No ha sido un año fácil para la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), tuvo un comienzo luminoso, de reflectores barriendo la Asamblea Nacional (AN), de abrazos y sonrisas unitarias en el hemiciclo, y una minoría de caras apesadumbradas, de cuerpos crispados por la derrota, de gestos de boxeador aturdido por un golpe inesperado. En contra de los descreídos de oficio, y de los de buena fe, la oposición había ganado abrumadoramente las elecciones parlamentarias del 6D.
Fue el resultado de un esfuerzo unitario, llevado a cabo con destreza por la MUD, que logró el cometido de presentar una oferta común que convenció, más allá de sus parcelas tradicionales, de la necesidad de realizar un cambio político en el país para salir de la terrible situación que se vive. Y, sobre todo, fue una demostración inapelable de que el gobierno podía ser derrotado a pesar del Consejo Nacional Electoral (CNE) y el ventajismo oficial, devolviéndole el entusiasmo perdido a los sectores opositores. Se había dado un salto cualitativo mayor en la acumulación de fuerzas para el cambio. Pero…
Los duendes de la política son traviesos, siembran el camino de trampas, de endiabladas visiones épicas, de escaleras al cielo que nunca llegan a su destino. Atraída por quién sabe qué magneto, la prisa se apoderó de los cálculos políticos, alteró el pulso, dictó plazos rígidos y decretó que de no salir Maduro este año: todo estaría perdido.
Surgieron entonces las tres fórmulas constitucionales para realizar la tarea y, como es harto sabido, solo el Referendo Revocatorio (RR) prendió en el ánimo opositor insuflando una esperanza de pronta salida que movilizó multitudes. En el camino, como un daño colateral, quedaron tiradas las elecciones regionales, desalojadas de las prioridades opositoras, ensimismada como estaba su dirigencia por encontrar la luz revocatoria al final del túnel. Todas las fichas en la casilla del RR.
Ahora sabemos el final del thriller, conocemos los nombres de quienes tras las cortinas del CNE ejecutaron el encargo de liquidar al RR; y entendemos, también, que ya no hay como reanimarlo, porque sus promotores se encargaron de repetir con vehemencia que de no ser en el 2016 no tenía sentido alguno realizarlo… salvo perpetuar al régimen.
Y henos aquí que finalizamos el año sin RR y sin elecciones regionales: la pesadilla tantas veces anunciada. Y, además, en medio de un diálogo que a la oposición causa urticaria, y al gobierno insomnio. La misiva del Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de la Santa Sede, seguirá flotando en el ambiente a la espera de que se convierta en una carta abierta al gobierno y la comunidad internacional. Entonces el régimen quedará a la intemperie.
¿Ha sido un Annus Horribilis para la oposición? Digamos que fue el año en que decidimos vivir peligrosamente.
@jeanmaninat