanos. Y, sin embargo, dice Todorov, sus conductores y protagonistas aspiraban al bien, no al mal.

La segunda parte del libro, la esperanzadora, se dedica a la respuesta democrática a los totalitarismos, a reseñar la vida y obra de un puñado de “personas de destinos dramáticos, de lucidez indiscutible, faros de luz en un siglo de tinieblas, que siguieron creyendo, a pesar de todo, que el hombre debe ser la finalidad del hombre, razón por la cual nos ayudan a no desesperar”. Se refiere a pensadores y luchadores sociales como Vasili Grossman, David Rousset o Primo Levi el autor de Si esto es un hombre.

III. La idea de que los conductores de la desgracia totalitaria aspiraban al bien y no al mal es clave para entender los totalitarismos del siglo XX, pero también los autoritarismos del siglo XXI, especialmente el venezolano. En estas mismas páginas he compartido con los lectores la explicación de Todorov sobre la lógica totalitaria, lo que ha denominado la “imposición del bien”.

El partido, la logia, el caudillo o el tirano parte de la idea de que él sabe con exactitud lo que la sociedad que dirige necesita para resolver todos sus problemas. Como no es demócrata no necesita discutirla, la impone. Pero, y este es el núcleo del asunto, siempre en la sociedad hay unos “malos”, traidores a la patria, degenerados que impiden la realización del bien. Los judíos, para Hitler, los “gusanos” para Fidel, los “escuálidos” para los rojos venezolanos.

En consecuencia, esos “traidores” no son adversarios políticos, son enemigos. Por la tanto, es necesario eliminarlos, política, económica, moral o físicamente si es necesario. Porque la imposición del bien no puede detenerse por razones “secundarias”, y si es necesario realizar desde el poder operaciones incómodas, crueles o delictivas, incluso genocidas, como las de Stalin, Hitler, Pinochet o Fidel, están justificadas moralmente porque el bien así lo requiere.

IV. Todorov murió la semana que hoy concluye, pero nos dejó una vasta obra que ayuda a la humanidad, en general, y a los venezolanos en particular, a no desesperar a sabiendas de que, como le declaró al periodista Boris Muñoz: “Lo que ha sido hecho con manos humanas, con las mismas se puede deshacer. Una descripción realista del futuro es un llamado a la acción”. Lo que no debemos olvidar, ese era el titular de la entrevista publicada en la revista Gatopardo, es que “La democracia consiste en limitar el poder”.

Gracias, Tzvetan por todo lo que hiciste por nosotros.

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